
Para nada resulta en extremo conservador el vaticinio de que Cuba agarre de tres a cinco medallas de oro en los Juegos olímpicos de Tokio. De hecho, pensar en un botín superior sería bastante ilógico, por diversas razones.
Esa pretensión y la de volver a ubicar a la Mayor de las Antillas entre los primeros 20 lugares del medallero por países, como ocurrió en las dos últimas ediciones, fueron ratificadas esta semana, durante el espacio radio televisivo Mesa Redonda.
Las mayores posibilidades de subir a lo más alto del podio parecen bien definidas, al no ser que aparezca una sorpresa mayúscula. Por eso, en los luchadores del estilo greco Mijaín López e Ismael Borrero, la yudoca Idalys Ortiz, el boxeador Andy Cruz y en la discóbola Yaimé Pérez, entre otros pocos, están cifradas las esperanzas de título.
De todos modos, eso jamás querrá decir que hayan garantizado el oro, tendrán que competir y hacerlo con decoro, más allá de la excelente forma con que lleguen al torneo.
No debe olvidarse que enfrentar a lo que más vale y brilla en un exigente concierto internacional, también será un escollo a vencer y en predios japoneses los cubanos encontrarán algo similar, para lo que deben estar preparados.
Más allá de las posiciones de privilegio que ostenten en sus respectivos rankings mundiales o de las marcas con que arriben, para coronarse en una justa bajo los cinco aros siempre se necesitará un extra, el que solo sacan los campeones, cuando sortean el más difícil de los obstáculos.
Para conseguirlo, incluso, para buscar otro puesto en el podio, también urge estar fuertes de mente. Nunca bastará con la preparación física, técnica o táctica; en esos certámenes al más alto nivel la psicológica también desempeña un papel decisivo, más ahora, cuando todavía se enfrentan los estragos de la Covid-19.
Por el momento, 60 atletas cubanos han acuñado presencia en la urbe japonesa y la cifra podría rondar los 70, una vez que concluya el proceso clasificatorio, por lo que será la delegación más pequeña de las últimas versiones.