
La espera ansiosa por ser rescatado en aquella tienda, era una mezcla abrumadora de incertidumbre y esperanza. El aire estaba impregnado de una tensión palpable, mientras más de 20 hombres se agolpaban en un espacio reducido, sus rostros reflejaban una variedad de emociones: miedo, preocupación y, en algunos casos, una chispa de determinación.
Dagoberto Lago Izaguirre formaba parte de este grupo, el último en ser evacuado de la localidad Los Cayos de Cauto del Paso en el municipio Río Cauto.
Las paredes de la tienda, normalmente llenas de actividad, parecía cerrarse sobre ellos, como si el tiempo se hubiera detenido en medio del caos que trajo consigo Melissa. El sonido del agua golpeando las ventanas y puertas era constante, un recordatorio implacable de que la fuerza de la naturaleza los había atrapado en ese lugar.
“Fue una experiencia nunca vivida, todos los años que llevo en el barrio jamás pensé que el río iba a crecer tanto como ese día”, declaró Lago Izaguirre.
Para el joven Gabriel Muñoz López y su mamá, quienes experimentaron la desesperación desde otra perspectiva, un peso insoportable se instaló en sus corazones. La falta de noticias sobre sobre su papá se sentía como un eco vacío que resonaba en cada rincón, amplificando su miedo y ansiedad.
Ellos se habían trasladado hacia Bayamo, para la casa de unos familiares, mientras, Iván Muñoz Hernández, padre de Gabriel, se quedó para cuidar la casa en Cauto Embarcadero.
“Cada minuto sin información era insoportable, nuestras mentes estaban invadidas por pensamientos de: ¿Estará bien?”
“Mi papá llevaba tiempo sin comer nada, de día sin corriente, todo echado a perder y sin agua potable, aquello fue terrible”, declaró Muñoz López.
Las vivencias de estas personas reflejan la resiliencia y la lucha ante las situaciones extremas. Cada uno desde su experiencia fue capaz de enfrentar el miedo y la incertidumbre con esperanza y determinación.
El paso del huracán Melissa por la zona oriental de Cuba fue un evento meteorológico significativo que dejó una huella en varias comunidades del territorio, aunque no fue uno de los huracanes más intensos que ha enfrentado la isla, su impacto fue notable debido a las fuertes lluvias, vientos y la consiguiente inundación que provocó.
Las lluvias persistentes causaron inundaciones en varios municipios afectando tanto las áreas urbanas como las rurales. Las calles se convirtieron en ríos, y muchas familias tuvieron que evacuar de sus hogares.
El evento climático causó daños a techos, líneas eléctricas y sistemas de agua potable. En algunas comunidades, el suministro eléctrico ha sido interrumpido, lo que complica aún más la situación para los residentes.
Las autoridades cubanas activaron planes de emergencia y movilizaron recursos para ayudar a las comunidades afectadas. Equipos de rescate de la Red de voluntarios de la Cruz Roja, Comandos de bomberos, la Defensa Civil y el Ejército Oriental, trabajaron arduamente para rescatar a miles de personas.
Más de 126 mil personas se protegieron en Granma y más de ocho mil permanecían en centros de evacuación tras el paso del huracán Melissa por el oriente de Cuba, según informó José Luis Vega Pérez, encargado de la Comisión de Protección a Personas del Consejo de Defensa Provincial.
El seminternado 4 de abril, fue una de las instituciones que recibió personas evacuadas del municipio de Río Cauto. A pesar de no contar con las condiciones óptimas se erigió como un refugio seguro en medio de la adversidad.
Los trabajadores del seminternado, se unieron en un esfuerzo colectivo, con una dedicación admirable, transformaron las aulas en dormitorios improvisados, mientras que los comedores se adaptaron para ofrecer alimentos calientes a quienes habían perdido todo.

“Hemos trabajado incansablemente para ofrecer el máximo confort, habilitamos brigadas para organizar mejor las tareas y garantizar los alimentos de los evacuados que elaboramos aquí mismo y ofrecimos tres comidas y tres meriendas, leche para los niños de cero a un año y a los ancianos, y a los niños de hasta trece años les estamos dando yogurt”, aseguró Vivian Rodríguez Mustelier, trabajadora y profesora de Educación Física del centro escolar.

Aunque las circunstancias sean desgarradoras, la comunidad se une en momentos difíciles y la solidaridad se convierte en un faro en medio de la tormenta.
Las imágenes de personas llevando alimentos, ropa, medicinas y artículos de primera necesidad a los centros de evacuación son un recordatorio palpable de que, ante la adversidad, la empatía puede superar cualquier desafío.
Cada paquete entregado, cada gesto de apoyo, se convierte en un hilo que teje una red de esperanza para aquellos que han perdido tanto. En momentos de incertidumbre, estas donaciones no solo satisfacen necesidades materiales; también ofrecen consuelo emocional y una sensación de que no están solos en su sufrimiento.
Tal es el caso de Madelin Almaguer Chávez y sus vecinas, residentes del edificio 24 del reparto Antonio Guiteras.
“Desde el primer día que llegaron estamos aquí, ayudando como podemos, traemos confituras a los niños y las personas de la tercera edad, no es mucho, pero estamos dispuestas a ayudar”, expresó Almaguer Chávez.

El acto de donar va más allá de lo material. Es un reflejo profundo de la conexión humana y del deseo de cuidar a nuestros semejantes. Cada donación es un mensaje claro: “Estoy aquí para ti”.
La solidaridad se siente en el aire, en las miradas de gratitud de los evacuados, quienes, a pesar de su dolor, encuentran un rayo de luz en el apoyo desinteresado de su comunidad. Las donaciones se convierten en un símbolo de unidad, recordando a todos que, juntos, somos más fuertes.
Los donantes provienen de diversos sectores de la sociedad: familias, empresas locales o privadas, organizaciones de masas y hasta desconocidos que sienten el llamado de ayudar. Cada uno aporta lo que puede, ya sea una bolsa de galletas, un abrigo o simplemente su tiempo para organizar colectas.
“Estamos muy agradecidos, no podemos quejarnos de la atención que nos han ofrecido, no solo los trabajadores de la escuela, sino de los vecinos de la comunidad y todas aquellas personas que han llegado a nosotros.

“Mi mamá es discapacitada, es una señora de 92 años que está en silla de ruedas y aquí me han traído de todo, paños desechables, ropa, colchas y comida, vinimos sin prácticamente nada y nos vamos con muchísimas cosas”, comentó María Felicita Núñez Mijares evacuada del municipio de Río Cauto.
En medio del caos y la devastación, la generosidad florece. Las historias de personas que han compartido lo poco que tienen son inspiradoras y nos recuerdan que, incluso en los momentos más difíciles, siempre hay espacio para la bondad.

