Correctoras, más allá del detalle

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Por Ernesto Joaquín López Avilés( estudiante de periodismo) | 15 marzo, 2022 |
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Odalis Blanco González FOTO/ Luis Carlos Palacios

Durante los casi cuarenta y cinco años de existencia del semanario La Demajagua, ha sido indispensable la contribución de un grupo de trabajadoras que, gracias a su labor, logran que cada texto salga enriquecido después de ser revisado por sus avezados ojos.

Sus miradas se activan cuando una prueba de plana llega a sus manos y, entonces, las letras, fotos, comas puntos… comienzan a ser examinados exhaustivamente por estas correctoras hasta lograr que nada sobre, pero que tampoco falte coherencia, claridad, objetividad, calidad y hermosura a lo escrito por los periodistas.

Alina Maillo Fonseca FOTO/ Rafael Martínez Arias

Una de las mujeres que conforman este equipo es Teresa Alina Maillo Fonseca, quien lleva cuarenta años en la corrección de textos. Graduada en Español y Literatura, llegó en 1982 a La Demajagua debido a que su hermana mayor había hablado con Alcides Infante, fotograbador del semanario, y le expresó su anhelo de trabajar aquí.

“Pasado un tiempo -nos cuenta- fueron a mi casa a proponerme trabajo. Dentro de mi asombro no dudé en responder que al otro día iría. Sin embargo, me sorprendí cuando dijeron: “¡No, no es mañana, es hoy, vístase que la llevamos! Fue así como comencé en este mundo de grafías, sustantivos, verbos y adverbios…”

Cuando inició en la antigua sede de este órgano de prensa, ubicado en la bayamesa calle Martí, nunca imaginó todo lo que iba a aportarle este medio de difusión masiva.

Entre los momentos que más la han marcado está el proceso de metamorfosis que experimentó el rotativo, al pasar de las técnicas tradicionales a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación: “Anteriormente, salíamos todos los días entintadas, parecía que cerníamos carbón: las manos, los codos, la ropa y hasta la cara eran manchas negras, pues en la realización del otrora diario trabajábamos con letras de plomo montadas en linotipos, los cuales se entitaban y luego se les pasaba un rodillo a la página que se ponía sobre el linotipo. Inevitablemente, al corregir los textos, te ibas con marcas negras en todo el cuerpo.

“Luego, todo eso pasó a la historia y le dimos la bienvenida a la era de la computación, gracias a la cual nos iniciamos en la revisión digital”.

Con un carácter jovial, hay recuerdos de colegas que le roban la sonrisa, como los de Dania Casalí Ramírez y David Chacón Rivas, periodistas fallecidos en un accidente de tránsito.

Merecedora tres veces de distinciones nacionales, apasionada de la cocina y amiga entrañable, les agradece a sus compañeros los años vividos como hermanos, desarrollando una profesión que ama y en la cual ha experimentado la realización plena.

APORTANDO IDEAS

Iliana Martín Pérez FOTO/ Rafael Martínez Arias

Respetuosa para con sus semejantes y pacífica por naturaleza, Iliana Martín Pérez es otra de las mujeres imprescindibles para la salida de este semanario: “Es un trabajo muy lindo, yo siento mucho amor por lo que hago aunque a veces es una labor anónima, las personas desconocen nuestra tarea; mas cuando comprenden nuestra misión, reconocen su importancia”.

Egresada de la Universidad de Holguín en el año 1992 en la carrera de Español-Literatura, ejerció el magisterio durante seis años hasta llegar a La Demajagua, como resultado de un curso de formación para personas tituladas en carreras de letras.

“No todas las graduadas en mi especialidad pueden ser correctoras, pues existe una dinámica, una política informativa, una carta de redacción y estilo que es necesario respetar, además de un buen dominio del idioma para poder sugerir y aportar ideas en beneficio de los trabajos publicados. Por ello nuestra faena es necesaria para que el texto quede claro, preciso y cumpla su objetivo comunicativo.

