Después de los sucesos del 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba y Bayamo, la tiranía perpetró una serie de crímenes que provocaron la repulsa del pueblo.
Las protestas acontecidas a lo largo del país obligaron al régimen a detener aquella hecatombe contra los prisioneros, hecho que trajo como consecuencia que los sobrevivientes de los asaltos que estaban detenidos fueran presentados a juicio.
La instrucción de la Causa fue registrada con el número 37, del Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba.
El juicio comenzó el 21 de septiembre de 1953, hace 70 años, en la Sala del Pleno de la Audiencia de Oriente. Alrededor de 200 personas fueron procesadas. Sin embargo, solo unas 30, en realidad eran los que habían participado en los asaltos a los cuarteles.
Los jóvenes de la Generación del Centenario llegaron escoltados y esposados. Al frente iba Fidel Castro Ruz, quien al llegar al Tribunal levanto sus manos y dijo: “¡Señor presidente, señores magistrados, quiero llamarles la atención sobre un hecho insólito!… ¿Qué garantías puede haber en este juicio?, ni a los peores criminales se les mantiene en una sala que pretenda ser de justicia en estas condiciones, no se puede juzgar a nadie así esposado, esto hay que decirlo, aunque…”.
Las palabras de Fidel fueron interrumpidas. Un silencio total invadió la Sala. El Presidente ordenó quitarles las esposas a los acusados.
Ante el interrogatorio Fidel fue tajante a sus respuestas, explicando los objetivos que perseguía la Generación del Centenario. Enfáticamente expresó: Nadie debe preocuparse de que lo acusen de agente intelectual de la Revolución, porque el único responsable intelectual de ella es José Martí, el Apóstol de nuestra independencia.
También, la voz de Raúl Castro se alzó clara y afilada en la Sala de la Audiencia santiaguera: “Todos los que participamos en el ataque al Moncada vamos a decirlo claramente, cómo vamos también a decir otras cosas; aunque el compañero Fidel ha recomendado que a aquellos a los que no se les pueda probar el hecho no tienen necesidad de confesarse culpables, vamos a decir toda la verdad, pueden ir soltando a todos los demás, los que vinimos fuimos nosotros”.
En la primera sesión del juicio, la tiranía vio sus propósitos arruinados ante tantas mentiras. El prestigio de los revolucionarios crecía. Fidel no podía continuar delatando tanta injusticia con su verbo enérgico.
Una supuesta enfermedad fue alegada por el régimen represivo. Una vez más los moncadistas desmintieron las patrañas y entregaron una carta enviada por el Jefe de la Revolución en la que señalaba:
“…se trata de impedir a todas mi presencia en el estado del juicio (…), de que se conozcan los horribles crímenes que se cometieron ese día en las personas de los prisioneros (…) Con tal motivo en el día de hoy se me ha comunicado que no concurriré al juicio por estar enfermo, siendo la verdad que me encuentro perfectamente bien de salud, sin dolencia física de ninguna índole”
El Tribunal se unió a las decisiones de la tiranía.
Sin embargo, los combatientes dieron muestras de un valor extraordinario, reafirmando su participación en la acción armada, manteniendo con firmeza sus ideales revolucionarios.
Este proceso que culminaría el 16 de octubre, cuando se juzgaba a Fidel, quien haba sido separado del resto de sus compañeros.
Este día Fidel Castro pronunciaba su alegato de autodefensa conocido hoy mundialmente como La historia me absolverá.