
El viejo luchador campesino Crescencio Pérez Montano por su valentía, principios revolucionarios y sus méritos, alcanzó los grados de Comandante del Ejército Rebelde. Su muerte, ocurrida el 16 de octubre de 1986, en La Habana, hace 38 años, fue muy sentida por el pueblo cubano. Perdía, físicamente, a uno de los grandes de la Revolución.
Recibió todos los honores de su alto rango militar y el prestigio de su nombre sencillo, audaz y revolucionario.
Cumpliendo su última voluntad, al día siguiente, sus restos fueron traslados a Jiguaní, para descansar junto a la tumba de su hijo, el comandante Ignacio Pérez Zamora, caído en el combate de San José del Retiro en diciembre de 1958.
Es bueno aclarar esta fecha de su fallecimiento, porque equivocadamente se ha escrito que fue el 14 o el 15 de ese mes y año, en la ciudad de Bayamo.
FORJADOR DE LA EPOPEYA
Quizás para los que tienen menos de 35 años, el nombre de Crescencio Pérez no les dirá muchas cosas, pero estamos en presencia de uno de los titanes de la guerra de liberación cubana. En aras de la libertad y la justicia protagonizó episodios memorables en la Sierra Maestra y los llanos del Guacanayabo.
Baste mencionar que fue él el brazo derecho de Celia Sánchez para vertebrar en los barrios de Ojo de Agua de Jerez y El Plátano una red de conspiradores contra la tiranía de Batista y tenerlos listos para auxiliar la expedición armada que traería Fidel Castro, el héroe del Moncada y jefe del Movimiento 26 de Julio, desde México en 1956.
El propio Crescencio testimoniaba: “Celia me mandó a buscar con Juan León, un familiar mío. Fui hasta su casa y me habló acerca de la creación del Movimiento 26 de Julio y de los planes de Fidel Castro para preparar la lucha insurreccional contra la tiranía de Batista. Desde ese momento me consideré un hombre de Fidel, de la Revolución”.
Bajo su dirección actuaron jóvenes de gran valía como Guillermo García Fría, los hermanos Ignacio y Sergio Pérez Montano, Manuel Acuña Sánchez, Hermes Cardero Martí, Manuel Fajardo Sotomayor y Ramón Mas Sotomayor, Juan Vitalio Acuña y José Tamayo, entre otros.
El 30 de noviembre de 1956, en horas de la mañana, Celia Sánchez llegó a su casa en La Manteca, en la zona de Ojo de Agua de Jerez, y le expresó: “Crescencio, levántese. Fidel llega por aquí y usted tiene que ir con toda la gente suya sin decirle nada a nadie”.
Pero el desembarco de Fidel en el yate Granma no se produjo, como se esperaba por la costa de Pilón, sino por el manglar de Los Cayuelos, en las cercanías de playa Las Coloradas, en Niquero, tres días después, el 2 de diciembre.
De inmediato Pérez Montano movilizó a los integrantes de la red de apoyo a los expedicionarios. La misión era conducirlos a las montañas. Fue él el que escogió la finca El Salvador, situada en Purial de Vicana, de su hermano Ramón Pérez, para la concentración de los revolucionarios dispersados tras el revés del combate de Alegría de Pío.
Los primeros contactos los hizo con los expedicionarios Manuel Echeverría Martínez, Jesús Gómez Calzadilla, Gilberto García y Ramón Mejías del Castillo, en la zona de Palmarito, el 8 de diciembre. De inmediato los trasladó a la casa de Ramón Pérez.
De estas actividades Guillermo García ha contado:“Orienté a todos los campesinos que en cuanto encontraran algún expedicionario lo protegieran y me mandaran aviso para, según su decisión, ayudarle pasar el tercer cerco en coordinación con Crescencio Pérez, el mejor conocedor de los sitios más seguros…”
En los días siguientes, Crescencio sacó del cerco enemigo a otros revolucionarios. Por otra parte, su hijo Ignacio Pérez condujo a Fidel Castro directamente hasta la finca El Salvador. El 19 de diciembre, en la mañana se produjo el encuentro entre ambos. Para Crescencio fue un momento muy emotivo: “Nos abrazamos como dos viejos amigos que no se han visto durante muchos años. Me presentó a su hermano Raúl, casi un niño; pero con corazón grande para la libertad”.
Desde ese momento ingresó en la pequeña tropa de Fidel Castro y el 24 de diciembre se internaron en actitud beligerante en la Sierra Maestra. El médico guerrillero Ernesto Che Guevara escribió en su diario: “La guerrilla ha quedado constituida así: estado mayor Fidel, Universo Sánchez, Crescencio, Sergio, el hijo de Crescencio, y yo”.
PÁGINAS DE VALOR Y CONCIENCIA REVOLUCIONARIA
Cuando Crescencio protagonizaba estos extraordinarios hechos, siendo uno de los salvadores de la Revolución, tenía 64 años de edad, había formado una numerosa familia y explotado la tierra con el sudor de su frente para extraerle sus frutos en el barrio de Ojo de Agua de Jerez, perteneciente al municipio de Niquero.
