
Serpenteando entre caminos y arroyos se llega a la comunidad de Altos de Jó con el estómago revuelto y los brazos tensos, de tanto agitarse el vehículo en que se viaja, dadas las dificultades de un camino que depende de las inclemencias del tiempo (la lluvia o el sol), pero una vez allí la Sierra Maestra está al alcance de la mano.
Con más de 200 casas y 500 personas, es el mayor Barrio del Consejo Popular que lleva su nombre en esa parte de la geografía rural campechuelera y donde radican alrededor de dos mil habitantes de las comunidades de San Antonio, Tana, Jíbaro, Brasil y El Rayo.
Con una superficie de 62, 5 kilómetros cuadrados, esa demarcación es inminentemente ganadera, agrícola y con frutales. Allí existen Cuatro consultorios del médico de la familia, siete salas de Televisión, ocho escuelas e igual número de bodegas, así como una cafetería y un sector de la PNR.
No obstante, lo más trascendental de la zona es la familia y al indagar con el delegado de la circunscripción de Altos de Jó, éste enseguida aseguró que la Fonseca Fonseca sobresale entre las productoras de alimentos.
Una familia sin miedo al trabajo
Con dos fuertes puntales, la estirpe Fonseca Fonseca destaca en la comunidad por no tenerle miedo al trabajo y ser ejemplo de integración a las tareas de la Revolución.
A sus 83 años, Israel Fonseca Fonseca tiene la satisfacción de haber creado una familia con principios y valores, y sobre todo con amor al trabajo. “Les enseñé a trabajar, surco a surco uno al lado del otro, dice mientras sus ojos buscan el apoyo de su esposa Margarita Fonseca Fonseca, combatiente desde el 2019 por Resolución 2 del Ministro de las FAR.
“Lo considero un súper dirigente, trabajador, ejemplo de las masas, porque ha sabido conducir a la familia por el camino revolucionario, manifiesta con orgullo quien es jubilada, militante del Partido y participó como delegada de Campechuela en el VIII Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas.
“Muchas veces le peleo porque son las 11:00 a.m y aún está dando azadón, y a su edad debe cuidarse”, dice la mujer con ternura en las palabras. Israel la mira y en sus ojos brilla la desaprobación.
“Nací enyugando bueyes, allá en la Juba del Agua (Rio Nuevo) Alegría de Pio, sentencia. Mi papá era carretero, vengo de familia campesina y me siento joven, y mientras sea así, no tengo descanso”.
Palpo dos miradas que se cruzan cargadas de amor. Y entre el trinar de un Totí Maisito desde los árboles del patio y el saborear una taza de café descubro una historia de compromisos y entrega.
Israel Fonseca Fonseca, oriundo de Niquero, trabaja la tierra desde siempre y tras licenciarse del Servicio Militar, llegó a Altos de Jó a los 25 años. Graduado de técnico medio integral de ganadería, en la escuela Victoria de Santa Clara, por orden del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien los reunió en el ejército y les propuso estudiar como necesidad del momento por la falta de profesionales.
“Aquí me desempeñé como jefe del distrito ganadero y luego presidente del Consejo Popular de Altos de Jò y La Gloria (1996 al 2002), mandato durante el cual logré 298 donaciones de sangre. Fui además Delegado de la circunscripción 37 por más de 15 años”.
Actualmente es miembro de la Dirección municipal de la Asociación de Combatientes de la Revolución cubana y atiende este Consejo Popular (con cuatro asociaciones y 24 miembros). Tiene las medallas Servicio Distinguido, Lucha contra bandidos y 60 aniversario de las FAR, 28 de Septiembre (CDR), entre otras. Es Capitán de la Reserva, y funge como político del Consejo de Defensa en este Consejo Popular de Altos de Jó.
“Nos casamos en 1973 y enseguida multipliqué la familia: tres hijos. La hembra vive en La Habana, es Licenciada del MININT, y los dos varones están aquí conmigo, en la finca. Ismael vive al lado y Yusmidel con nosotros. Aquí todo es programa alimentario”.
Se levanta del taburete y desde la puerta me señala el conuco del traspatio. Esa es la hortaliza de mi esposa, para el autoconsumo y asistir al barrio: “ahora jubilado, multipliqué la finca. Traspasé todo a mi hijo Ismael, el conocimiento de la tierra”.
Producimos para el pueblo
“Contamos con dos hectáreas de pepino, calabazas, tomate, maíz y yuca; media hectárea de caña, y tres carreritas de millosorgo, que dan para sembrar una caballería y posibilitará hasta tres cortes”, manifiesta Ismael. De ella se saca harina y se hace chorote.
“Para las hortalizas tenemos cordel y medio, donde se siembra lechuga, cebollín, ajíes, berenjena, remolacha, entre otras que son necesarias para el autoconsumo y la venta a la población, lo cual se realiza a través de la UBP José Martí.
“Contamos con tres yuntas de bueyes, una novilla, cinco caballos, ovejas, cinco chivos y más de una veintena de puercos, similar cifra de gallinas, tres gallos; otro tanto de patos y 14 guanajos.
“Tenemos alrededor de cien matas de café, aguacate y mango. Además, contamos con una caballería de arroz en convenio con la CCS Celia Sánchez Manduley, de Media Luna. Eso está de aquí como entre seis y siete kilómetros y cuando voy lo hago a campo traviesa”.
Los Fonseca Fonseca tienen, además, una peladora de arroz, (el polvo o cabecilla se utiliza en la alimentación de los animales ligado con sacharina o polvo de caña), despulpadora, guarapera y cuentan con sistema de riego, turbina y pozo, así como el río cuando tiene crecida.
Ismael se lamenta de la falta de energía eléctrica, pues ello complica muchas labores de la finca, principalmente para el bombeo de agua. Ojalá pudiera comprar paneles solares, manifiesta con la esperanza dibujada en sus pupilas.

Al secundar los pasos de su padre, Ismael Fonseca Fonseca, ya con 50 años, no solo contribuyó a multiplicar la finca, también lo hizo con la familia. Tiene tres hijos, dos hembras y un varón.
En las faenas de la finca, aportan la mujer e hijos. “Todos me ayudan, dice con el orgullo de la responsabilidad compartida. Hay que producir comida”.
“Claro que con apoyo podemos producir para el país, aportar más, responde a la pregunta del periodista. Producimos para el pueblo”.
Ismael recuerda que estas eran tierras de quinta, carecían de fertilidad, pero usamos materia orgánica (estiércol de ganado) y las hicimos producir.
En las últimas cosechas entregaron más de cien latas de tomate al municipio y al barrio; así como 18 mil mazorcas de maíz y plátano burro a la UBPC José Martí.
Ahora pretenden multiplicar el área de siembra de caña, para la alimentación del ganado y el consumo.
Sabremos comer lo que sembremos
“A los jóvenes hay que inculcarles que lo que se suda con la frente, es el mejor dinero que se tiene”, recalca Israel Fonseca Fonseca mientras me aprieta la mano en el saludo de despedida.
“Le recomiendo a mis hijos, nietos, bisnietos y familia que lo más importante que nos queda es defender la revolución y llevar adelante las ideas que nos inculcó nuestro comandante en jefe, al costo que sea necesario.
“Sabremos comer lo que sembremos… y es nuestra respuesta al imperio, los cubanos somos capaces de producir para resistir y vencer”, sentencia y sus palabras tienen la fuerza de quien predica con el ejemplo y sustenta los valores de una familia y una comunidad, allá en Altos de Jó, cerquita de la Sierra Maestra, al alcance de la mano.