Está claro que el modelo energético del que dependemos mayoritariamente hoy en día tiene que cambiar, y es que los recursos que se utilizan son limitados, además del hecho de que son contaminantes.
Por ello empresas y países trabajan para cambiar estas fuentes de energía y desarrollar nuevas técnicas, y en esta ocasión es Japón que ha inaugurado su primera central de energía osmótica, lo que supone todo un hito en la transición energética global.
En la ciudad costera de Fukuoka, Japón, acaba de encenderse un sistema revolucionario que genera electricidad aprovechando algo tan natural como la diferencia de salinidad entre el agua dulce y el agua de mar. Esto no es solo un logro para el país asiático, sino que lo es a escala mundial, al ser tan solo la segunda instalación de este tipo.
La energía osmótica, conocida también como “energía azul”, funciona basándose en el principio natural de la ósmosis. En esta planta pionera, el agua dulce (en este caso, aguas residuales tratadas) se coloca en un lado de una membrana semipermeable y el agua de mar (salmuera concentrada de una planta desalinizadora cercana) en el otro.
La naturaleza busca el equilibrio: el agua dulce fluye hacia el lado más salado, generando un aumento de presión. Es esta presión la que se canaliza para mover una turbina, produciendo una fuente de electricidad limpia y, lo más crucial, continua.
Electricidad infinita sin importar clima u hora del día
La principal ventaja de esta tecnología reside en su estabilidad. A diferencia de la energía solar o eólica, la osmótica no se ve afectada por las condiciones climáticas o la hora del día. Ofrece un flujo constante de base, disponible las 24 horas, todos los días del año, lo que la convierte en una candidata ideal para estabilizar la red eléctrica.
Aunque es cierto que la central de Fukuoka tiene una capacidad modesta en términos de producción masiva, se espera que genere unos 880.000 kilovatios-hora al año, suficiente para abastecer a unos 220 hogares japoneses, su verdadero valor radica en su aplicación estratégica: la electricidad generada se destinará principalmente a operar la planta desalinizadora contigua, creando así un ejemplo de economía circular.
Todavía existen retos técnicos, como la eficiencia de las membranas y el bombeo, pero los expertos en la materia se muestran optimistas de que la “energía azul” podría ser la próxima gran ola en la lucha contra el cambio climático.
(Tomado de El Economista)