Era el mediodía del seis de octubre de 1976 y en las playas cercanas al aeropuerto de Seawell, en Bridgetown, la capital barbadense, los bañistas se burlaban del fugaz invierno caribeño, cuando contemplaron con horror como un avión de pasajeros dejaba tras de sí una estela de humo y fuego y se estrellaba en el mar.
Era el vuelo CU-455 de Cubana de Aviación siniestrado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de EE.UU. y criminales a su sueldo, de origen cubano.
Los 73 pasajeros y tripulantes del DC8 saboteado murieron, de ellos 57 eran cubanos, entre los que se encontraba el equipo juvenil completo de esgrima que había participado en una competencia en Venezuela, especialistas de Cubana de Aviación y otros funcionarios; 11 jóvenes guyaneses, seis de ellos seleccionados para realizar estudios de medicina en Cuba; y cinco ciudadanos de la República Popular Democrática de Corea, que visitaban países de América Latina en viaje de amistad.
Mientras muy lejos geográficamente de esa realidad, en Angola, se desarrollaba otro acontecimiento pero de signo contrario a aquella barbarie, cuando el pueblo disfrutaba de la independencia declarada el 11 de noviembre de 1975, gracias a la lucha de sus patriotas y del contingente internacionalista de combatientes cubanos, quienes derrotaron militarmente a las fuerzas racistas surafricanas con el apoyo del imperialismo estadounidense y sus lacayos.
La derrota en Angola incentivó como venganza cobarde los planes terroristas contra la Mayor de las Antillas, organizada por la CIA y sus cómplices y que tuvo su punto culminante en la voladura del avión cubano que se adjudicó rápidamente un llamado Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), en realidad una pantalla de la Agencia para ocultar su participación en el abominable hecho.
El denominado CORU fue hecho público en junio de 1976 con la integración de varias organizaciones terroristas, en la que se encuentra la Brigada 2506, de ex mercenarios de la invasión por Playa Girón.
Pero a pesar de los esfuerzos de encubrimiento pronto se conoció que los autores materiales del sabotaje fueron los ciudadanos venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo, encargados de viajar en la nave en un vuelo anterior al viaje fatal, para dejar en ella cargas explosivas. Ambos fueron dirigidos por Luis Posada Carriles y Orlando Bosh, todos vinculados con la CIA.
En medio de las investigaciones preliminares el 24 de octubre de 1976, el diario The New York Times aseguró que Luis Posada Carriles, exintegrante de la policía del dictador cubano Fulgencio Batista, ingresó a la Central de Inteligencia yanqui desde su arribo a Miami en 1960.
Además, las relaciones de estos terroristas con el espionaje estadounidense fueron demostradas en su momento en los procesos penales radicados en Venezuela, donde fueron condenados a prisión, aunque los máximos responsables Posada Carriles y Bosh -apoyados por la propia agencia y el gobierno norteamericano- escaparon de la justicia posteriormente.
Bosh vivió sin ser molestado hasta su muerte en el 2011 en Miami y cuando en una ocasión le preguntaron por las víctimas civiles del sabotaje al avión cubano se refirió a que todos eran miembros del gobierno comunista cubano que merecían morir, incluyendo a las deportistas sobre las que se refirió despectivamente como “unas negritas”.
Su otro cómplice en el crimen, Luis Posada Carriles, escapó fácilmente de una cárcel venezolana en 1982 y fue enviado por la CIA para El Salvador, donde colaboró en la represión y asesinatos de revolucionarios y el tráfico de drogas durante la guerra civil en ese país. Actualmente vive como un héroe de la comunidad contrarrevolucionaria de Miami.
Durante la despedida de duelo de las víctimas en la Plaza de la Revolución el 15 de octubre, el Comandante en Jefe Fidel Castro denunció con irrebatibles datos la responsabilidad de la Central de Inteligencia en el hecho.
Describió sus métodos y en memorables palabras al referirse a la decisión de enfrentar la ofensiva terrorista del imperio cerró su discurso con estas sentidas palabras que hoy mantienen más actualidad que nunca:
“No podemos decir que el dolor se comparte. El dolor se multiplica. Millones de cubanos lloramos hoy junto a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen. ¡Y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!