
El aniversario 110 de la muerte de Rosa La Bayamesa fue evocado este domingo, en áreas del monumento que perpetúa su memoria en Bayamo, capital del suroriental territorio de Granma.
En la actividad participaron jóvenes, estudiantes, federadas, trabajadores y enfermeras que rindieron homenaje a esta ilustre patriota nacida en la comunidad bayamesa de El Dátil.
Un recuento sobre la vida de Rosa Castellanos Castellanos realizó Aldo Daniel Naranjo, presidente de la Unión de historiadores de Cuba en Granma, quien resaltó su papel como enfermera y combatiente, y agregó que ella es por tanto un símbolo para los bayameses y cubanos, por lo cual merece tributos como este.
En nombre de las enfermeras, seguidoras de su ejemplo, habló Clarisbel Machado López, quien expresó: “Hoy, ante la figura ecuestre que eterniza su imagen, sus continuadoras ocupamos un lugar en el que somos más útiles en frentes que nos tiene designada la patria.
También hizo uso de la palabra Laidelin Toledano Montero, jefa del frente juvenil femenino FMC Contigo. En sus declaraciones refirió que en el 110 aniversario de la desaparición de Rosa Castellanos Castellanos seguimos poniendo en alto el nombre de la mujer bayamesa, que es decir la cubana.
“Las jóvenes federadas inspiradas en el ejemplo de nuestras heroínas y bajo la guía del Partido, mantenemos el compromiso de construir el futuro e incorporarnos a las tareas y misiones que se nos asignen en este momento de recuperación que vive la patria”.
Presidió el acto Federico Hernández Hernández, primer secretario del Partido Comunista de Cuba en Granma, y fueron especialmente invitados la General de Brigada Delsa Esther Puebla y Edemis Tamayo Núñez, fundadoras del pelotón las Marianas, y el General de Brigada Harry Villegas Tamayo, integrante de la columna del Che.
Rosa Castellansos Castellanos nació en el año 1834 en un barracón del poblado del Dátil, en Bayamo, y sus padres fueron los esclavos Don Matías Castellanos y Francisca Antonia Castellanos.
Con el estallido de la guerra de 1868 desempeñó un papel decisivo en el abastecimiento de alimentos a las fuerzas mambisas y a los heridos en campaña. Posteriormente se hizo hábil como enfermera y organizó hospitales de campaña.
Fue muy perseguida por las tropas españolas y se vio precisada a marchar a Camagüey en 1871, internándose en la sierra de Najasa, para curar a los heridos insurrectos y allí constituyó un admirable hospital.
Quizá sus mayores dotes como enfermera los expresara Rosa mediante la conjunción de su humanismo, su buen humor y su sentido de la disciplina, pues existe constancia de que siempre estaba jaraneando con los enfermos, mientras que mandaba, ordenaba e infundía respeto entre todos.
Salvó muchas vidas de mambises heridos gravemente en combate y se desempeñó asimismo como comadrona. Los medicamentos los fabricaba de la flora tradicional cubana. Conocía los métodos para curar las enfermedades comunes en la manigua, para las que encontraba el remedio apropiado.
Participó en algunos combates y su bien ganada fama motivaron al general Máximo Gómez a visitarla en el rústico hospital, en 1873.
Cuando estalló la Guerra de 1895, el propio mayor general Máximo Gómez le pidió a Rosa que organizará y dirigiera un hospital en Santa Rosa, en Najasa, el cual jamás pudo ser asaltado por las fuerzas enemigas, como consecuencia de las férreas medidas de protección y vigilancia. Como un soldado más, cuando sus enfermos le dejaban ratos libres, cubría turnos en las filas de combate, cargaba armas, disparaba fusiles y manejaba el machete con destreza.
En mayo de 1896, en el sitio conocido por Providencia de Najasa, Rosa es recibida por Máximo Gómez Báez, quien después de estrecharla en fraternal abrazo le otorga los grados de capitán del Ejército Libertador, única mujer que llegó a ostentarlos en toda la epopeya.
El ascenso además traía la siguiente observación: Esta mujer abnegada prestó servicios excelentes en la guerra de los diez años, y en la revolución actual, desde sus comienzos ha permanecido al frente de un hospital, en el cual cumple sus deberes de cubana con ejemplar patriotismo.
Luego de la grotesca intervención yanqui a La Bayamesa le fueron liquidados sus haberes de acuerdo con su grado militar. Y en el marco de desilusiones y pobreza, continuó entregando sus parabienes en labores de comadrona y otros servicios sanitarios.
En sus últimos días de vida a duras penas el Ayuntamiento le aprobó un crédito de 25 pesos mensuales como socorro, el 4 de septiembre de 1907. Pero quedaban solamente veintiún días para su fallecimiento, víctima de una afección cardiaca.
Por sus sobrados méritos le ofrecieron los honores militares que le correspondían, y el pueblo de Camagüey desfiló depositando ofrendas y otorgándole el merecido tributo de cariño y admiración a La Bayamesa.