Mi hermano Pedro Suárez Fiallo es un intelectual reconocido en su rama y en su barrio, donde muchas veces, lo “velan” hacia o desde el trabajo para que sirva de árbitro en una de las tantas discusiones que se entablan al calor de alguna botella de ron barato o entre los vendedores, que en su propia esquina tienen su mercado espontáneo y otros con el permiso de venta correspondiente.
Pedro vive en un barrio humilde, y por demás escandaloso. Allí, algunos negocios particulares tienen a veces tan alto el volumen de sus equipos de música que él confiesa haber odiado desde su salida al aire Hasta que se seque el malecón y a Jacob for Ever, porque su tema le salía hasta en la sopa.
Fui a visitarlo, pero al llegar a su hogar, vi que cruzaba la calle y lo esperé junto a su portal. Un hombre se incorporaba a duras penas, parecía una persona con discapacidad y le hablaba trabajosamente como si padeciera alguna enfermedad neurológica; otro individuo al lado del enfermo aguardaba expectante.
Cuando Pedro regresó venía serio, pero radiante: “¿Tú sabes que querían esos hombres? ¡Saber cosas nuevas acerca de Fidel!; el primero de ellos me decía que lo admiraba mucho y que incluso había llorado su muerte, y que al saber lo que pensaba Pedro, de pronto se viró para el otro y le dijo: ¿Ves, que Fidel es de verdad el Uno, el caballo?
Y allí acabó todo pues el silencio siguió presidiendo la noche.