Fidel asume el cargo de primer ministro del Gobierno Revolucionario

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Por Gislania Tamayo Cedeño | 16 febrero, 2025 |
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El 16 de febrero de 1959, hace 68 años el Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Fidel Castro asume el cargo de primer ministro del Gobierno Revolucionario en una ceremonia en el entonces Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución), la cual fue transmitida por la radio y la televisión.

En aquel momento Fidel dijo que la Revolución tendría muchos obstáculos por delante y aunque no podría hacer las cosas a la perfección, sería permanente el propósito de rectificar todo aquello en lo que no estuviera acertada.

Añadió además…“Estaré aquí mientras cuente con la confianza del Presidente de la República y mientras cuente con las facultades necesarias para asumir la responsabilidad de la tarea que me he impuesto. Estaré aquí mientras la máxima autoridad de la república –que es el Presidente-, lo estime pertinente o mi conciencia me diga que no soy útil”.

Cuando alguien manifestó que no debía usar la ropa verde olivo por lo que significaba el alto cargo que desempeñaría, respondió… “Este uniforme y estas barbas significan la rebeldía de la Sierra Maestra y de nuestra Revolución y no me los quito de ningún modo”.

En el acto de trasmisión de poderes el líder histórico de la Revolución aseguró a los trabajadores y campesinos que el Gobierno Revolucionario no los olvidaría.

Subrayó también que el futuro no sería nada fácil, y convocó al pueblo a mantenerse siempre alerta y no dejar que el entusiasmo decayera.

Ese mismo día, al sesionar el Consejo de Ministros, se adoptaron una serie de leyes, como la conversión de la Renta de la Lotería Nacional en un nuevo organismo, el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (Inav), presidido por la veterana combatiente Pastorita Núñez, y se dictó, a la vez una cesación por 180 días de los despidos a trabajadores por parte de sus patrones. Además se amplió el presupuesto para la Comisión Nacional de Deportes y se eliminaron impuestos sobre proyectos de monumentos que nunca se habían ejecutado.

Semanas después se autorizaron créditos para terminar las obras de diez hospitales en construcción, uno de ellos, el de Santiago de Cuba, que llevaba catorce años en esas condiciones. Asimismo, se aprobó la intervención de la Cuban Telephone Company, monopolio yanqui que con la complicidad del tirano Batista había arbitrariamente aumentado las tarifas telefónicas, las cuales la Revolución rebajó el precio.

Poco a poco se fueron promulgando las leyes más radicales. El más alto sería la aprobación de la Reforma Agraria. De un solo golpe, se erradicaba el latifundio, un terrible mal de la neocolonia que gravitaba sobre la economía nacional, y a la vez, al entregar tierras a los campesinos, se resolvía el problema del desempleo rural. Pero al afectar tal medida a poderosos intereses foráneos y de la oligarquía criolla, el bando de enemigos de la Revolución se amplió.

Lamentablemente el pensamiento de Urrutia no coincidía con el de otros compañeros que con entusiasmo y sabiduría se incorporaban a la construcción de una nueva sociedad.

A mediados de 1959 Urrutia renunció a la presidencia. Días después se asila en una embajada y abandona el país.

El 16 de febrero durante su extenso discurso, en el que sustituía en el cargo a José Miró Cardona, hasta ese momento primer ministro de Cuba, Fidel Castro aseguraba: “Si desde aquí la puedo servir, lo que me interesa es hacer la Revolución, lo que me interesa es que la Revolución vaya adelante, lo que me interesa es que el pueblo no resulte defraudado y reciba de nosotros todo lo que espera de nosotros”.

Días después se firma la Ley de Reforma Agraria donde la tierra fue entregada a los campesinos y se eliminaba el latifundio, seguidamente se nacionalizaron empresas extranjeras y se promulga la campaña de alfabetización.

Bibliografía consultada:

Revista Bohemia/febrero 2019

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