“Me gusta pensar que somos como los anestesistas, pues en sus manos está la vida del paciente, y aún así,  generalmente se le reconoce la operación al cirujano. No obstante, quiero mucho a mi profesión”.

En sus 20 años de trayectoria profesional ha colaborado con el semanario escribiendo en la sección Verdades cotidianas, redactando artículos referentes a la Lengua Española y actualizando su blog, todo ello aparejado a las responsabilidades como correctora.

Agradece el apoyo de sus familiares  y compañeros, con los cuales asegura haber aprendido mucho del periodismo. Confiesa sentirse tan bien en este medio, que si la salud se lo permite, aquí se retirará.

UN GUIÑO CON OLOR A TINTA

“En La Demajagua, Gutenberg (el creador de la imprenta) me hizo un guiño con su invento y me sedujo el olor a tinta”, narra Odalis Blanco González, jefa del departamento de Redacción.

Aunque tuvo otras ocupaciones antes de llegar a la publicación, aquí se siente como pez en el agua, pues disfruta sobremanera su trabajo.

“Como jefa, tengo el reto de cuidar el idioma Español, de ayudar a perfeccionar el estilo de los periodistas y lograr que mis subordinadas, al corregir, tengan en cuenta las normas de redacción.

“Disfruto sugerir un mejor empleo de las formas narrativas y de los recursos gráficos, para que no solo cumplan una función articulada con las imágenes y el texto, sino que confluyan armoniosamente”.

Ha sido congratulada con dísimeles lauros, como el premio Primero de Mayo,  por su quehacer en favor de la prensa.

AQUÍ NO HAY TIEMPO PARA ABURRIRSE

Elisa Aguilar Corrales FOTO/ Luis Carlos Palacios

La necesidad de silencio y concentración en la oficina de corrección me hizo pensar que era un lugar carente de emociones. Sin embargo, las confesiones de Elisa Aguilar Corrales me cambiaron la opinión: “Aquí nadie se aburre, contrariamente a lo que algunos piensan. Antes de entrar al centro, las amistades me decían que sería una ocupación tediosa, pero con el tiempo aprendí que siempre hay que profundizar en los temas, el diseño y los avances idiomáticos para desempeñarme eficazmente”.

Licenciada en Filología e incorporada a este medio en el 2002, resalta la integralidad profesional y humana de este colectivo: “Aquí debemos velar por todo, para que no exista un lenguaje ambiguo, ni errores ortográficos. Tenemos presente que los trabajos periodísticos eleven el nivel cultural del lector”.

Con respecto a la constante superación que demanda su trabajo, relató: “Las correctoras, además, de la autopreparación, vamos a un curso nacional, en el que nos actualizan sobre diversos temas sobre el lenguaje y otros relacionados con nuestra labor.

“Como parte de nuestro quehacer también está corregir los trabajos publicados en la lademajagua.cu, que es una gran responsabilidad y desafío, pues nos leen en el mundo entero y la internet frecuentemente se renueva.

“Aunque nuestros nombres no salgan en los créditos del trabajo revisado, sino en el machón (ese extendido cuadro de la página final), nos sentimos parte de él. Cuando un artículo gana un premio, yo me siento feliz y ganadora igualmente. Lo relevante es el resultado final”.

Estas cuatro féminas, por su consagración a su labor, han recibido disímiles reconocimientos, entre los que figuran la medalla Raúl Gómez García y la Distinción Félix Elmuza.

Ellas han aprendido con el paso del tiempo el valor de la responsabilidad, la importancia de ver los detalles que a veces pasan desapercibidos a la vista de otros, el amor por lo que hacen y a sus compañeros, el dolor de la publicación del error más mínimo. Pero lo que más destacan es que se han convertido en madres, que corrigen los defectos de un pequeño hijo, llamado La Demajagua.

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