Calixto García, el hombre que no se cansó

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Por Osviel Castro Medel | 11 diciembre, 2024 |
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Paradojas del destino: ni tres guerras, ni el disparo que se hizo para suicidarse pudieron acabar con su vida; sin embargo, una agresiva neumonía lo llevó a la muerte, lejos de Cuba.

Así pasó con Calixto García Íñiguez, el bravo general fallecido el 11 de diciembre de 1898 en  un hotel de Washington, lugar al que había viajado para, entre otras cosas, dialogar con el Gobierno de Estados Unidos sobre los recursos necesarios para el licenciamiento del Ejército Libertador  y el reconocimiento de la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana.

Si ahora mismo miramos sus fotografías nos preguntáremos por qué Calixto parece tener más años de los que vivió (59). Y tal vez nos respondamos que tuvo una vida de mucho ajetreo, constante sacrificio y varias heridas físicas y espirituales.

Maestro en el uso de la artillería, experto en dar golpes al ejército español, incluso en las ciudades, el León Holguinero se convirtió en uno de los héroes indispensables a la hora del recuento sobre nuestras gestas.

Un solo hecho ya lo habría hecho inmortal: cuando en septiembre de 1874 prefirió el suicidio y se pegó un disparo en la barbilla antes de caer prisionero de las tropas de la metrópoli.

Bien se conoce que su madre, Lucía Íñiguez Landín, cuando le comunicaron que su hijo había caído preso en manos de los españoles respondió que no creía posible que Calixto se rindiese. 

Tuvieron que aclararle que solo herido de gravedad, por el balazo que se dio en la barbilla, pudieron capturarlo. Entonces dijo con orgullo: “¡Ese sí es mi hijo, primero muerto antes que rendido!”

Conoció la deportación, la oscuridad de una celda en España, el “perdón” decretado por la amnistía de Arsenio Martínez Campos, el caudillismo de algunos de sus subordinados y hasta la ingratitud de quienes lo veían como un jefe demasiado fuerte.

García Íñiguez apenas estudió formalmente, pero si se leen sus cartas, se comprenderá que su formación autodidacta le permitía entender los sucesos más allá de su simple apariencia. La intervención norteamericana en la última guerra por la independencia de Cuba estuvo entre esos sucesos comprendidos perfectamente por el insigne general.

Son célebres sus epístolas al general Shafter, que escribió desde “los campos de Cuba Libre” y en las que hay tristeza y sano orgullo, más allá del raro episodio de la no entrada del Ejército Libertador a Santiago de Cuba, un episodio que debe estudiarse con mayor profundidad.

Padre de seis hijos, incluyendo a Carlos, que también fue alto oficial mambí, Calixto encarna al verdadero independentista, al hombre que no se cansó y se sobrepuso a obstáculos y dificultades.

Uno de esos escollos fue  el enfrentamiento  con sus padres por casarse con la jiguanisera Isabel Vélez, a quien ellos veían como “una pobre”, que “no merecía” un esposo como Calixto, de cuna acaudalada.

Fue un luchador  destacado desde la juventud temprana y que fue acumulando méritos hasta convertirse en un referente del arte militar. No por casualidad, después de la caída de Antonio Maceo (7 de diciembre de 1896), es nombrado Lugarteniente General del Ejército Libertador. Ese cargo era para guerreros excelsos.

Si algo nos queda a los cubanos es seguir ahondando en su hermosa historia; profundizar en cómo fueron trasladados sus restos (febrero de 1899) desde Estados Unidos hasta Cuba y en las reacciones de sus coterráneos cuando su osario se llevó a su ciudad natal, Holguín, donde reposan hasta hoy.

En cualquier caso, Calixto nos seguirá diciendo, desde su propio ejemplo, que hay que seguir luchando por Cuba y su bandera.

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