Además, era querido y respetado por su valor a toda prueba mostrado en la lucha contra la tiranía de Machado, militando en las guerrillas de Antonio Guiteras, forjando los eslabones del Partido Ortodoxo y desafiado a los prepotentes y asesinos guardias rurales de Niquero, Pilón y Media Luna.
Llevado por la fascinación de la guerrilla estuvo un tiempo en la Sierra Maestra prácticamente puesto fuera de la ley. En este tiempo estableció amistades desde Pilón hasta Ají de Juana y San Lorenzo, en el corazón de las montañas. Asesoró a varios líderes de asociaciones campesinas para alcanzar sus reivindicaciones económicas y sociales frente a los latifundistas y los desalojos de sus tierras.
Respetados por muchos y temidos por otros, casi todos los campesinos de esa parte de la serranía le apreciaban y amparaban. Además, en esos tiempos bautizó a muchos de sus hijos, por lo que los alzos de compadrazgo aumentaron bastante.
Poseía la noble naturaleza de los justos y la vida lo templó para enfrentarse a las más complejas circunstancias de las actividades de un líder popular y revolucionario.
LA LUCHA EN EL EJÉRCITO REBELDE
Por su expediente de desafección a la tiranía de Batista y su vocación de lucha en aras de la libertad y la justicia social, a nadie le asombró que el nombre de Crescencio Pérez, ahora que comenzaba la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, estuviera asociado al de los hermanos Fidel y Raúl Castro, Juan Almeida y Ernesto Che Guevara, entre otros.
Ingresó a la guerrilla a cientos de combatientes y tomó parte directa en 18 acciones combativas. Por su valor y lealtad, capacidad para el mando y disciplina, recibió el ascenso al grado de capitán en vísperas del combate de El Uvero, el 8 de mayo de 1957.
El 15 de marzo de 1958 recibió en el campamento de Santo Domingo de manos de Fidel la estrella de comandante, el cuatro ascenso a esta suprema categoría en las fuerzas rebeldes. Le antecedieron Ernesto Che Guevara, Raúl Castro y Juan Almeida.
Asimismo, se le asignó la jefatura de la columna 7 Regimiento Caracas, con la misión de operar desde el Pico de Caracas hacia el oeste hasta Cabo Cruz, y desde la vertiente norte del Turquino por todo el sureste, incluyendo Manzanillo. No solo fue responsable de una zona de alto significado estratégico, sino que dirigió una de las unidades más grandes de la guerrilla, pues contaba con 11 pelotones, todos muy combativos y disciplinados.
El 30 de diciembre de 1958, tuvo la satisfacción de informar al Comandante en Jefe Fidel Castro que con los efectivos de la columna 7, había liberado los poblados de Niquero, Media Luna, San Ramón, Ceiba Hueca, Campechuela y Calicito, situados en su zona de operaciones.
A comienzos de enero de 1958 preparó la toma de la ciudad de Manzanillo, la que conquistó al día siguiente de manera incruenta, aunque en un breve tiroteo perdió la vida el capitán Horacio Rodríguez Hernández, uno de sus más esforzados oficiales.
EN LA OBRA DE LA REVOLUCIÓN
Tras el triunfo contra la tiranía, el comandante Crescencio Pérez, siguió siendo un revolucionario convencido, un idealista, que participó activamente en la vida política y social de la Revolución.
Cumplió importantes tareas en los tribunales revolucionarios y la lucha contra bandidos. En el INRA estuvo directamente vinculado en la aplicación de la Ley de Reforma Agraria y la instrumentación de las zonas de desarrollo en Bayamo, Manzanillo y Niquero.
DEUDAS SOBRE SU BIOGRÁFICA
De Crescencio Pérez no existe una biografía como tal, sino muchos artículos dispersos en revistas, periódicos y algunas compilaciones realizadas sobre los días del desembarco de la expedición del Granma.
Su nombre como líder guerrillero, aguerrido y recto, volvió a aparecer públicamente con fuerza a raíz de los libros de Fidel Castro Por todos los caminos de la Sierra. La victoria estratégica y De la Sierra Maestra a Santiago de Cuba. La contraofensiva estratégica, publicados en el 2010.
Los historiadores Ludín Fonseca García y José Eloy Rodríguez Romás sacaron a la luz al año siguiente el título Crescencio Pérez Montano y la guerra de liberación nacional, un pequeño volumen, con algunos datos biográficos y los documentos del héroe depositados en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
La bibliografía utilizada estos últimos autores muestra las grandes deudas que todavía se tiene con la rica hoja de servicio a la patria del patriarca de Purial de Vicana. Ni un solo estudio monográfico que exhibir siquiera a 25 años de su desaparición física. Por suerte, uno de sus familiares, Ignacio Rodríguez Fernández, mantiene inédito el texto Una vida heroica.
Hombre vital en la forja de la Revolución, Crescencio Pérez es una incontrovertible personalidad que entre leyenda y realidad cada vez más alcanza justas y leales perspectivas.