
Disfrutar de la constante superación de su hija ha sido el mejor premio para Daysi Pérez Corría. Lo grita a los cuatro vientos, aunque solo Roxana Daniela Quesada Pérez no alcance a escucharla por su discapacidad auditiva congénita.
Por eso, prefiere quedarse con los momentos felices, con las 11 medallas en el tránsito por el atletismo o con la participación en el último congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, entre otros; nunca, con los que dieron otro rumbo a su vida, cuando comenzaba a imaginar que su niña sería diferente a las demás.
“Ay dios mío, ¿por qué?”, se lamentaba, entonces, al conocer que la pequeña padecía una hipoacusia neurosensorial bilateral profunda, o sea, había sido diagnosticada como sorda profunda.
A pesar de tanta incertidumbre, Roxana Daniela se sentía feliz en su mundo y eso nadie podía impedirlo, “cuando tenía tres o cuatro años, le encantaba que la llevara al gimnasio (la sala 19 de Mayo), en Jiguaní, allí intentaba probarse en judo, en pesas…”, rememora, quizá el más fiel presagio de que se abriría paso en el deporte.
El regazo de su mamá también la hacía más fuerte, “desde bebé entendió las señas; siempre he sido su intérprete”, revela, y reconoce que ser maestra de Enseñanza Especial fue una bendición, “eso facilitó la comunicación entre nosotras”.
Aun así, Roxana Daniela nunca se adaptó al implante cloquear (desde los siete años), “de hecho, ni se lo pone”, asegura, aunque todavía Daysi se pregunta por qué y cómo ha llegado tan lejos en el deporte, desde que el profesor de Educación Física Maikel Cruz Díaz la captó en la escuela primaria.
Desde entonces, nada se lo impide, ni haber sufrido -a los 12 años- polirradículoneuropatía crónica adquirida (enfermedad neurológica tratable): “En medio del proceso de recuperación, en La Habana, solo atinaba a preguntarle a los médicos si podía continuar en el atletismo”.
Se sentía atrapada por los lanzamientos; por eso, jamás aceptó un no como respuesta, “a los meses, regresó y consiguió tres medallas, en el Campeonato nacional, que acogió Las Tunas”.
La trayectoria ascendente le permitió ingresar en la Eide Pedro Batista Fonseca, a partir del octavo grado. Allí, Daysi era una alumna más, “pedí la baja en el trabajo y, en cuanto me la dieron, me fui con ella para Bayamo, hasta que terminó el duodécimo.
“La sigo a todos los lugares; incluso, ya estudia Licenciatura en Cultura Física y gestioné para acompañarla en la Universidad, y me aceptaron”, afirma, sobre el gesto altruista del que también permanecerá agradecida.
Daniela –así prefiere llamarla- está punto de protagonizar otra dura batalla. Con la embajada cubana de 18 competidores, que incluyó a otros cuatro granmenses, asiste a la vigésimo cuarta Sordolimpiada, en Caxias do Sul, Brasil.
A pesar de los miles de kilómetros que las separan, Daysi seguirá atenta, este Día de las madres, el estreno internacional de Daniela, cuando anime la final de la impulsión de la bala, a partir de las 5:00 pm; y, dos días después, incursionará en el lanzamiento de la jabalina (6:00 pm).
Por supuesto que Daysi quiere una medalla. De todos modos, se alegra con saber que Daniela “sale siempre en busca de un sueño y lucha por alcanzarlo”.