Enfermo, con los pies ulcerados y cansado de tan largo viaje, Pedro Felipe Figueredo Cisneros, Perucho, patriota cubano, autor del Himno Nacional, es fusilado el 17 de agosto de 1870, en Santiago de Cuba, por las fuerzas españolas.
Nació en Bayamo, estudió leyes y cultivó la literatura y la música. Fue fundador de las publicaciones El Correo de la tarde en La Habana, y La Filarmonía en su natal ciudad, así como de un teatro de aficionados donde se representaban obras escritas por él; sin embargo, pasó a la historia por su temprana incorporación a la guerra independentista y fundamentalmente por ser el autor de la música y la letra de nuestro Himno Nacional.
La muerte de este valioso patriota constituye uno de los acontecimientos más dramáticos en los inciertos inicios de nuestras guerras de independencia. Las convicciones que lo llevaron a preparar e iniciar la gesta emancipadora sostuvieron su cuerpo enfermo, su mirada firme, ante el pelotón de fusilamiento.
Suelen escribirse palabras altisonantes y frases escrutadas ante las tragedias que tienen una resonancia nacional o internacional. Pero, en estos casos, la valoración serena y objetiva ofrece un acercamiento más humano, reconstruye una época y sus valores y muestra situaciones históricas donde la determinación de un hombre, en circunstancias extremas, puede hacerlo trascender por lo excepcional de sus decisiones.
Enfrentó la muerte como un digno revolucionario, pues como el mismo dice en la notas del himno nacional, que además fueron sus últimas palabras ante el paredón: “Morir por la Patria es Vivir”.