
Lo que para muchos constituye un exótico zafari en medio de enormes árboles, aguas verdes y animales peligrosos, para los trabajadores de la Empresa de la Flora y la Fauna Cocodrilos, de Manzanillo, es una rutina que ya forma parte indisoluble de sus vidas.
Y es que el día a día de estos hombres y mujeres discurre de un modo tan natural y apacible que tal parece que por su torrente sanguíneo no circula la adrenalina que genera la convivencia tan cercana con el mayor depredador que habita las aguas de Cuba.

Entre estos inusitados criadores de saurios destaca el Licenciado Gabriel Cisnero Suárez, quien acumula más de 20 años de experiencia en el manejo de tan singular especie.
Su pericia práctica combina con sus saberes académicos como graduado de la especialidad de Biología y profesor adjunto de la Universidad de Granma.
El cocodrilo, dice, es uno de los animales más importantes dentro de los ecosistemas de costas marinas, porque es el depredador mayor y con su biología es quien permite la existencia de los bosques de manglares.
“Hoy el calentamiento global está jugando un papel negativo en la reproducción de estas criaturas, por lo que pretendemos conservar su fondo genético para poder reintroducirlas en las áreas donde existieron o donde sus poblaciones se encuentran diezmadas.
“Así, esos lugares que están comunicados con el mar y que por los siglos fueron su hábitat natural, puedan tener la prosperidad y los resultados de producción, que, desde el punto de vista biológico, antes tuvieron como reservorios para la subsistencia de la humanidad”.
– ¿Cuánto en poco más de 20 años usted ha tenido que lidiar con esta especie en peligro de extinción?
– Realmente el cocodrilo, en este caso el acutus, es muy poco agresivo yo diría que es muy dócil, pero a pesar de ello cumplimos todas las medidas previstas en su manejo a modo de protección para nosotros y para ellos.
“En época de reproducción entramos a los estanques, colectamos los huevos, los incubamos y obtenemos hasta un 70 por ciento de natalidad, un indicador que es bastante bueno, además logramos un buen balance entre hembras y machos, en virtud de la temperatura que reciben en nuestras incubadoras.

“Luego son llevados a diferentes salas de desarrollo o estanques, cuidando que mantengan su espacio vital, pasando de año en año por diferentes categorías hasta llegar a ser reproductores adultos, ciclo que se extiende entre nueve y 10 años, según muchos factores, entre ellos la alimentación”.
– Precisamente, ¿Cómo se las ingenian ustedes, en medio de tantas limitaciones para garantizar la alimentación a estos depredadores?
– Hoy la situación económica de nuestro país ha cambiado, lo que nos obliga a buscar la alimentación de nuestros propios animales, pero lo que pudiera ser un problema se convierte en una oportunidad, pues disponemos en la granja La Gabina de 32 hectáreas de estanques para la crianza de peces, cuyas aletas, cabezas, espinazos y otros desperdicios son destinados a la alimentación del cocodrilo y los filetes para el consumo de la población, pudiera decirse que tenemos una relación simbiótica con ellos.
Debido a su aspecto terrorífico de gran devorador, el cocodrilo ha sido el antagonista ideal de muchos héroes de películas y esa imagen distorsionada crea en muchas personas sentimientos de temor o repulsión hacia estas criaturas.
Sin embargo, la verdad es muy distinta, más que una amenaza, esta criatura acuática en peligro de extinción, se considera clave en la regulación ecológica de los sistemas en que habita.
Esa motivación mantiene enfocados a los hombres y mujeres que laboran en la Empresa de la Flora y la Fauna Cocodrilos, de Manzanillo, para fomentar la crianza de una especie que no casualmente semeja la figura geográfica de Cuba y que tal como nosotros también se resiste a desaparecer.