
El júbilo era reinante en todo el país, corría el año 1959 y en toda Cuba crecían los preparativos para la primera conmemoración del Día de la Rebeldía Nacional, tras el triunfo revolucionario.
La familia Torres García también celebraba, pero lo hacía por partida doble: el nacimiento de la pequeña Maricela, aquel 10 de julio, fue un acontecimiento que también hizo a todos muy feliz.
Sin embargo, ese regocijo se vio empañado cuando a los tres meses de nacida, una fiebre alta resultó ser poliomielitis, una enfermedad que marcaría para siempre su vida al dejarla con secuelas parapléjicas y otros traumas asociados.
A pesar de los desafíos físicos, desde temprana edad, la niña mostró una determinación notable y, a los cinco años, comenzó su educación formal, pero su entorno escolar no estaba preparado para aceptar la diversidad.
“El bullying por parte de mis compañeros de aula y del resto de la escuela afectó mi autoestima y quebró mis fuerzas y deseo de aprender. La sobreprotección de mis padres, aunque por amor y preocupación, también limitó mis aspiraciones y me llevó a desistir de muchos de mis sueños”.
A los17 años, por insistencia de sus padres, decidió unirse a los CDR y a la FMC, organizaciones que le brindaron nuevas oportunidades de crecimiento y desarrollo.
“La FMC, en particular, se convirtió en un espacio donde encontré apoyo y motivación para continuar mis estudios. Gracias a este impulso, logré completar el sexto grado y, más tarde, incorporarme a la Facultad obrero-campesina; obtuve el bachiller y, acorde con mis intereses y condiciones, encontré un empleo para sustentarme”.
Otras tantas barreras tuvo que vencer, en un ambiente en el que no era común el aporte de personas discapacitadas y no todos estaban sensibilizados para aceptarlas.
Mas no desistió y, cuando todo apuntaba al desaliento, surgen en Cuba nuevas organizaciones no gubernamentales, entre estas la Asociación Cubana de Limitados Físico Motores (Aclifim), el 25 de noviembre de 1981, la que tuvo su constitución en Bartolomé Masó el 10 de febrero de 1982.
“Gracias a la Aclifim comienzo mi bregar para reinsertarme totalmente a la sociedad. En ella ocupo cargos importantes hasta llegar a la vicepresidencia municipal. Obtuve, además, la condición de vanguardia nacional y soy miembro del Consejo provincial de la Aclifim”.
Con el tiempo, Maricela se convirtió en una defensora activa de los derechos de las personas con discapacidad, utilizando su experiencia para abogar por una mayor inclusión y respeto hacia quienes enfrentaban desafíos similares.
Su vida es ejemplo de cómo la determinación y el apoyo institucional y comunitario pueden ayudar a superar obstáculos significativos.
“Así me incorporo, como recepcionista, a la oficina territorial del Instituto de Planificación Física, donde gané el cariño y el respeto de mis compañeros de trabajo, quienes me eligieron secretaria general de la sesión sindical, actividad que desempeñé por muchos años”.
“También tuve el placer de representar al pueblo masoense como juez lego, en el Tribunal Municipal, por lo que obtuve un invaluable reconocimiento social”.
Por si esos resultados no fueran suficientes para certificar una hermosa trayectoria, es en el deporte donde Maricela teje sus mejores historias.
“A los 32 años de edad me incorporo a la práctica sistemática de deportes para discapacitados y participo en competencias provinciales y nacionales de atletismo, jabalina, disco y bala, consiguiendo medallas de diferentes colores.
“Tales resultados me llevaron a aventurarme en otras modalidades y disciplinas deportivas, como el tenis de mesa, baloncesto sobre silla de rueda y voleibol sentado, en las que también participé en múltiples eventos hasta el nivel nacional”.
Su pasión por el deporte fue inspiración para titularse, en 2013, con 54 años de edad, licenciada en Cultura Física y ejercer como profesora de varios atletas discapacitados del territorio, llevándolos a varios torneos, dentro y fuera del municipio y la provincia.
Aunque jubilada, pero no retirada de la actividad física y social, sigue siendo reflejo de las luchas que enfrentan tantas personas con discapacidad en su búsqueda por la inclusión y el reconocimiento social.
A sus 66 años, ya no es tímida ni aferrada al cuidado de sus padres; es totalmente independiente y fuerte de corazón y espíritu. Ha brillado intensamente e inspirado a otros a vencer sus propias batallas.