Celia, huella de amor y combate

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Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador) | 9 mayo, 2025 |
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La heroína de la Revolución, Celia Sánchez Manduley, nació el 9 de mayo de 1920, hace 105 años, en Media Luna, en el seno de una familia que contribuyó a su formación como patriota y devota martiana.

De ella se habla y escribe  con amor y respeto por sus cualidades humanas, justas, acendrado patriotismo y entrega a la causa de la libertad y la justicia social. Celia es parte de la historia trascendental de la Revolución.

Así ocurre, generalmente, con aquellas personas cuya obra política, social y revolucionaria galvanizan la unidad de su pueblo y lo orientan por los caminos de la independencia, la libertad, la dignidad y la solidaridad humana.

En Celia, cuya lucha reflejó los intereses colectivos de la patria, las necesidades y aspiraciones de su pueblo encararon en su espíritu de justicia.

El vigor combativo de la muchacha se forjó, como las rocas en los procesos telúricos, entre las conmociones sociales y políticas de la república burguesa y dependiente de los Estados Unidos, el zarpazo batistiano y la feroz dictadura que ensangrentaba el suelo cubano.

LA NIÑEZ Y LA JUVENTUD

Nació Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley el 9 de mayo de 1920, a la 1:00 de la tarde, en el pueblo de Media Luna, entonces del municipio de Manzanillo, junto al río Vicana, tierra de tradiciones combativas mambisas y obreras.

Era hija del médico Manuel Sánchez Silveira y de Acacia Manduley Alsina. La estirpe tenía distintos orígenes. El abuelo Juan Manuel del Barro y del Collado era un asturiano, radicado en Manzanillo, y Modesta Silveira Román, de Manzanillo. Por la parte materna, José Dolores Manduley del Río, de raíz holguinera , e Irene Alsina Zubieta, una bizarra bayamesa, que le prendió fuego a su casa  en el memorable enero de 1869.

Manuel y Acacia contrajeron matrimonio el 12 de abril de 1913, en la Iglesia la Purísima Concepción, de Manzanillo. Una vez nombrado médico del central Isabel, situado en Media Luna, compraron la casa, un atractivo y confortable chalet, marcada con el número 111, en la actual avenida Raúl Podio.

De esta unión nacieron 9 hijos: Silvia, Graciela María, Manuel Enrique, Celia, Flavia, Griselda, Orlando y Acacia.

El parto de Celia, como el de todos sus hermanos, lo realizó su padre. Pesó nueve libras y tres cuartos. Su tercer nombre, apareció porque, al día siguiente, en medio de las visitas y del reparto del aliñao, se celebraba la fiesta religiosa de Nuestra Señora de los Desamparados.

La familia pasó momentos muy difíciles y tristes en la década de los años 20 del siglo precedente. La pérdida de Graciela, a los 14 meses de nacida, pero cuyo nombre llevó, como afecto, la próxima hija; y la muerte de Acacia Manduley, el 19 de diciembre de 1926, víctima del paludismo.

La ausencia de la madre, en edad tan temprana, convirtió la figura del padre y de las abuelas en el sostén de los retoños.

De niña asistió a la escuela privada de la maestra Beatriz Pernías. A partir del cuarto grado, matriculó en la escuela pública de Pueblo Nuevo, cercana a la casa. Los estudios secundarios los realizó en la Escuela Preparatoria José María Heredia, de la ciudad de Manzanillo, incorporada al Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba.

En la ciudad costeña, residió en la casa de su tía Amanda Manduley y de su esposo Miguel Pérez, dueño del hotel Casablanca. En septiembre de 1937, ingresó en el recién inaugurado Instituto de Segunda Enseñanza de Manzanillo.

En 1940, el doctor Manuel Sánchez  pasó a trabajar en el central azucarero Cape Cruz, en Pilón, barrio homónimo del municipio de Niquero. Celia le acompañó, con lo que se alejó un tanto de los escenarios conocidos de Media Luna y Manzanillo. En este remoto lugar,  comenzaría a madurar la mujer y la revolucionaria.

LA LUCHA REVOLUCIONARIA

Identificada con las batallas de su pueblo contra lo desgobiernos seudorrepublicanos, Celia militó en el Partido Ortodoxo, del senador santiaguero Eduardo Chibás Rivas, quien visitó Pilón en mayo de 1948. Ni un minuto se separó del carismático líder.

La ortodoxia la puso en contacto con las aspiraciones de las masas, pero su programa disminuyó tras el suicidio de Chibás, en agosto de 1951.

El empeño revolucionario volvió a renacer con fuerza el 10 de marzo de 1952, cuando el general retirado Fulgencio Batista protagonizó un golpe de Estado, con la complicidad del Ejército Nacional.  Frente a la dictadura se irguió Celia, como un combatiente más, para reivindicar el pensamiento del Apóstol José Martí sobre la libertad, la justicia y la inclusión social.

En el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, encontró su verdadera razón de ser.  Por su accionar, fue un pilar importante en la clandestinidad, siendo muy querida y respetada por su inteligencia, lealtad y audacia en el desempeño de las misiones asignadas por Frank País, Armando Hart y Vilma Espín.

