El mayor general del Ejército Libertador Luis Gerónimo Marcano Álvarez era una persona de grandes simpatías, admirado valor y un excepcional talento militar. En los campos de batalla por la independencia de Cuba se convirtió en afamado jefe militar.
Nacido en Santo Domingo el 29 de septiembre de 1931, tuvo que viajar a Cuba, acompañado de sus hermanos Francisco y Félix, en julio de 1865. Llegaba por el puerto de Santiago de Cuba con la cruz del desterrado de su pueblo, a causa de haber seguido el mal camino de servir a los intereses del general Pedro Santana, que anexó su patria nuevamente a España.
Pero no solo eso, sino que cuando los dominicanos se alzaron contra la presencia extranjera, en la Guerra de Restauración, los hermanos Marcanos continuaron en las Reservas Dominicanas al servicio de la metrópoli española. En esa lucha Luis alcanzó el grado de comandante y los otros a capitán.
Sin embargo, prontamente los tres consanguíneos abandonaron el Ejército Español y se establecieron en el poblado de El Dátil, al sur de la ciudad de Bayamo.
Desde entonces fueron un modelo de arduos y honestos trabajadores y seriedad en el trato de gentes, con lo que se granjearon el cariño de sus convecinos.
A mediados de 1867, pasaron a los cortes de maderas en los montes de Jibacoa, al sur de Manzanillo. En estas actividades se vincularon con el abogado y belicoso independentista Carlos Manuel de Céspedes.
Los principales dirigentes de la conspiración en Bayamo, Francisco Vicente Aguilera y Pedro Felipe Figueredo, conocido por Perucho, ingresaron a Luis Marcano en la conjuración.
Era un fornido y apuesto joven de 35 años cunando unió su destino a la causa emancipadora cubana. Esta fue la forma, al decir del general Máximo Gómez, que encontraron para purgar sus culpas por ser desleales con su pueblo de origen.
Llevó en todo momento el orgullo de ser un hombre de confianza de Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Vicente Aguilera y ser uno de los partícipes del Grito de La Demajagua.
SUS VALIOSOS SERVICIOS A CUBA
Luis Marcano entregó todas sus energías e inteligencia a la epopeya liberadora. Entre sus actividades estuvo el adestramiento militar de soldados para la libertad y la justicia social.
Designado jefe de Operaciones del Ejército Libertador, sus estrategias sirvieron para el asalto y toma d la ciudad de Bayamo, el combate de Venta del Pino, la persecución de la columna del coronel Demetrio Quirós, el ataque a El Cobre y el asedio a la guarnición española de Holguín.
Por su valor e inteligencia era muy apreciado. El patriota Pedro Martínez Freyre, su secretario personal, señaló con justicia: “… era por entonces la inteligencia militar y el brazo derecho en la sangrienta lucha”.
En abril de 1869, después de la Asamblea de Guáimaro, asumió el mando de la 2º Brigada de Manzanillo, con grado de mayor general.
Prontamente, el Gobierno español preparó espías para asesinarlo. Así, el 29 de agosto de ese año, en la noche, mientras dormía fue agredido por cinco hombres armados de machetes en el campamento de Nagua, en la Sierra Maestra. Los esquivó con el brazo derecho, donde recibió profundas heridas, al igual que en el pómulo izquierdo.
El comandante Félix Chala, su ayudante, frustró el homicidio al golpear a los criminales con un palo y poder accionar una carabina, la que al primer fuego echó por tierra al enemigo Faustino Varona, al tiempo que los otros se daban a la fuga.
Por los profundos tajos recibidos perdía mucha sangre y constantemente se desmayaba. La misma triste situación corrió su hermano Félix, herido en ambos brazos y la cabeza. Gracias a los esmerados cuidados y los emplastos de hierbas curativas logaron salvar la vida
Lenta pero efectiva fue la curación, la que se extendió por unos seis meses. Una vez recuperado, 4 de abril de 1870, el Presidente Céspedes le nombró segundo jefe del Estado Militar de Oriente, equivalente, al 1º Cuerpo de Ejército, bajo mando del mayor general Francisco Vicente Aguilera.
El 24 del mismo mes, conjuntamente con el general Modesto Díaz, libró un combate en los montes de Macío, en el distrito de Bayamo, contra los batallones de España, Belén y Matanzas. La acción se prolongó durante 5 horas, tras las cuales los españoles se retiraron con bajas.
Después se movió para Manzanillo con vista a activar los combates en esa zona, llevando consigo las fuerzas de los coroneles Enrique Céspedes, Juan de Dios Villasana y Juan Hall Figueredo.
El 4 de mayo atacó el campamento español de Vicana, en las cercanías de Media Luna, defendido por 50 voluntarios. Durante el desarrollo de la acción se notaba que los hombres dirigidos por Juan Hall no avanzaban a la par de los demás.
No obstante, durante dos horas se sostuvo el fuego, teniendo los patriotas que retirarse sin lograr rendir al enemigo. En la operación perdió la vida el teniente Manuel Francisco Licea, uno de los ayudantes de Marcano.
En la evaluación de la de los sucesos, el general Marcano recriminó fuertemente al coronel Hall por falta de valor. El subordinado le contestó con palabras ásperas. Este incidente marcó un terrible odio de Hall hacia el dominicano.
