¡Dios te bendiga!

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Por Marlene Herrera Matos (Radio Granma) | 23 abril, 2016 |
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Ebenezer en la Sala de Oncohematología del Hospital Pediátrico de Manzanillo, CubaAyer conocí a Ebenezer, un pequeño que quizás por similitud con su nombre se empeña en mostrase como una “roca de ayuda”. Y es que al conocer la historia de Ebenezer, pensamos en la necesidad de ayudarlo, de alentarlo, de animarle, sin embargo, él, en sí mismo es ayuda, aliento y ánimo para los demás.

Les cuento: llegué hasta la Sala de Oncohematología del Hospital Pediátrico de Manzanillo, antiguo Hospital Caymari, hoy Hermanos Cordovés. No voy a negar que al entrar en aquel lugar sentí que mi cuerpo se estremeció, por el recuerdo inevitable de lo que implica estar ahí, no ahora como visitante, sino como paciente de oncología.

Un escalofrío que trajo hasta mi mente la sensación de los sueros salvadores, me hizo sentir pena, por qué no decirlo, pena de aquellos pequeños que ya enfrentan la odiosa enfermedad.

Una sala limpia, escrupulosamente limpia, cualquiera diría que acogedora.  Y en uno de los cuartos estaba Ebenezer.

“Ayer lo tuvimos que ingresar para que recibiera el medicamento porque estaba en crisis, con  mucho dolor”,  comenta su mamá. “Pero ya no me duele”, dice Ebenezer y le brillan los ojos ante la presencia de la cámara. Yo, no sabía qué decir.

La verdad no sabía que decir a un niño que padece una Sicklemia  heredada de sus padres. “Porque mi papá es sicklémico, y  cuando mi mamá quedó embarazada, al principio los médicos dijeron que ella no era, pero después, como le hacían otros análisis,  salió que era portadora, y de todas formas decidieron tenerme, y nací yo, sicklémico”, me cuenta, pero su voz, está muy lejos del reproche, todo lo contrario, es como si agradeciera el poder estar ahí, vivo.

“Pero tu papá  tiene esa enfermedad y míralo qué bien anda”. “Y eso que le dijeron que nada más iba a durar quince años”, me interrumpe, y me vuelve a dejar sin aliento ante la realidad de saber las limitaciones que implica  tener una anemia falciforme o drepanocítica, que produce una destrucción de los glóbulos rojos más rápido que lo normal.

Yo, queriendo darle ánimo, le cuento: “sabes, a mí también me pusieron muchos sueros, yo estuve enferma de cáncer y mira, ahora estoy bien”. Le muestro una parte de mi cicatriz.  Me escuchó atento, abriendo sus grandes ojos como sorprendido y admirado: “Dios te bendiga”, me dijo.

Y se me hizo un nudo en la garganta ante tanta generosidad, tanta bondad, tanta fe. Por eso dije que tal vez Ebenezer hace honores a su nombre.

Ebenezer con su mamá en la Sala de Oncohematología del Hospital Pediátrico de Manzanillo, Cuba

Tal vez es la certeza de saberse bien atendido, en un hospital que abre sus puertas cada vez que lo necesita y con un personal que se desvive por mejorar su calidad de vida, como cuando necesitaba el medicamento que en ese momento estaba en falta. “El meronem”, me dice “que no había pero lo buscaron porque si yo lo necesito se busca y se encuentra”.

Y los padres y la doctora Isabel, que entra al local, corroboran lo que Ebenezer me cuenta. “Nunca hemos tenido problemas con el tratamiento del niño, cuando necesita un medicamente, rápidamente se gestiona y se le pone”.

No me atrevo a tocarlo por temor a hacerle daño, pero en realidad hubiera querido darle un beso y un abrazo fuerte. “Que Dios te bendiga a ti también y que pronto puedas irte a tu casa. ¿Me regalas una foto?”  Y sonríe feliz, confiado en Dios y en la medicina cubana.

* Tomado del blog Soy Cubana

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  1. Gracias Alina por tus palabras, gracias por tu apoyo, saludos para tus nietas. Soy la madre de Ebenezer, trabajo en el Centro Universitario de Yara… gracias

  2. Vive Ebenezer, lucha junto a tus padres por tu vida, todos los que tenemos un familiar enfermo sabemos lo que se necesita el apoyo en ciertos momentos, con mi familia puedes contar trabajo en la sede Blas Roca alli me tienes para lo que necesites un besito de mis nietas Alina