El eterno joven voluntario

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Por Orlando Naranjo Escalona | 20 mayo, 2025 |
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FOTO Orlando Naranjo Escalona

Era muy joven cuando la lucha armada se libraba aquí en la sierra, pero tenía la madurez necesaria como para comprender que aquella era su lucha y que su causa también era la de los barbudos rebeldes. La trayectoria de Ramón Hermelindo Estrada Estrada, conocido cariñosamente como Hermes, es un testimonio conmovedor de un combatiente que ha dedicado toda su vida a la lucha por la libertad y el bienestar de su pueblo.

Desde niño, con tan solo siete años de edad, se vio obligado a trabajar en las labores rudas del campo junto a su padrastro, lo que truncó sus sueños de educación temprana, pero también le forjó un carácter fuerte y decidido.

Para 1957, cuando hasta su natal comunidad de El Hormiguero en Sao Grande llegan los primeros ecos de la presencia de Fidel en estas montañas, apenas contaba con 21 años de existencia, no obstante, ya había trabajado como cortador de caña en los bateyes de Mascareño y Esmeralda en Camagüey y se desempeñaba como operario en el antiguo central Estrada Palma, actual Bartolomé Masó, donde purgaba azúcar y servía como suplente en otras labores relacionadas con la fabricación del crudo.

La causa revolucionaria resonó profundamente en él y pronto se unió a sus tíos en la lucha, desempeñando un papel crucial en la observación de los movimientos del ejército de Batista y en la preparación de ataques contra las fuerzas del régimen.

Uno de los momentos más significativos de su vida ocurrió cuando le encomendaron la misión de buscar ayuda médica para el comandante René Ramos Latour (Daniel), quien fue gravemente herido en el combate de El Jobal, el 30 de julio de 1958.

Este episodio, registrado en la bibliografía que relata la historia de la Revolución Cubana, destaca a Hermes como “el joven voluntario que avisa al Che” sobre la crítica situación del bravo guerrillero y aunque los médicos rebeldes Ernesto Guevara y Sergio del Valle acudieron rápidamente, lamentablemente no llegaron a tiempo para salvar la vida de su compañero y amigo.

Tras el triunfo revolucionario, Hermes dejó momentáneamente las armas y cambió la azada por el martillo, convirtiéndose así en carpintero encofrador.

“Me inicio en las labores de construcción de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, hice el número nueve en el emplantillamiento, me integro posteriormente a la Empresa Constructora de Obras Arquitectónicas (ECOA) # 20, donde laboro indistintamente en el levantamiento del poblado de Birán Sur, en Holguín; en la edificación de las 14 veguitas, en Yara y en la construcción de la presa sobre el río Buey en la zona de Bueycito, entre otras obras de menor envergadura”.

Sin embargo, su lealtad y compromiso con la defensa de la patria lo llevaron a integrarse nuevamente a la contienda armada, esta vez en la lucha contra los bandidos que se libraba en la Sierra Maestra y en El Escambray.

“Tuve experiencias memorables, enfrenté varios peligros que me dejaron marcas físicas y emocionales profundas. Una herida de bala en mi mano derecha es un recordatorio tangible de ello. Participé en uno de los cercos más grandes contra bandidos, junto a más de 65 mil milicianos, en la zona de Fomento, actual provincia de Santi Spíritus”.

Durante la crisis de octubre, como muchos cubanos, Hermes se preparó para defender su revolución nuevamente. Después de ese periodo, regresó a la construcción hasta que Fidel convocara a los 10 millones de toneladas de azúcar durante la zafra del 70.

“Me alisto en el Contingente de Trabajo Comunista “Combate de El Uvero”, en varios bateyes del actual municipio de Puerto Padre en Las Tunas, donde tuve que demostrar no solo mi destreza como dirigente y activista político del batallón, sino también como machetero para poder cumplir con la meta diaria que era de 10 mil arrobas por pelotón de 42 hombres mocha en mano”.

“Logramos ganar varias veces la emulación socialista que se establecía entre brigadas y pelotones e incluso ocupé, en una ocasión, el primer lugar en una competencia que se efectuó entre dúos de macheteros”.

Sin embargo, problemas de visión en su ojo derecho (por un aumento de presión intraocular) lo obligaron a abandonar trabajos forzosos, pero durante el Período Especial, en la década de los 90 del pasado siglo, retornó al campo, logrando la proeza de cosechar 187 quintales de arroz en condiciones de secano en una finca que abrió en la zona de Gibacoa.

“Eran años difíciles y había que luchar por la subsistencia, los enemigos de la revolución habían apostado porque esta se cayera y no lo podíamos permitir, salvándola a ella nos salvábamos nosotros y viceversa”.

Con sus 89 años a cuesta (2025), Hermes sigue vinculado a la tierra que le ha visto envejecer, el amor de su familia creada junto a su inseparable Mirtha Estrada, con quien lleva más de 60 años de matrimonio, así como el cariño y respeto de sus tres hijos y cinco nietos, educados bajo los mismos principios revolucionarios que siempre defendió, constituyen sus principales conquistas de vida.

Y aunque su historia resuena con los ecos del pasado, sigue siendo su presente lo que motiva e inspira a las nuevas generaciones a recordar y valorar a hombres y mujeres que como él creyeron en un futuro mejor para su país y lucharon incansablemente por ello.

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