Higinio

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Por Osviel Castro Medel | 15 mayo, 2021 |
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FOTO/ Tomada de Radio Cubana

Los que  íbamos al estadio a sufrir con aquella temible tanda de Santiago de Cuba, nunca podremos borrar de la memoria al hombre con el número 39, que caminaba en el dugout sin parar, era incisivo con los árbitros y “recio” con los atletas. Siempre nos derrotó con su famosa Aplanadora en el Mártires de Barbados o en el mítico Guillermón Moncada, pero nunca vimos que le subió un ápice de arrogancia en la victoria.

Dirigía tantas estrellas juntas que algunos no se percataban de su luz, o de su autoridad, dos atributos sin los cuales hubiera sido imposible ganar cuatro campeonatos nacionales (1989 , 1999, 2000 y 2001), dos copas Revolución (1996 y 1997) y tres selectivas (1987, 1992 y 1995). Sin un carácter, capaz de aunar a técnicos y atletas, tampoco hubiesen llegado sus títulos en  unos Juegos Olímpicos (2004), dos copas del mundo (2003 y 2005) y dos Juegos Panamericanos (1987 y 2003).

Con él al frente saltamos a lo increíble cuando Cuba, con  aquel “equipo de hombres y no de nombres”, alcanzó un sorprendente segundo lugar en el I Clásico Mundial, celebrado hace 15 años.

Los que seguimos el béisbol lo recordamos en sus recorridos por las provincias, cuando ya fungía como directivo, preguntando por detalles de los entrenamientos, criticando cuando un parque beisbolero estaba en malas condiciones, elogiando a un atleta como Alfredo Despaigne o a un manager como Carlos Martí.

Precisamente en sus funciones como federativo afrontó detractores, generó polémicas, tomó decisiones arriesgadas; pero nunca fue en contra de sus principios éticos, ni arrió las banderas por las que tanto luchó.

¿Alguien lo vio alguna vez cambiar su tono campechano surgido en Songo La Maya, guiñarle un ojo a los que vendieron su alma al diablo o dejar de reconocer sus yerros?

Porque Higinio Vélez Carrión no era de los artificiales ni de los que se empujan y caen. Mucho se ha hablado de él desde que partió a otra latitud, el 12 de mayo último, cuando le faltaban dos meses y 15 días para cumplir 75 años. Y algunos, al repasar su historia, han pedido perdón por haberlo juzgado a la ligera o con demasiado rigor.

Al final, su obra inmensa está ahí. Los agradecidos, por encima de cualquier desencuentro, siempre la aplaudiremos.

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