
Aquel día fue inolvidable para Luis Marino Rosales. Ni remotamente imaginaba que vería a Fidel y que, además, jugaría tenis de mesa con él.
Era el 6 de junio de 1973 y Luis cursaba la escuela para profesores de Educación Física, en Cabañas, a 20 kilómetros de la ciudad de Guantánamo.
De momento, vio un raro “corre corre” en la institución educativa: había llegado el Comandante en Jefe, quien realizaba un recorrido desde la ciudad de Baracoa.
“Los estudiantes hicimos un coro. Entonces el preguntó quién jugaba ping-pong y los muchachos me señalaron a mí, porque yo era monitor de ese deporte”, cuenta hoy este hombre oriundo de Jiguaní, nacido el 26 de diciembre de 1953.
Buscaron una mesa y la pusieron frente a la dirección bajo la mirada de incontables curiosos, según la narración de este hombre que llegaría a ser tres veces campeón en series provinciales como mánager de su municipio.
“Fidel puso las reglas. Cuando realicé los primeros saques no pudo devolverme la pelota más allá de la net y comentó: ‘Estoy mal en esto”, rememora Luis Marino.
“Le dije que podía aflojar un poco, pero él me respondió: No, juégame fuerte. Así seguimos, pero tampoco consiguió pasar la net”.
El alumno, a la sazón, le explicó al Líder de la Revolución algo de la técnica del tenis, especialmente el agarre de la raqueta, con sus dos variantes: el clásico y el lapicero (también llamado chino o japonés).
Lo cierto es que, según supo tiempo después el protagonista de este relato, Fidel visitaría el equipo nacional de tenis de mesa y mandaría a buscar un robot para entrenar.
“Lo que inició como un simple partido serviría para incentivar la práctica de este deporte, porque luego se compraron otros robots que ayudaron a mejorar el ping-pong en Cuba”.
Luis Marino, ya jubilado, fue comentarista deportivo de Radio Jiguaní y colaborador sistemático de Radio Rebelde y Radio Bayamo.
Lo mejor es que conservó aquella raqueta con la que jugó con el Comandante y la donó al museo de su territorio, aunque lamentablemente ese objeto no está en exposición. Debería sacarse a la luz, no solo cada 13 de agosto, día del alumbramiento de un cubano universal.