El 22 de febrero de 1877, hace147 años fallecía en Nueva York, víctima de un cáncer en la laringe uno de los muchos cubanos que anhelaban la independencia de Cuba del yugo colonial español: Francisco Vicente Aguilera.
Tempranamente se enrola en la conspiración de Joaquín Agüero, en el Camagüey, protagonista del primer movimiento anticolonialista en Cuba. No lo secundó porque su madre estaba muy enferma y no tuvo el valor de abandonarla.
Presidió la Junta Revolucionaria de Oriente y a la vez encabezó el primer Comité Revolucionario Cubano, fundado en Bayamo con la participación de Pedro Figueredo y Francisco Maceo Osorio, quienes promovieron entre muchos cubanos de la región y de otros departamentos de la Isla, la idea de iniciar los preparativos de una guerra con España.
“Nada tengo mientras no tenga Patria”, fue la frase que lo impulsó a secundar el movimiento revolucionario encabezado por Carlos Manuel de Céspedes en 1868 para enfrentar el colonialismo español. Muchas fueron las jornadas de gloria y sacrificio que vivió el patricio bayamés para dar muestras de su desinteresada abnegación por la patria agredida. Con fervor patrio llamó a los que convocaban a la desunión “Acatemos a Céspedes si queremos que la Revolución no fracase”.
Manuel Sanguily, un insigne patriota, escribió sobre Aguilera: “No sé qué haya una vida superior a la suya, ni hombre alguno que haya depositado en los cimientos de su país más energía moral, más sustancia propia, más privaciones a su familia adorada, ni más afanes ni tormentos del alma”.
Era un hombre de poco hablar, bondadoso, pero muy firme en sus decisiones. Cualidades que hicieron posible fuera querido en su demarcación y los alrededores. Dueño de varias fincas dedicadas a la ganadería, producción de caña, ingenios azucareros, tiendas y almacenes en la zona de Jiguaní, Manzanillo, Bayamo y Las Tunas, con una dotación de alrededor de quinientos esclavos.
En 1871 fue nombrado por Céspedes Agente General en los Estados Unidos, en un esfuerzo por neutralizar a quesadistas y aldamistas que se combatían en la emigración, quienes con la disputa no aportaban recursos a la guerra. El intento fracasó. Los dos bandos abandonaron al insigne bayamés.
A inicios de 1872 Céspedes le escribe a Aguilera pidiéndole regrese a Cuba, en vistas de que no llegaba ningún armamento a la Isla y teniendo en cuenta que en su condición de Vicepresidente de la República, no es conveniente una estancia prolongada en el exterior. Aguilera no regresa a Cuba. Quiere traer consigo armas para la nueva contienda. Se va a Europa con la idea de encontrar apoyo entre los cubanos residente allá.
A partir de 1874 no descansará en su gestión de regresar a Cuba al mando de una gran expedición. Viaja de un lugar a otro uniendo blancos y negros; pero su deseo es un fracaso. Entonces escribe a Miguel Aldama: (…) mis deseos de ir a Cuba no son para ocupar la Presidencia, (…) es para cumplir un deber sagrado; fui un iniciador de la Revolución (…) he lanzado a ella muchos hombres (…) voy a compartir con el Ejército los sinsabores de la guerra o a morir.
En medio de una extrema pobreza, solo y decepcionado con el anhelo de ver su Patria libre murió aquel hombre al que José Martí calificó como “el millonario heroico, el caballero intachable, el padre de la República”.