
Manzanillo.- El hombre de La Edad de Oro, el autor intelectual de las hazañas de una generación de jóvenes rebeldes en pos de la libertad de Cuba, renace cada 28 de enero en el corazón de los manzanilleros.
Cual la estrella que quiso un día para alumbrar a su patria, José Martí continúa siendo antorcha encendida en manos juveniles, llama de justicia y decoro que se aviva al transitar por las calles de la ciudad entre cantos y coros saturados de identidad, convicción de permanencia en la primera línea de defensa de un ideal: la fidelidad a la Revolución que nació “con los humildes, por los humildes y para los humildes”.
El Apóstol y Maestro de la libertad cubana es canto, verso y poesía, reverenciado y entonado en las voces de artistas y un pueblo que, en Vigilia Martiana, espera cada 27 de enero el advenimiento de su natalicio. Como quien guarda celosamente un regalo, se preserva la tradición que en esta porción de tierra granmense enaltece al Héroe, desde aquella cena primigenia que iniciaran los integrantes del Grupo Literario de Manzanillo hace 99 años, con el ferviente verbo de Juan Francisco Sariol.
Vigente siempre, como lo están en sus páginas la “fibra tensa de un principio o un pensamiento incitante para la acción”, habita el Martí de la rosa blanca, el amigo sincero, el escritor de verso como daga que por el puño echa flor.
En los que saben querer se agiganta y hecha raíces de humildad. Le honran cuando en las manos de hombres fuertes los varones llevan flores a sus amigas y toman del brazo a la hermana, cuando se esfuerzan para aprender porque la fuerza está en el saber, cuando se juntan para hacer el bien.
Renace en las ansias bisoñas de desfilar vestidos como de cuentos, y en la algarabía de quienes transitan la avenida Primero de Mayo con su legado de amor en el pecho. La esencia martiana emerge de la Pilar de sombrero de plumas, con aro y balde y paleta; de la Mora de Trípoli que grita al mar devuelva su perla, del repique andaluz sobre tablado de corazones; del verso libre, secillo y elocuente que da agua de coral.
A 172 años de que naciera el primogénito de Mariano y Leonor, el discípulo de Mendive, el apasionado hijo de la América toda, el más universal de los cubanos, reverdece en este suelo, bañado por las aguas del Guacanayabo, que bebe de la savia de su entraña latinoamericanista, antimperialista, independentista.