La muerte del mayor general del Ejército Libertador Donato Benjamín del Mármol y Tamayo fue un hecho de gran conmoción para aquellos que conocieron de su profunda vocación independentista y reconocieron en él a un precursor del pensamiento revolucionario cubano.
Falleció en la estancia Calabazar de la hacienda San Felipe de Miranda, al oeste de Palma Soriano, víctima de la viruela, el 25 de junio de 1870, hace 155 años. Tenía 31 años de edad, cuando brindaba su mayor esfuerzo al empeño libertador contra dominación española en Cuba.
A fines de junio de 1870, Mármol planeaba invadir por segunda vez la región de Guantánamo, por lo que ordenó la concentración de algunas de sus fuerzas en aquella zona. Hasta allí se movieron las tropas mandadas por el entonces coronel José de Jesús Pérez y los tenientes coroneles Antonio Maceo y Policarpo Pineda (Rustán) y el comandante Camilo Sánchez.
Pero en medio de estas actividades fue afectado por las fiebres, dolores de cabeza y vómitos. Poco después aparecieron en la lengua y en la boca manchitas rojas, los síntomas más visibles de la terrible viruela. Los médicos usaron todos los remedios posibles, sin poder evitar la extensión de la enfermedad por todo el cuerpo.
De su lado no se separaban su madre Clotilde Tamayo Cisneros, su esposa Guadalupe Milanés Bazán (Pupa) y sus hijos Teresa, Clotilde y Siboney, ayudando a que el paciente cumpliese con las prescripciones médicas. Con el paso de los días aumentaron las fiebres y las manchas mudaron a pústulas redondas.
Aún en aquellas tristes condiciones continuaba dictando ordenanzas y preparando las fuerzas para la ofensiva revolucionaria sobre Guantánamo. En una de su proclama a los hacendados denunciaba: “Lejos de favorecer nuestra causa habeos colocado en vuestras fincas pequeños destacamentos enemigos para que las guarden, y para que el pobre esclavo, recibiendo el látigo de un mayoral por no decir de un verdugo incline su frente humillada, sobre el trabajo, y pueda rendir en las cosechas cuantiosas sumas…”
De seguido los acusaba de dividir sus bienes y fortunas con la tiranía española, posición que los colocaba como clase reaccionaria en sus dos terribles vertientes: “Vosotros para sufragar vuestros lujosos gastos, ellos para hacernos la guerra más cruel y más injusta de los anales de la historia”.
Penetrado de las drásticas medidas que tenía que tomar la contienda liberadora, les planteaba que había llegado la hora de destruir todas las fuentes de riqueza que sostenía al Ejército español: “Lloraréis amargamente la consecuencia de vuestra conducta miserable, y tendríais la culpa, ni aun siquiera os quedará el derecho de quejaros. Todo esto lo vais a ver”.
Finalmente, en medio de violentas convulsiones, expiró llenado de consternación del campamento. De acuerdo a unas breves notas de la autoría de su viuda Guadalupe Milanés la familia lo acompañó hasta su última morada y tuvo como ataúd el tronco ahuecado de una palma.
SENSIBLE PÉRDIDA
El Presidente de la República de Cuba en Armas, Carlos Manuel de Céspedes, sintió sensiblemente la pérdida del general Mármol. En carta al general Máximo Gómez le decía: “Tengo que comunicarle a usted un triste acontecimiento, la muerte del Mayor General Donato del Mármol, cuyo decidido patriota ha sido de los más ardientes defensores de nuestra causa emancipadora…”
Y en otro momento el gran líder revolucionario atestiguó: “Una calentura perniciosa nos ha privado de uno de nuestros más dignos compañeros. La historia honrará su memoria.”
De la muerte del general Mármol se hizo eco la prensa en Cuba y en el exterior. El periódico cubano El Porvenir, publicado en New York, el 5 de julio de 1870 informaba al público: “Después de Céspedes y Aguilera, tal vez ningún otro trabajó más para que estallara en Cuba la Revolución que se inició en Octubre del 68, que Donato del Mármol, joven de valor extraordinario y carácter organizador…”
LABORIOSO CONSPIRADOR
Había nacido en la ciudad de Bayamo el 20 de noviembre de 1839, siendo uno de los generales más jóvenes del Ejército Libertador.
Hacendado y patriota, Mármol fue un activo conspirador en Bayamo y Jiguaní contra el dominio colonial español desde el verano de 1864, secundando los planes de alzamiento armado propuestos por Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Vicente Aguilera y Tamayo.
Era el líder natural en la comarca de Jiguaní por su fortuna y pasión patriótica. A su alrededor núcleo hombres de valía en los poblados de Jiguaní, Baire, Santa Rita y Maffo, entre ellos Calixto García Iñiguez, Antonio Milanés Céspedes, Manuel Cabrera y Benjamín Ramírez Rondón.
Participó en varias reuniones conspirativas, algunas de ellas celebradas en su finca La Concepción, cercana al poblado de Santa Rita.
A estas juntas patrióticas acudían Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, Pedro Felipe Figueredo (Perucho), Julio Grave de Peralta, Manuel de Jesús Calvar (Titá) y Salvador Cisneros Betancourt, evidenciando que la conjura abarcaba desde Guantánamo hasta Camagüey.
EL DIRIGENTE MILITAR
Una vez conocido el alzamiento de Céspedes, en su ingenio azucarero La Demajagua, el 10 de octubre de 1868, Donato del Mármol decidió secundarlo. En las horas siguientes reunió unos 300 patriotas en su finca La Concepción y rechazó una comisión pacificadora enviada por las autoridades coloniales de Bayamo, presidida por Manuel Calás Oduardo.
