El Fidel que conocí (+ fotos y audio)

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Por Dayami Monges Corrales y María Karla Castillo Bavastro( estudiante de Periodismo) | 25 noviembre, 2023 |
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Coincidir con personalidades no es experiencia común para cualquier ser humano. Cada uno, por su propio rol, tiene características únicas, las mismas que imprime en aquellos con quienes comparte; según el estado y el momento, la imagen adquiere valor.

Entre las figuras destacadas del siglo XX, Cuba tenía en su seno a un hombre diferente. Los recuerdos de los afortunados en intercambiar con Fidel Castro Ruz lo señalan como ser extraordinario, imponente, afectuoso en el carácter.

Fidel no solo se impuso por el papel de líder en el proceso revolucionario cubano o los retos a superar en el camino; en él, también, sobresalían la rebeldía innata, la solidaridad y el sueño de una América integrada. Su destacada estatura, la barba copiosa y el uniforme verde olivo se aprecian como elementos propios del Comandante.

Fidel se consideraba granmense, y aunque la provincia fue constituida después de 1975, el lomerío que encierra este territorio lo acogió en más de un combate; fue abrigo, sombra y resguardo, como quien acuna al  hijo rebelde y justo en su causa.

EN DOS MENTES, UNO

Guillermo Calixto González Labrada, Doctor en Ciencias de la Pedagogía, recuerda que, al cierre de la década de 1980, en un encuentro nacional de educadores, en el Teatro Carlos Marx, coincidió con Fidel.

Guillermo González Labrada y su esposa Sol Ángel Paneque Rondón/ FOTO Rafael Martínez Arias

El profesor recién concluía una investigación sobre el lenguaje y la comunicación de los niños en la Sierra Maestra; en su intervención explicó al líder sobre los resultados del tema de análisis, en el municipio de Bartolomé Masó.

En ese instante, Fidel le pregunta: “¿Cuál es la mortalidad infantil de Río Cauto? Ante la sorpresiva interrogante, González Labrada contestó: “No,  Comandante, ahí me desaprobó”. Rememora las risas en el teatro, luego de la ocurrente respuesta, pero asegura su estado de seriedad, los nervios no le permitieron relajarse.

En la escuela de la misión cubana en Naciones Unidas

Por azares de la vida, Guillermo volvió a encontrarse con Fidel, en el año 2000, cuando laboraba, junto a su esposa, Sol Ángel Paneque Rondón, en la escuela primaria José Martí, de la misión de Cuba en la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Durante el acto de recibimiento y apoyado en los guardaespaldas del entonces presidente cubano, logró tomar algunas fotografías. Ahora González Labrada relata que, en una de las instantáneas, se ve a Fidel inclinado frente a una pionera, le pregunta a quién le daría las flores y ella respondió: “A ti, pero cuando canten el Himno Nacional”.

Según los recuerdos del profesor, Fidel contó hasta tres y entonaron el Himno. El pedagogo reconoce lo impactante de ese momento para él, que estaba autorizado a tomar fotos, pero en tales circunstancias olvidó su cámara y se centró en la figura.

Guillermo y Sol Ángel llegaron a la escuela José Martí, ubicada en New York, para garantizar la educación de los hijos de los diplomáticos cubanos, y allí impartieron docencia a los grupos multigrados.

“Yo hablo de eso y me parece que lo estoy viendo”, dice Sol Ángel al rememorar el momento de cercanía con Fidel. “Yo sabía de su estatura, pero cuando entró por la puerta parecía llenar el local”, comenta.

“Se nos acercó y conversó con nosotros, pude contestar a sus preguntas, pero yo creía estar en otro espacio, de momento toda la atención era para él. Fue maravilloso”, expresa emocionada la maestra.

MEMORIAS DE UN ABUELO (I)

Manuel Antonio Bavastro Valera, bayamés y revolucionario, comenta sobre su experiencia al lado del Líder Histórico de la Revolución: “Fidel salía de una visita a la presa Cauto del Paso, en noviembre de 1988,  que estaba en construcción, y se dirigió, después, al espacio de ejecución de la obra del actual Pediátrico”, asevera quien fuera miembro del comité ejecutivo del Poder Popular para atender el sector de la Construcción.

Manuel Antonio Bavastro Valera/ FOTO María Karla Castillo Bavastro

Ese día, junto al jefe de la obra, se dirigió temprano al lugar y estudiaron cada detalle del proceso, porque “con Fidel nunca se sabía cuál era la siguiente pregunta”, destaca Bavastro Valera.

“A su alrededor había mucha gente, llegó sobre las 3:00 de la tarde, nos saludó y comenzó a dialogar sobre la cantidad de pisos, la posibilidad de demoler el área superior y bajar los niveles de altura. En una ocasión, miró hacia la Fábrica de Almohadillas Sanitarias, se dio cuenta de que no estaba terminada y preguntó qué faltaba, le respondí que alrededor de un millón de pesos cubanos y dijo: “Tómenlo y terminen, porque a las mujeres les hacen falta las almohadillas”.