EL ASESINATO DE UN LIBERTADOR
El 16 de mayo, al amanecer, atacó el fuerte español de El Congo, a tres kilómetros al norte de Manzanillo. De nuevo el coronel Hall dejó de cumplir las órdenes de avanzar a fondo por uno de los flancos. El enemigo reaccionó de manera violenta y rechazó la embestida que estaba siendo llevada cabo solo por el lado de Marcano.
Durante la retirada hacia Guatíbere, los persiguió una compañía enemiga de unos 80 efectivos, procedente de Manzanillo. El combate se generalizó y los cubanos se replegaron tácticamente a un bosque cercano. En esos momentos decisivos el coronel Hall se llevó consigo a casi todos los combatientes.
Esta maniobra dejó al general Marcano sin escoltas, solamente en compañía del comandante Pedro Martínez Freyre y tres hombres más. Entonces adelantaron por una vereda hasta llegar a un arroyo. Precipitadamente, desmontaron de los caballos y ocuparon posiciones entre la maleza.
En ese momento se escuchó un disparo del lado que había tomado Marcano. Esta vez la bala traidora lo hirió mortalmente en la ingle. Por el temor a ser copados los demás patriotas abandonaron precipitadamente el escenario, sin conocer lo que había sucedo al estimado jefe.
Retirada la columna hispana, con todo en calma, volvió el comandante Martínez Freyre, seguido de los otros tres, al área del fuego. Al avanzar por el arroyo, lo descubrieron con cabeza recostada en un montón de tierra y el terrible disparo en la entrepierna. Curiosamente, no le faltaba ninguna de sus armas y prendas. Evidentemente, la traición y el asesinato cumplieron su alevosa misión.
Justamente, en medio de la campiña cubana, a la que tanto amó, murió el excelente soldado internacionalista, ejemplo de la fraternidad de los pueblos antillanos.
VERSIONES DE UN CRIMEN
La historia ha señalado que en vísperas del ataque a El Congo Marcano castigó por indisciplina con dos planazos al soldado Pedro Hall, por mala conducta. Este era allegado del coronel Juan Hall, quien le incitó a la venganza.
Según datos que el general Gómez pudo recoger, algunos días después se presentó a las autoridades españolas en Manzanillo Juan Hall y declaró entre otras cosas: “¡Qué él había muerto al general Marcano!”
Según el patriota e historiador Enrique Ubieta, el periódico El Voluntario de Manzanillo publicó en esos días que el cabecilla Luis Marcano había sido enterrado por el coronel del Ejército Libertador Juan Hall. Además, señalaba que una vez muerto Marcano de un balazo en el vientre, este le había quitado las ropas y vestido con ellas.
Pero la historiografía más reciente ha apuntado que el homicidio, realmente, lo perpetró Pedro Hall, siendo a la vez el presentado a las autoridades colonialistas de Manzanillo.
Lo cierto es que el coronel Juan Hall siguió en las filas del mambisado. Fue llevado ante un tribunal militar por esos hechos, pero le absolvieron. Desde ese momento pasó a las órdenes coronel Manuel de Jesús Calvar, el nuevo jefe de la Brigada de Manzanillo y más tarde salió para el extranjero.
APRECIACIÓN DE UN PRÓCER
El general Gómez, en su Diario de Campaña, hizo un resumen sobre la memoria del ilustre general Luis Marcano: “Nadie más se acordó del valiente General, que tantos servicios había prestado a la causa de Cuba, pero ni el Gobierno ni nadie ha dedicado una página ni un recuerdo a su memoria…”
Muy dolido comentaba: “Únicamente el Teniente Coronel Pedro Martínez, que fue su secretario, es el único cubano que cuando se reúne conmigo le oigo hablar con entusiasmo del olvidado General”.
El general Gómez lo tuvo muy presente a lo largo de toda su vida. En abril de 1878, al concluir la Guerra de los Diez Años, en su extraordinario librito Convenio del Zanjón: Relato de los últimos sucesos de Cuba exclamaba en su parte final: “¡Levántense manes sagradas a Luis Marcano! Y tú, ilustre caudillo, responde por mí a los que duden lo que he dicho”.
Por su parte, el coronel Bayamés Pedro Martínez escribía: “… hasta la misma historia parece olvidarse del noble y valeroso dominicano; pero aunque eso suceda, aunque tan monstruosa injusticia se realice, aunque tal iniquidad pueda subsistir, ahí está la Ciudad Heroica y sobre sus desplomadas torres, sobre sus destrozados altares, sobre sus cruces fundidas, sobre sus amontonadas riquezas, se agitará siempre la sombra augusta y venerada del vencedor de Bayamo, Luis Marcano, que dio colosal impulso a la Revolución en 1868”.
A no dudarlo, las hazañas y méritos de Luis Gerónimo Marcano están por ser narrados con más extensión y precisión. No obstante, su figura epónima no se encuentra totalmente en el olvido. Una efigie suya en bronce integra el Retablo de los Héroes, emplazado en la plaza de San Juan, en la ciudad de Bayamo.
Igualmente, su augusto nombre honra y populariza instituciones educativas, CDR y calles en varias ciudades y pueblos de país. Su luz honorable y admirada resplandece al compás de la patria libre y soberana.
FUENTES: Máximo Gómez Báez: Convenio del Zanjón: Relato de los últimos sucesos de Cuba (1878) y Diario de campaña (1941); Enrique Ubieta: Efemérides de la Revolución cubana (1911); José Maceo Verdecia: Bayamo (1936); Nydia Sarabia: La memoria y el tiempo (1996); René González Barios: Almas sin fronteras. Generales extranjeros en el Ejercito Libertador (1996).