El grupo guerrillero de la retaguardia del Ejército de Liberación de Bolivia, bajo el mando del comandante Juan Vitalio Acuña Núñez, durante el cruce del río Grande, por el vado de Puerto Mauricio, en la región de Santa Cruz, cayó en una emboscada mortífera, a las 5: 30 de la tarde, del 31 de agosto de 1967, hace 58 años.
La delación del campesino Honorato Rojas, el guía, propició la celada, por el único lugar de la zona para cruzar el violento río. Estando en medio de la corriente comenzó el diluvio de fuego de una compañía del régimen boliviano, dirigidos por el capitán Mario Vargas Salinas.
En la acción perdieron la vida ocho combatientes revolucionarios: los cubanos Juan Vitalio Acuña Núñez (Joaquín), Israel Reyes Zayas (Braulio) y Gustavo Machín Hoed de Beche (Alejandro); la argentino-alemana Haydée Tamara Bunke Bider (Tania); y los bolivianos Apolinar Aquino Quispe (Apolinario o Polo), Walter Arancibia Ayala (Walter o Abel), Freddy Maymura Hurtado (Ernesto o Médico) y Moisés Guevara Rodríguez (Moisés o Guevara).
El último día de ese agosto, la tropa del Che Guevara se acercó a la zona de Río Grande a través de la serranía de Masicuri. Y, al otro día, llegaron precisamente a la casa abandonada de Honorato Rojas. O sea, en pocas horas se hubiera producido la anhelada fusión de las dos tropas guerrillas.
MASACRE EN EL RIO GRANDE
Esta fuerza guerrillera desde abril de 1967 se había separado de la columna para cuidar unos heridos, pero más tarde se extraviaron. Aunque el Che Guevara envió varias patrullas en su búsqueda, no pudieron localizarlos.
La retaguardia había quedado aislada y acosada sistemáticamente por el enemigo. Para despistarlos tenía que realizar marchas agotadoras, muchas veces sin probar apenas bocado.
El 30 de agosto, llegaron a la casa del campesino Rojas, quien en febrero había colaborado con la guerrilla. Los atendió con gentileza. Esta vez, indicó un lugar seguro para que Joaquín y su gente acamparan. Además, prometió ayudarles a cruzar el río al otro día hacia Vado del Yeso.
Pero, acobardado, con su hijo mayor, Lucio, trasmitió un aviso al soldado del Ejército Fidel Rea sobre la presencia de los revolucionarios cerca de su casa, para que a su vez este lo comunicara a su unidad en el cuartel de Lajas.
De esta forma fue que el capitán Vargas Salinas, a cargo de una compañía del Batallón Manchego de Guabirá, de la 8va. División, conoció de los movimientos del grupo guerrillero por esa zona.
En la madrugada, los soldados se aproximaron al vado de Puerto Mauricio, escogiendo para la emboscada. Pero antes del amanecer detuvieron a la mujer de Honorato, quien huía con sus tres hijos, y poco después se presentó el campesino con su hijo mayor.
Entonces, Vargas lo obligó a regresar a su casa y que a las 3:00 de la tarde guiara al grupo hasta la celada. Para evitar disparar sobre su persona, se le dijo que se pusiera una camisa blanca para identificarlo.
Pero a la hora fijada no se avistaban los guerrilleros en Puerto Mauricio. La tardanza exasperaba a Vargas, quien miraba su reloj una y otra vez. Entonces, masculló una maldición. No quería que la noche le sorprendiera en aquel lugar.
Pero hacia el ocaso, vio al campesino avanzar con Israel Reyes (Braulio). De pronto, el cubano se detuvo al advertir numerosas pisadas frescas; pero Honorato lo calmó diciéndole que las habían originado sus hijos, en el traslado del ganado a beber agua. Terminado el incidente, el traidor se despidió de los combatientes.
Aunque en ese lugar el lecho no era muy profundo, las piedras grandes y medianas harían muy difícil cualquier intento de repliegue: no tendrían escapatoria ante un nutrido fuego con ametralladoras y armas automáticas.
El grupo poco a poco fue penetrando en el río, con los fusiles sobre sus cabezas. El primero en alcanzar la otra orilla fue Braulio, quien animaba a los demás a cruzar rápido.
Ya con todos dentro de las aguas, el capitán Vargas dio la orden de abrir fuego. Braulio se lanzó al suelo y accionó su ametralladora ligera liquidando a uno de los militares, pero sobre él cayeron cientos de balas. El comandante Vilo Acuña logró llegar a la otra ribera, pero herido de gravedad, cayendo entre la maleza. Tania recibió un disparo en el pulmón, siendo arrastrada por la fuerte corriente. Tras la mujer se lanzó al agua Cabrera, para rescatarla.
El resto del grupo disparaba desde el agua, pero poco pudieron hacer ante la superioridad del adversario. En su avance los uniformados herían y remataban, disparando al pecho y la cabeza.
De entre unas piedras, escondido, José Castillo Chávez (Paco) gritó: “¡Me rindo! ¡No disparen!” Tenía tres heridas leves. De igual modo, encontraron con vida a Fredy Maymura. A ambos les preguntaron por el paradero del Che. Castillo no cesaba de llorar y gemir, diciendo que no sabían del Che desde varias semanas.
