El tornillo milagroso

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Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 19 septiembre, 2023 |
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Hace pocos días un cartelito colocado a la entrada de la bodega alegró al vecindario:

-Mañana se venderá  pollo asado o salchicha, por la tarjeta,  en Doña Neli.

Ante la noticia, el fogón de inducción se estremeció, se  aflojaron dos losas del enchape y el teléfono no dejó de sonar.

-¿A qué hora vas?-preguntó Tere, la vecina.

-Lo más temprano posible, por si acaso- dije y antes de las 6:00 de la mañana, la moto eléctrica verde de su esposo Héctor, cumplimentaba la recogida solidaria a domicilio y partimos a cumplir la misión.

Poco a poco llegaban los clientes con la repetida interrogante: ¿pollo o salchicha?

El hombro encogido y las fisuras labiales en forma de U, invertida, albergaban la incógnita respuesta reflejada en la fila, que se estiraba como un majá de Santa María.

El sol delataba el calor matinal y quienes solicitaban la última persona, lo hacían al inicio de la fila para evadir la espera. En ese momento, llegó Alicia con el sueño marcado en sus ojos y como pensó estar en el país de las maravillas se me arrimó con un marcado pretexto:

-¿Viste cómo tengo la cara?

– ¿Se te pegó la sábana?-pregunté con toda intención.

-Muchacho, ¡Tremenda pesadilla!

-¿Y eso?

-Soñé hace que había llegado un cirujano plástico al hospital, procedente de La Habana, con un procedimiento de cirugía facial para eliminar las arrugas y como tengo la cara peor que una berenjena reseca, fui a verlo.

Dijo que el proceso era muy sencillo y rápido, de manera que si estaba de acuerdo me sometería a una intervención, por mínimo acceso, que me dejaría el rostro suave y liso como el terciopelo.

¿Te imaginas? No dudé y cuando viene a darme cuenta, me había  instalado un  tornillo especial entre el cráneo y el cuero cabelludo, que apenas se notaba, porque el pelo lo tapaba. Su indicación fue precisa:

-Cada vez que usted vea una arruga, le da un cuarto de vuelta al tornillito y la  rugosidad desaparecerá.

Entusiasmada por aquel invento, llegué  a casa, loca de alegría. Mis amistadas nada más hablaban del éxito de la cirugía, y pá mí que me hicieron mal de ojo. Dos bolsas querían estallar debajo de mis ojos y de inmediato fui a consultar al cirujano.

Me examinó meticulosamente por varios minutos y fue preciso en el diagnóstico:

-Mire señora, eso que tiene debajo de los ojos no son bolsas, son senos y de seguir apretando el tornillo, dentro de pocos días le aseguro va a tener una buena barba en el rostro.

Esa mañana reí con deseo y  hasta me desentendí  del qué dirán, ante la solicitud de mi vecina:

-Chico, hazme el favor y cómprame el pollo que dejé el fogón encendido.

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