
Convergen en nuestra sociedad quiénes tuvieron la dicha de escucharle discursar por horas, sentir el calor de su mano en el hombro o, intercambiar palabras o compartir el combate; asimismo, los que le han descubierto en los medios masivos de comunicación, por los libros de historia, o en una conversación hogareña.
Las generaciones de cubanos más actuales crecimos escuchando hablar de Fidel, el Comandante en Jefe, el Líder de la Revolución, el humano incansable e impulsor principal de las conquistas que hoy distinguen a Cuba del resto del mundo.
NO HA MUERTO
La primera vez que lo vio tenía nueve años, fue en una tribuna abierta en Buey Arriba, a la que lo acompañó su madre.
“Sentí una emoción inmensa, nunca pensé tenerlo tan cerca, me encontraba como a dos personas de él, junto a otros niños”. En algún momento se giró a saludar, le dio la mano y eso fue “un momento inolvidable”, afirma Leyanet Cedeño Fuentes, una joven residente en el montañoso municipio.
En el 2006, participó en el IV congreso de la Organización de Pioneros José Martí, fue la segunda oportunidad en que lo vio, “en ese cónclave presentamos el Manifiesto de los Pioneros y era visible su admiración por las nuevas generaciones, el orgullo por los niños participantes en el congreso.
“Conocer al líder de la Revolución cubana me ha marcado, he crecido y pasado por diferentes etapas de la vida, pero siempre con el mismo compromiso, hasta estos tiempos en los que formo parte de ese grupo de jóvenes que defendemos a Cuba en cualquier circunstancia”.
Leyanet ocupa responsabilidades en el Comité municipal de la Unión de Jóvenes Comunistas en su territorio, “algo que en esos momentos no pensé, pero definitivamente mucho tuvo que ver el ejemplo del Comandante en Jefe”.
“Soy una joven revolucionaria, defiendo los intereses de los jóvenes, de mi país -refiere -, todo eso, de corazón, se lo debo al Comandante.
Nunca será suficiente lo que se hable de la vida de Fidel, cada momento impone nuevos retos, por tanto, “es primordial promover su pensamiento, seguir su ejemplo, hablar, enseñar, comprender su vida”, para ella, no ha muerto, ni morirá, mientras su pensamiento siga vivo.
EL ORGULLO MAYOR
Tenía nueve años, estaba en medio de una multitud, mientras sucedía una de aquellas tribunas abiertas, en Guisa, en ese entonces ni siquiera sabía del todo por qué estaba allí. En ese espacio, Ronisel Garcés Martínez vio al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz por vez primera.
“Estábamos para escuchar al Líder, padre, amigo, al hombre más importante de la Revolución cubana”, él estaba allí, en mi pueblo, para dirigirse a la gente y esa fue la experiencia más interesante para mí.
Eso sucedió pocas veces, tener enfrente al hombre más querido, y “estoy consciente de que no volveré a sentir lo mismo con nadie, porque Fidel es único y sus huellas son imborrables”.
Actualmente camina, respira y vence en cada cubano; nadie nunca llegará a la talla del Comandante.
Este gran ser humano también tenía la capacidad de transmitir ideas que han dejado su huella en este joven guisero, especialmente la frase: “Como en Guisa, demostraremos muchas veces que nada es imposible”.
Afirma Garcés Martínez que aún se puede hablar más de Fidel, pero desde la arista más humana, la de carne y hueso, que siente y padece, como todos nosotros. Esa fue la parte que entregó a todo un pueblo y con la que ganó su cariño.
“El Comandante fue un visionario, nos puso todo en las manos y solo pidió a cambio mantener los sueños hechos realidades. El mundo también le agradece haber practicado el internacionalismo, siempre en aras de construir una América y un mundo mejor”.
No puedo tener un orgullo mayor que el de haber conocido al gigante de Cuba.
VIGENCIA
“Conozco sobre Fidel desde muy pequeño, mi familia me contaba las cosas que había hecho, la grandeza de su pensamiento”, expresó Jairon Quiñones Matos, cadete de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, quién ni siquiera recuerda cuando comenzó a escuchar hablar del Líder de la Revolución, debió ser muy joven en ese entonces.
De niño “me enseñaron que ese era el padre, por eso yo le llamaba papá”, lo conoció como un hombre ejemplar, reconocido a nivel mundial. “Me hubiese encantado conocer a Fidel personalmente, tenerlo cerca y estrechar su mano”.
Imagina al Comandante como una persona recta, fuerte; a la vez con un corazón sensible, apasionado, dedicado.
“Él daba amor, y recibía lo mismo de la gente”, así mismo el pueblo agradecía cada muestra de esfuerzo; sus decisiones eran la voluntad de las mayorías y por eso contaba con respeto, porque representaba hasta la persona del lugar más intrincado”.
Cuando habla o escucha hablar del Comandante en Jefe “se me eriza la piel porque me enorgullece saber que mi isla cuenta con personas como él, que han trascendido generaciones”.
Un nudo en el pecho y la voz quebrada reflejan la emoción con la que Jairon habla de Fidel, porque “es tanto lo que me gustaría decir de él que unos breves minutos no albergarían tanta admiración.
“Más, cuando veo imágenes en la televisión, cuando escucho su voz en la radio, o cuando leo la prensa impresa y aparece un pedazo de sí, reflejado en una cita que me presenta en cada jornada a un Fidel diferente, hoy en la ciencia, mañana en el deporte, otro día en una catástrofe… siempre tenía algo que decir.
“Nuestro Líder revolucionario se mantiene vigente en nuestra actuación cotidiana, todos los días nos levantamos para llevar a vías de hecho su pensamiento en lo relativo a la sociedad, a la proyección internacionalista y de solidaridad de nuestra nación, como mismo, todo lo refrendado en el concepto de Revolución, otro aporte de altísimo valor”.
Seguir a Fidel nos hará ser mejores como pueblo y como personas y aún falta mucho por perfeccionar en nuestro sistema educacional para profundizar en el conocimiento de su vida como en la sociedad misma.
No alcanzará una vida para hablar del Comandante en Jefe, su trascendencia es mayor con cada jornada que termina; su huella ha marcado a un pueblo para siempre. Es así que en su ausencia física hemos de animar a cada hombre nuevo en este pedazo de mundo a conocer a Fidel, a evocarlo en pensamiento y obras.
