
Cuando lo vi pensé lo poco frecuente que es encontrar a un hombre ejerciendo esta profesión, pero Luis Armando Mengana Castellano, enfermero asistencial de la Terapia Intensiva del Hospital Infantil General Luis Ángel Milanés Tamayo, se siente feliz y orgulloso de su labor.
Con solo 30 años, ha demostrado tener el talento y la capacidad suficientes para enfrentarse a situaciones tan delicadas como tener la vida de un niño en sus manos.
“Es cierto que en la Enfermería la mayoría son mujeres; sin embargo, el hombre también puede desempeñarse bien, hay que ser humanitario y a mí me motivó a estudiarla el hecho de poder ayudar a las personas.
“En el caso de nosotros, ahí en Terapia cada vez que se salva un paciente es algo que no se compara con nada, porque ves a un niño que llega muy mal y trabajando en conjunto con los médicos y el equipo de enfermería, logra volver a su casa recuperado.
“Cuando eso sucede es una satisfacción enorme ver la cara de agradecimiento de los familiares; varias veces me han parado en la calle para saludarme y darme las gracias por haber salvado a un pequeño; si eso no te llena de orgullo es que no te corre sangre por las venas.
“Lo difícil de la Enfermería pediátrica es que tienes que buscar, porque muchas veces el niño no te puede decir me duele aquí o me siento de esta manera, a diferencia de cuando atiendes a adultos.
“La relación del paciente y el enfermero se intensifica más porque estamos junto con ellos prácticamente todo el tiempo, incluso a veces llegas a hacer amistades que se quedan para siempre, los sientes como parte de tu familia”.