“DE AQUÍ SALIMOS 45”

“La primera vez que vi al Comandante en Jefe fue cuando estudiaba en la Universidad de Oriente, en el tercer año. Era sábado, descansábamos sobre las literas y de momento corrió la voz, Fidel estaba en el Rectorado y solicitaba vernos, si no estábamos en la docencia”, cuenta Ana María Sablón Arias, Máster en Ciencias de la Educación.

“Había una tarima improvisada, desde ahí comenzó a dialogar con nosotros”. Ana María no tiene una foto al lado de Fidel, tampoco le entregó un diploma, la cercanía entre ellos se limitaba a espacios de intercambio.

Ana María Sablón Arias/ FOTO Rafael Martínez Arias

Ella lo recuerda como un hombre agradable, sencillo, capaz de intercambiar con ingenieros, economistas y muy interesado en el Instituto Pedagógico Frank País, el cual, en ese entonces, se encontraba dentro de la Casa de altos estudios en Santiago de Cuba.

Años más tarde, Ana María integró, como diputada, la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el año 1986, y también fue delegada de base por mucho tiempo. Ello facilitó que pudiera verlo durante los plenarios.

“Más de siete años estuve en plenarios y jamás se retrasó ni llegó tarde, a las 9:00 comenzaban y nunca falló, estuvo en todas, tal vez organizaba su agenda con antelación, pero siempre estuvo allí”, destaca la pedagoga.

“Hay un aspecto que me gusta señalar, el Comandante era un magnífico interlocutor, dejaba hablar, escuchaba, valoraba, no había una opinión de un delegado a la cual no le prestara toda la atención, y grababa con una capacidad extraordinaria; luego, durante el plenario, o en otra ocasión, reflexionaba sobre el comentario de aquel diputado de determinada provincia”, explica.

“A los plenarios acudían personas de varios niveles culturales, -por eso digo que era un excelente interlocutor-, técnicos medio, hombres de campo, y él se entendía de manera perfecta con ellos”.

El nivel de preparación de Fidel era único; Ana María señala al respecto: “No estaba con nosotros en las reuniones preparatorias, su vida compleja no lo permitía, pero al insertarse al plenario estaba al día.

“Era sensible, era agradable, en medio de los debates decía algo jocoso que levantaba el plenario o generaba el intercambio, pedía permiso antes de interrumpir. Intervine varias veces durante mis años de experiencia en estas labores y me escuchó, yo llevaba el sentido del pueblo y él acogía mi criterio con exquisitez”, dice Ana María.

Sablón Arias tiene una vida común, en ese entonces su agenda laboral era más complicada, pero asegura que el papel de madre y esposa no limitaron su desarrollo en las otras funciones. Agrega: “Fidel te daba un motivo, un impulso para superarte.

“Para un referéndum de una modificación constitucional, recuerdo, 20 de febrero, estaba embarazada casi con nueve meses, y eran cerca de las 9:00 de la noche, estaba incómoda y llamé a la jefa de sala para que me acompañara al baño, pero cuando entro al salón, dice Fidel: -Les pido permiso, debemos detener esto en este preciso momento, porque en vez de salir 44 diputados, vamos a salir 45-. Era yo la barrigona.

“No es ser idealista, pero él era algo excepcional, solo trato de reflexionar sobre su personalidad, humanismo, la capacidad de intercambiar ideas, imprimía el deseo de superarse, trabajar, vivir”.

MEMORIAS DE UN ABUELO (II)

Cuando Mayarí, Sagua y Moa eran una región de la provincia de Oriente, José Antonio Leyva García vio a Fidel por primera vez: “Llegó al central donde yo vivía, Frank País, estaba dentro del plan un recorrido por el Norte, se enfocó en el análisis de los viales, las comunicaciones y otros factores del entorno. Al poblador le llamó la atención el discurso del Comandante en Jefe y sus intereses de electrificación para la zona, tanto el alumbrado como los caminos se hacían complejos; sin embargo, él estaba interesado en aquel asunto.

“El pensamiento humanista se extendió hasta el cambio de los llamados barracones, donde vivían los trabajadores, fue una orientación del Comandante, había que cambiar aquella realidad, sentía los problemas de los demás como suyos, era empático.

“Lo vi otra vez, cuando se organizó la zafra de los 10 millones. Se hizo una reunión en la zona de Puerto Padre, era el año 1968, Fidel explicaba el porqué de la movilización dentro de la agricultura, hablaba en esa ocasión sobre las razones de esa contienda, no solo en lo agrícola, sino en la industria”.

Estas oportunidades no favorecieron el encuentro cara a cara entre Leyva García y el Comandante en Jefe, pero, el 30 de mayo de 1970, en la inauguración de la primera etapa del poblado de Vado del Yeso, el líder se refirió al plan arrocero en el municipio de Río Cauto, el mismo que luego se planificó extender hasta Camagüey, y el mensaje del discurso conmovió, otra vez, a José Antonio, quien se sintió identificado con la visión integradora de Fidel, pues ya hablaba de un programa de carreteras y sistemas hidráulicos para el Oriente.

