Ignacio Agramonte y Loynaz: el paladín de la vergüenza

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Por Gislania Tamayo Cedeño | 23 diciembre, 2022 |
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Ignacio Agramonte y Loynaz, conocido como “el Mayor”, nació el 23 de diciembre de 1841 en Puerto Príncipe, actual provincia de Camagüey, hace 181 años, hijo de Ignacio Agramonte Sánchez Pereira, abogado y María Filomena Loynaz y Caballero, procedente de una antigua familia adinerada del Camagüey.

Cursa sus primeros estudios en su ciudad natal. En 1852 viaja a Barcelona, España. Primero se prepara estudiando Latinidad y Humanidades.

En 1855 comienza sus estudios elementales de Filosofía, en opción al título de Bachiller en Artes, en el colegio de José Figueras, ambos centros docentes adscriptos a la Universidad de Barcelona.

Al año siguiente regresa a Cuba e ingresa en la Universidad de La Habana donde estudia Derecho Civil y Canónigo, hasta que recibe el titulo de licenciado el 11 de junio de 1865.
Aunque ya ejercía como abogado, continuó los estudios correspondientes al doctorado, hasta el 24 de agosto de 1867, que
realiza su último examen.

En su etapa escolar se desarrollaban sesiones de estudios donde se debatían diferentes temas relacionados con la época que vivía Cuba. En una de estas sesiones Agramonte leyó una denuncia al régimen de opresión a que estaba sometida Cuba. Antonio Zambrana, que estaba presente y quien después fuera su compañero en la Guerra de los Diez Años escribió:

“Aquello fue un toque de clarín. El suelo de todo… temblaba. El catedrático que presidía el acto dijo, que si hubiera conocido previamente aquel discurso no hubiera autorizado su lectura.

En 1867 se vincula a la fundación de la logia Tinima, creada con fines conspirativos.

Durante los preparativos para el Alzamiento en La Demajagua bajo el liderazgo de Carlos Manuel de Céspedes existía entonces una contradicción sobre el momento de llevar a cabo el levantamiento armado. Mientras los camagüeyanos eran partidarios de aplazar el levantamiento hasta 1869, después de culminada la zafra azucarera, los manzanilleros secundados por el resto de los orientales no querían esperar más y se pronunciaron por comenzar la guerra el 10 de octubre de 1868.

Una vez iniciada la contienda por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 en La Demajagua, los camagüeyanos se unen a la acción con el levantamiento armado en Las Clavellinas, el 4 de noviembre. Ignacio Agramonte queda en la ciudad a cargo del aseguramiento del movimiento revolucionario.

Se incorpora a la lucha armada el día 11 del propio mes y año, en el ingenio El Oriente, en las cercanías de Sibanicú.

Las discrepancias entre manzanilleros y camagüeyanos dadas porque Carlos Manuel de Céspedes defendía el mando centralizado político-militar e Ignacio Agramonte se pronunciaba por las instituciones democráticas, conllevaron a convocarse y celebrarse la Asamblea de Guáimaro, donde se aprobó la Carta Constitucional redactada por Agramonte y el habanero Antonio Zambrana.

Pronto comienza a despuntar como uno de los más prestigiosos políticos de la guerra de los Diez Años. Enérgicamente en reunión efectuada en Paradero de Las Minas se enfrenta a Napoleón Arango y su hermano quienes proponían un acuerdo con España basado en reformas políticas.

Agramonte impugna poderosamente tal propuesta: “Acaben de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan: Cuba no tiene más camino que conquistar su redención, arrancándosela a España por la fuerza de las armas.”

El 26 de febrero de 1869 en Sibanicú, queda constituida la Asamblea de Representantes del Centro, la que integra Agramonte, quien más tarde haría prevalecer sus opiniones en la Asamblea de Guáimaro donde se redacta la primera Constitución de la República en Armas.

Dados los triunfos militares españoles en los llanos del Camagüey y la situación pésima por la Creciente de Valmaseda en el oriente, asume el mando del territorio y se da a la tarea de organizar a los combatientes del ejército libertador.

Del dominicano Máximo Gómez aprendió el uso de machete mambí y extrajo la esencia organizativa para una caballería que se hizo célebre durante los años 1871 a 1873, preparando la invasión de Las Villas, que había sido propuesta por el Generalísimo.

Los veteranos de la guerra lo llamaron “Paladín de la vergüenza” y “Apóstol inmaculado”. Mientras Máximo Gómez, quien lo sustituyera luego de su muerte heroica, lo calificó como “el Sucre cubano”, en alusión al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre; al tiempo que para Manuel Sanguily, fue “un Simón Bolívar”.

Fue uno de los líderes más sobresalientes de la Guerra de los Diez Años. Logró innumerables victorias contra las tropas colonialistas españolas. Participó en más de cien combates.

 

 

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