Quiso viajar a México para retornar en la expedición armada, organizada por el héroe del Moncada, Fidel Castro. Pero al conocer las altas cualidades de la valiente mujer,  mediante su compañero de lucha clandestina, Manuel Hechavarría Martínez, señaló que si Celia era tan valiosa como le contaban, su lugar estaba en Cuba.

La ayuda de ella fue significativa para la recepción de la expedición militar, preparando grupos clandestinos en Niquero, Pilón, Media Luna y Campechuela, con los que estuvo en sistemático contacto.

Una vez salvada parte de la expedición del yate Granma, sumó hombres y recursos a la lucha guerrillera en la Sierra Maestra.

En la finca Los Chorros, de Epifanio Díaz, el sábado 16 de febrero de 1957, conoció personalmente a Fidel Castro, el Comandante del naciente Ejército Rebelde. La acompañan Frank País y Vilma Espín.

Celia le informó que al día siguiente llegaría hasta ellos el periodista estadounidense Herbert Lionel Matthew, corresponsal de The Nueva York Times. Asimismo, le comunicó que estaban reconcentrando, en Manzanillo,  a los demás miembros de la dirección del Movimiento.

El entonces capitán Raúl Castro escribió en su diario sobre los hechos de este día: “Pasamos un día comiendo infinidad de golosinas que nos habían traído y sobre todo tener entre nosotros, aunque sea por breve tiempo, aquellos queridos compañeros, que con los demás que vendrían esa noche, constituyen en gran parte la flor y nata del 26 de Julio”.

La entrevista de Matthew a Fidel fue decisiva para el conocimiento nacional e internacional del foco guerrillero en la Sierra Maestra, su capacidad de sobrevivencia y que al frente se encontraba Fidel Castro. Esos hechos desmontaron, escandalosamente, la propaganda batistiana de la supuesta muerte de Fidel tras el desembarco del yate Granma.

El dirigente clandestino Armando Hart Dávalos reseñó el protagonismo de Celia en esta decisiva etapa de organización y sostenimiento de la guerrilla: “Para nosotros, en el Llano, era vital el mantenimiento de la Sierra. Esta se consideraba nuestra primera y fundamental obligación revolucionaria, porque del éxito y mantenimiento del foco guerrillero que operaba en las montañas dependía el triunfo de la Revolución… Dos decisivas personalidades de esta historia, Celia Sánchez y Frank, jugaron un papel clave en las relaciones entre el Llano y la Sierra”.

LA GUERRILLERA

En marzo de 1957,  Celia decidió incorporarse al Ejército Rebelde, bajo las órdenes del líder superior Fidel Castro. Fue la primera mujer combatiente en la guerrilla. Para agigantar su nombre tomó parte en el combate del Uvero, el 28 de mayo de ese año, empuñando un fusil M-2.

Por su entrega, sacrificio, fidelidad a la Patria e ideas revolucionarias se granjeó la admiración y confianza de Fidel, quien le dio la misión de organizar la compleja actividad logística.

Además, tuvo el cuidado de salvar los documentos que preparaba el Líder de la Revolución, porque planteaba que la historia, la verdadera historia, se recogía en esos papeles, generados al calor de la lucha. Por ello, con persistencia y dedicación logró conservar todo lo que fuese posible: notas, mensajes y cartas, entre otros.

De igual manera, con su ejemplo, no solo demostró que la mujer podía ser de mucha ayuda como mensajera, costurera, maestra, cocinera, sino también como combatiente.

Estuvo del lado de Fidel, a la hora de crear el  pelotón femenino Mariana Grajales, en la Comandancia General de La Plata, el 4 de septiembre de 1958, formado por corajudas mujeres decididas a vencer o morir por la libertad de Cuba.

PARTE DE SU LEGADO

Desde el Granma, el llano, la Sierra y el triunfo, Celia siempre estuvo al lado del Comandante en Jefe como una de sus más leales compañeras de lucha. Era considerada por sus compatriotas como la luz de Fidel. Armando Hart la consideró “la más autóctona flor de la Revolución”. Este gran intelectual señaló que sería imposible escribir la historia de Fidel Castro, sin reflejar, a la vez, su vida revolucionaria.

La genuina representación de la mujer cubana, Celia Sánchez Manduley, quien falleció el 11 de enero de 1980, en La Habana, fue, además, símbolo de intrepidez, valentía e inteligencia. Su legado e impronta está en cada obra humana, hermosa y solidaria potenciada por la Revolución. Está en la imagen y esencia del Palacio de Convenciones, el Parque Lenin, la Escuela Vocacional Lenin, el Palacio Central de Pioneros Ernesto Che Guevara, del Parque Granma, el Parque Nacional La Demajagua, y en decenas de acciones sociales y bellas promovidas por su quehacer cotidiano a favor de las causas nobles asumidas por ella, durante décadas.

Su ejemplo de humanismo, patriotismo y lealtad dejó una imperecedera huella de amor y también de combate ante cualquier injusticia. Las actuales y futuras generaciones de cubanos honrarán por siempre su memoria.

FUENTES: Pedro Alvarez Tabío: La conquista de la esperanza (1995) y Celia, ensayo para una biografía (2004); Armando Hart Dávalos: Aldabonazo. En la clandestinidad revolucionara cubana 1952-58 (1997); y Eloísa Carreras Varona y Armando Hart Dávalos: Por esto (2013).

 

 

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