El 13 de octubre de 1868, Donato del Mármol proclamó la Independencia de Cuba en la comarca de Jiguaní, teniendo a su lado a Calixto García, Benjamín Ramírez, Rodrigo Tamayo y Manuel Cabrera. A partir de las once de la mañana, sus huestes tomaron Santa Rita, Jiguaní, Baire y Venta de Casanova, siendo Jiguaní la primera jurisdicción liberada en Cuba de la presencia colonialista.
La ocupación de Jiguaní proporcionó la captura del teniente gobernador Muguruza Lersundi, sobrino del capitán general de la Isla Francisco Lersundi. Además, aportó a los patriotas un rico boletín de guerra, el que permitió armar a más de 600 alzados, con los que Mármol formó la División de Jiguaní.
Con estas fuerzas libró múltiples combates y extendió la guerra por Santiago de Cuba y Guantánamo, aprendiendo del arte militar del general Máximo Gómez, su jefe de Estado Mayor. DE hecho se convirtió en el principal jefe militar de Jiguaní, Palma Soriano, San Luis, Santiago de Cuba, Sabanilla, Alto Songo y Guantánamo.
Entre sus memorables combates se encuentra el de Pino de Baire, librado el 25 de octubre de 1868, conjuntamente con los generales Máximo Gómez y Luis Marcano Álvarez.
En la edición del periódico El Cubano Libre, del 27 de octubre de 1868, apareció el parte cubano del combate de Pino de Baire, donde plasmó el heroísmo de los generales Donato del Mármol y Máximo Gómez, como los artífices de esa proeza militar:
“A Cuba le faltaba un bautismo de sangre, no había presenciado un levantamiento completo; por eso hoy entre otros muchos levanta el Dios Marte en su carro de fuego los nombres del bayamés Donato del Mármol y el dominicano Máximo Gómez, cuyo temerario valor fue admirado en el ataque a Baire, ya por los soldados de la libertad, ya por los soldados de la esclavitud”.
Entre los meses de noviembre y diciembre de 1868 llevó a cabo la verdadera primera invasión de Guantánamo, librado numerosos combates, entre ellos los ataques a Tiguabos y la villa de Guantánamo, las dos poblaciones más concurridas de este sector. Su mayor éxito fue ganar prosélitos y animar entre sus habitantes la causa de la libertad.
La más difícil operación que cumplió el general Mármol fue defender a Bayamo de la poderosa ofensiva de las tropas del general español Blas de Villate, Conde de Valmaseda, formada por más 4 000 hombres de las tres armas, a partir del 7 de enero de 1869.
El general oriental tenía bajo su mando 2 500 efectivos, pero escasamente armados, mientras el enemigo contaba con cuatro piezas de artillería y fusiles modernos.
Los combates se libraron en el Saladillo, La Caridad, Cauto del Paso y Cauto Embarcadero, a orillas de los ríos Salado y Cauto, al oeste de la ciudad de Bayamo.
La potente artillería española destruyó las emboscadas cubanas y causó muchas bajas por muertos y heridos.
Debido a una traición el conde de Valmaseda, el 11 de enero, cruzó por Cauto Embarcadero, sin que las tropas de Donato del Mármol y Modesto Díaz pudieran impedirle su avance hacia Bayamo.
El general Mármol llevó la noticia al Gobierno de Bayamo sobre la imposibilidad material de detener a las mesnadas del conde de Valmaseda. Este hecho conllevó a que los bayameses tomasen la resolución heroica y extrema de destruir por el fuego su añeja y querida ciudad.
Personalmente, Mármol prendió fuego a su casa natal, situada al lado del ayuntamiento de Bayamo. En ese momento dijo: “La justicia de nuestra causa nos alienta y no desmayaremos mientras un soldado español nos insulte con su presencia…”
UN ALIENTO INDOMABLE
Una vez recuperada la villa de Jiguaní por las tropas colonialistas, el 14 de febrero de 1869 los generales Donato del Mármol, Máximo Gómez y Félix Figueredo atacaron la guarnición foránea. Durante tres días estuvieron asediando el enemigo, el que había encontrado en el fuerte de La Loma una buena posición, prácticamente inexpugnable.
En auxilio de las fuerzas españolas cercada en Jiguaní salió una columna de un millar de hombres desde Bayamo. Desde orillas del río Cautillo comenzó a emboscarla el coronel Calixto García, pero no pudo detenerle el paso.
Ante esta eventualidad, el general Mármol tuvo que retirarse con sus tropas para el campamento de La Vuelta Grande, cerca de Dos Ríos. Allí planificó junto con Gómez una ofensiva sobre Santiago de Cuba.
La muerte prematura de Donato Benjamín del Mármol arrebató a la Patria a uno de sus mejores hijos, un espíritu rebelde, heroico e indomable, enamorado del sublime ideal de la independencia y la revolución social.
FUENTES: Antonio Pirala Criado: Anales de la guerra de Cuba (1895); José María Izaguirre: Asuntos cubanos. Colección de artículos y poesías (1896); Emilio Bacardí Moreau: Crónicas de Santiago de Cuba (1923); Máximo Gómez Báez: Diario de campaña (1940); Francisco Arango Martínez: Próceres de Santiago de Cuba. Índice biográfico-alfabético (1946); Enrique Orlando Lacalle: Cuatro siglos de historia de Bayamo (1947); Enrique Collazo Tejeda: Cuba heroica (1980); Ramiro Guerra Sánchez: Guerra de los diez años (1986); Gilberto Toste Ballard: Bala, tizón y machete (1990); y Centro de Estudios Militares de las FAR: Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba (2006).