El que mucho abarca…

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Por Darielis Calzada Alarcón | 28 febrero, 2024 |
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IMAGEN/ El Independiente

“El que mucho abarca poco aprieta” era uno de los muchos refranes que mi abuela decía, cuando nos veía atareados en la casa o en la escuela. En verdad, no es solo refrán de abuelos, sino alerta necesario frente a un mal hábito que pasa desapercibido en la actualidad.

La multitarea es práctica que ha tomado mucho auge en los últimos tiempos. El término, de origen anglosajón,  multitasking, hace referencia a la capacidad que poseen las personas de realizar diferentes actividades de manera simultánea, con eficacia y rapidez.

Aunque la expresión está vinculada directamente al ambiente tecnológico, pues alude a dispositivos capaces de efectuar más de una labor al mismo tiempo, cuando se humaniza, la vemos como acción habitual.

Con la intención de ahorrar tiempo, muchos fuerzan sus capacidades para realizar varios trabajos a la vez, pero, en verdad, lo que hacen es concebir una lista de tareas mayor a la que pueden manejar.

Lo ejecutamos de manera automática, pues resulta un ejercicio que hemos aprendido y practicado durante mucho tiempo, por tanto, cuesta percibirlo como mal hábito.

En principio, intentar varias tareas a la vez no parece peligroso para nosotros, incluso podemos llegar a creerlo beneficioso. La lógica en este caso es simple: si hacemos dos cosas a la vez, habremos logrado el doble en el mismo tiempo, pero… ¿será del todo cierto?

Aunque nuestro organismo realiza varias actividades simultáneamente, el ser humano solo posee un cerebro que, desde la conciencia y la racionalidad, no permite ser multitasking. Los estudios de neurociencia confirman que, al pasar de un pensamiento a otro, se desactiva una red de conexiones y se activa otra, podemos transitar rápidamente de una acción a la siguiente, pero no estar enfocados en paralelo.

En la actualidad, en el mundo tan convulso, parece necesario hacer varias tareas al unísono: trabajar, revisar el e-mail, cocinar, atender las redes sociales, estudiar, redactar el informe, luego atender al whatsapp, después ir al baño…un cúmulo de actividades que, al final, terminan por no realizarse con  la efectividad que requieren.

El problema comienza cuando las acciones tienen alto grado de complicación, pues la multitarea frena la productividad y acarrea consecuencias negativas para la salud mental que, a simple vista, no se perciben.

Un artículo sobre neurociencia, publicado en la revista Forbes, expone que se pierde de seis a nueve minutos cada vez que saltamos de una actividad a otra, tiempo que el cerebro tarda en llegar nuevamente a su máximo rendimiento. Esto aumenta el costo cognitivo en forma de pérdida de concentración y efectividad.

El trabajo se torna básico con enfoque superficial, aumentan la pérdida de memoria, el cansancio y el riesgo de procrastinación, al ir de un pensamiento a otro, por ausencia de hábitos de organización y de faena focalizada. Además, el estrés crece al acumularse las actividades.

Dejamos pasar detalles importantes, crecen la frustración y la ansiedad, por no terminar ninguna tarea, somos poco productivos, no nos concentramos y,  al final, todo lleva a la insatisfacción personal.

Es primordial, por tanto, que nos eduquemos respecto a lo que es importante y lo que no. Aunque todos tenemos largas listas de quehaceres pendientes, debemos adoptar nuevas costumbres para cuidar la salud mental.

Es recomendable cambiar de hábitos, intentar una actividad cada vez, identificar prioridades en el día a día, descansar adecuadamente y hacer ejercicios físicos.

“Quien no sabe dónde va, no llegará a ningún lado”, dice otra frase de mi abuela en la que tiene mucha razón. Debemos proponernos metas claras y organizarnos para lograrlas; una de ellas debe ser cuidar la salud mental, porque no somos orquestas.

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