“Tenía un carácter humano y sensible con los trabajadores. Llegó un día a una obra en la que estaba trabajando, dio un recorrido y luego se dirigió con nosotros a los albergues y al comedor, donde se preocupó por la alimentación.

“Luego preguntó por las necesidades de los trabajadores y, dentro de las posibilidades reales, colaboró con el transporte, para el traslado durante los pases hacia las localidades; allí había gente de todo Oriente. Aseguró 15 guaguas Girón para el grupo, y se preocupó por la presencia médica en el área.

“En una ocasión, no cumplimos con el plan y fue personalmente, nos cuestionó y dijo: -Voy a mandar a que les quiten la cuota de arroz, ustedes no cumplieron; por lo tanto, se lo voy a quitar-. Fue una amenaza, pero no la cumplió”, sonríe.

“Un recorrido en el año 1986 se convirtió en un llamado de atención hacia la actividad hidráulica, porque consideró insuficiente la cifra de 400 millones de metros cúbicos de agua, para esta, una provincia eminentemente agrícola. Luego se hicieron los proyectos de la presas Cauto del Paso y  Corojo.

“Tuve que explicarle el proceso sobre Cauto del Paso, me hizo 42 preguntas, están ahí, en los periódicos de la época. Hablamos sobre los equipos, yo me quedé corto, él coordinó cada detalle. Era un hombre preciso, leía mucho, demostraba un amplio conocimiento”. Leyva García recuerda de Fidel la determinación y la certeza, sabía conducirse y conducir.

GUAJIRO ANDANTE

Los Andantinos tienen experiencias mágicas, no solo por su imaginación y talento, sino por las oportunidades de hacer buen arte; la guagua de la puesta en escena un día los acercó a Fidel.

Juan González Fiffe, director general del grupo de Teatro Andante, se aproximó a Fidel en más de una ocasión; el arte sirvió como puente en el diálogo de dos artistas con diferentes visiones.

“La primera vez que estuve cerca de él y pudimos conversar fue en la inauguración de la escuela de instructores de arte de Santa Clara. Al terminar el discurso, bajó de la tribuna y fue hacia el grupo, estuvo con nosotros alrededor de 15 minutos.

“Después de esa experiencia, me pareció real su búsqueda del bienestar para el pueblo, escuchaba los criterios y aplicaba el conocimiento.

“Nos encontramos en una segunda ocasión, en el Palacio de las Convenciones, en el primer Congreso de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Recuerdo que, al terminar la sesión primaria, no abandonó el salón, se reunió con los delegados, ahí lo sentí tan cerca, porque el intercambio lo hizo con su mano puesta en mi hombro.

Juan González Fiffe/ FOTO Rafael Martínez Arias

“Ese breve acercamiento me impactó: Yo soy un guajiro, hoy artista, por las oportunidades que me dio esta Revolución de formarme, asistí a una escuela de arte. Las personas a esos niveles uno las ve algo lejanas, pero él era diferente, se acercaba, provocaba a los jóvenes.

“Años después, yo le pedí que asistiera a la inauguración de un proyecto comunitario, el del Bus, y accedió con una naturalidad… Para mí fue impresionante, su virtud estaba en la mirada hacia lo común, sin más aspiraciones. Yo pensé que no vendría, dado su ritmo de trabajo, pero lo hizo, compartió con todos, mi esposa, los niños…

“Muy pocos presidentes en el mundo hacen este tipo de acciones, él se tomó el tiempo para ver las ideas de un artista de pueblo, a mí me pareció algo milagroso, estuve cerca de su pensamiento en este sentido, tenía sueños hermosos.

“En esa ocasión, mi hija actuó para él con el grupo infantil, los niños se acercaron y lo besaron, otros artistas de la provincia pudieron intercambiar, la ocasión generó un contacto integrador, abierto.

“Pocos fueron los momentos a su lado; sin embargo, dejaron una huella, alguien de su nivel junto a mí, compartiendo proyectos, hablando de sueños y pensándolo como una alternativa para muchos”.

Hombre, los agradecidos te acompañan

Cómo anhelaremos tus hazañas

Ni la muerte cree que se apoderó de ti.

El viernes 25 de noviembre de 2016, a las 10:45 de la noche, falleció Fidel Castro Ruz. Horas más tarde, su hermano, Raúl Castro Ruz, informaba por televisión sobre el suceso y el protocolo de las honras fúnebres.

De las ocasiones en las que el Comandante en Jefe visitó la provincia de Granma, quedó parte de su espíritu aquí y el sacrificio, propio de los bayameses, en él, desde la recogida de la campana en el ingenio Demajagua, hasta el discurso con motivo del 26 de julio en el año 2006, esta tierra también es barbuda y gigante.

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