“Fue el libertador de América”, solemos decir. Y de tanto repetirlo se nos escampan escenas, datos… argumentos que prueban que aquel hombre fallecido el 17 de diciembre de 1830 en Santa Marta –actual territorio de Colombia- no solo era un genial estratega o un deslumbrante político.
Cómo olvidar que Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte- Andrade y Blanco, conocido por todos como Bolívar, nacido en Caracas, fue capaz de intervenir en casi 500 batallas, en las que solo salió derrotado, según sus biógrafos, ¡seis veces!
“Liberó seis naciones, cabalgó 123 000 kilómetros, recorrió a caballo diez veces más territorio que Aníbal, tres veces más que Napoleón y el doble que Alejandro Magno; y cruzó a pie, al frente de su ejército libertador, sin ropas, calzado y alimentos adecuados, la casi infranqueable Cordillera de Los Andes, con temperaturas bajo cero y a más de 6 000 metros de altura”, escribió al respecto el reconocido historiador cubano Pedro Rioseco en el periódico Granma.
Vivió apenas 47 años, una edad que le bastó para conquistar la independencia de los actuales países de Colombia, Ecuador, Venezuela, Panamá, Perú y Bolivia. En su constante lucha libertaria anduvo seis millones de kilómetros cuadrados; de modo que, como apuntó el citado investigador, superó las distancias que recorrieron Marco Polo, Cristóbal Colón o Julio César.
En el recuento de su intensa vida no podemos soslayar que fue huérfano de padre y madre antes de los 10 años o que enviudó a 19; que fue rebelde-contestatario desde bien temprano. Que sufrió traiciones y complots, que vio naciones despedazarse antes de tiempo y aun así logró empezar una y otra vez por encima de los fracasos o las dificultades.
Tal vez otro en su lugar se hubiera decepcionado del destino, pero Bolívar se bañó de esperanzas y de amores, como el que tuvo con Manuelita Sanz, la mujer que un ataque de celos llegó a arañarlo con tal fuerza que los soldados del Libertador creían que había sido uno de los muchos atentados preparados por sus enemigos.
La parte más dolorosa es que, en el fondo, no conocemos a Bolívar, acaso por lo que se escribía al principio de estas líneas.
Dadivoso al extremo, férreo para imponer la disciplina militar, preocupado por sus soldados, colérico en ocasiones, discípulo aventajado de Andrés Bello y Simón Rodríguez, él es uno de los referentes de la historia mundial.
En varias de sus cartas se revela la tristeza por no haber logrado la unión de las naciones de América, uno de sus grandes sueños. “Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”, suscribiría en su última proclama.
Aflige también saber que murió con los pulmones destrozados por una tuberculosis, a la 1:03 de la tarde, luego de haberse negado varias veces a ingerir varios de los medicamentos que le recetaba su doctor, Alejandro Próspero. Habían pasado apenas siete días de la redacción de su testamento.
En cualquier caso, necesitamos seguir hurgando en su monumental obra, necesitamos verlo no solo como el gran libertador de América.