Ante tanto gimoteo Fredy lo miró con desprecio. Algunos militares identificaron al médico, natural de Trinidad, y se ensañaron con él. No respondía ninguna pregunta que le realizaban. Esta actitud de alta moral revolucionaria le costó la vida; recibió varios plomazos en el pecho. A Paco correspondió identificar cada uno de los cadáveres.
El 4 de septiembre, durante un peine realizado río abajo fue hecho prisionero el peruano Restituto José Cabrera Flores (Negro). Fue asesinado a culatazos, a orillas del río Palmarito, afluente del Ñacahuasú.
Los partes militares mintieron deliberadamente sobre el escenario verdadero de la emboscada. La 8va. División perpetró el crimen en la jurisdicción de la 4ta. Pero para ganar la recompensa de miles de pesos por cada guerrillero muerto, ubicaron los sucesos en vado del Yeso, del río Masicuri.
UN GOLPE DOLOROSO
Con la muerte de Juan Vitalio Acuña se perdía el segundo al mando de guerra liberadora en Bolivia y jefe de la retaguardia. Natural de Purial de Vicana, en el municipio Media Luna, luchó en la Sierra Maestra y alcanzó el grado de comandante. Integró el primer comité central del Partido Comunista de Cuba.
Israel Reyes, nacido en Marsellas, en la Sierra Maestra, era el segundo del grupo de la retaguardia. En el Ejército Rebelde alcanzó el grado de teniente y acompañó al Che Guevara a la lucha en el Congo.
El habanero Gustavo Machín fue jefe de operaciones de la guerrilla. Por problemas salud pasó a la retaguardia el 17 de abril. En Cuba había pertenecido al Directorio Estudiantil Revolucionario, llegando al grado de comandante.
Desde su visita a la tropa, Tania se quedó definitivamente en la guerrilla. El 17 de abril fue incorporada a la retaguardia, donde demostró pujanza y valor. Estuvo afiliada al Partido Socialista Unificado de Alemania. En Cuba estudio periodismo. Desde 1964 estuvo en Bolivia realizando estudios y contactos para garantizar la estrategia revolucionaria.
LAS NOTAS DEL CHE GUEVARA
Al conocer los dolorosos hechos de Vado del Yeso, el comandante Ernesto Che Guevara, el 2 de septiembre escribió en su diario: “La radio trajo una noticia fea sobre el aniquilamiento de un grupo de 10 hombres dirigidos por un cubano llamado Joaquín en la zona de Camiri”.
Pero todavía, guardaba algunas esperanzas de fuera uno de los tantos rumores que por entonces circulaban: “Sin embargo, la noticia la dio La Voz de las Américas y las emisoras locales no han dicho nada”.
En las anotaciones del día siguiente, el argentino recogió los datos que divulgaban desde las emisoras de los Estados Unidos: se había librado un combate con tropas del Ejército y que el único sobreviviente de un grupo de 10 había sido José Castillo (Paco), uno de la resaca.
Basado en la falta de información local y decir que la acción había sido en Masicuri, el líder revolucionario mantenía el criterio de que podría tratarse de una mentira más del régimen. Las contradicciones sobre el lugar del combate confundían al Che. Pero el hallazgo del cuerpo de Tania siete días después, le confirmó la masacre.
El cadáver de la heroica internacionalista fue traslado a Valle Grande. A la inhumación de los resto de la guerrillera en el cementerio local acudió el presidente de Bolivia René Barrientos Ortuño, con amplia cobertura de la prensa.
FIN DE UN TRAIDOR
El presidente Barrientos Ortuño pagó al delator Honorato Rojas con cinco hectáreas de tierra a seis kilómetros de la ciudad de Santa Cruz, donde vivió oculto bajo el peso abrumador del pánico que anida en la conciencia de un traidor.
Su esposa, Andrea Vega, a causa de la traición a Tania y demás guerrillero le abandonó y se fue a vivir con sus padres en Pucarillo. El felón se casó de nuevo con Fructuosa Ávalos.
Pero la justica revolucionaria no tardó en llegar. El 14 de julio de 1969, un comando del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia ajustó las cuentas por la vil traición. Recibió dos tiros mortales de revolver.
TUMBAS INOLVIDABLES
Los restos de los mártires de Vado del Yeso fueron localizados en Valle Grande y trasladados a Cuba el 8 de octubre de 1999. Tuvieron un mausoleo especial: el Conjunto Escultórico Ernesto Che Guevara, en la ciudad de Santa Clara, junto a los del Guerrillero Heroico y demás combatientes.
El acero de su temple eslabona la historia gloriosa de América Latina en el camino de su independencia y libertad definitiva.
La dedicación de sus vidas a la hacer la Revolución en bien de los derechos humanos, la justicia social y la unidad de los pueblos latinoamericanos, los convierten en referentes obligados de los hombres y mujeres inolvidables de Nuestra América.
FUENTES: Ernesto Che Guevara: Diario en Bolivia (1968); Marta Rojas Rodríguez y Mirtha Rodríguez Calderón: Tania, la guerrillera inolvidable (1974); Gary Prado Salmón: La guerrilla inmolada (1987); Adys Cupull y Froilán González García: De Ñacahuasú a La Higuera (1989 y 2017); y Carlos Soria Galvarro: El Che en Bolivia. Documentos y testimonios (2009).