
Lo conocí, hace 30 años, en una noche cultural de su natal Manzanillo, sin imaginar la grandeza contenida en aquel hombre que, de niño, socializó la visualidad del arte.
Julio Girona habló de la primera exposición personal, conformada por caricaturas de célebres artistas y políticos del terruño, patrocinada por el Grupo Literario de la ciudad y mostradas al público en las vidrieras de la tienda La Fortuna, cuando el municipio no contaba con una galería de arte.
LA TRAYECTORIA
Varias motivaciones lo llevaron a La Habana, donde residió desde 1928. Cursó estudios preparatorios en el Instituto de Segunda Enseñanza y en 1930 en la Academia San Alejandro. Cuatro años después, exponía en el Colegio de Arquitectos de la capital cubana, cuyas palabras de apertura estuvieron a cargo de Juan Marinello.
Viajó a Francia, Alemania y a Estados Unidos, países en los que estudió escultura y trabajó como dibujante y caricaturista político en el periódico antifascista La Voz, colaboró con New Masses, publicación de los comunistas norteamericanos, en el Gotham News y otros periódicos húngaros y portugueses de Nueva York.
Sus caricaturas fueron reproducidas también en rotativos de México, Argentina, Chile, Cuba y en numerosos países europeos. Por la destacada labor como dibujante antifascista, fue nombrado Huésped de Honor del Congreso de Artistas Americanos.
EL REGRESO
En 1939 retorna a su país para trabajar como dibujante político del periódico Hoy, órgano del Partido Socialista Popular, y a finales de diciembre de ese año, expuso un conjunto de esculturas, acuarelas y dibujos en el Lyceum de La Habana.
NUEVAMENTE AL RUEDO
Atraído por el movimiento político, social y artístico que se respiraba en México, viajó a ese país en 1940, expuso junto a miembros del Taller de Gráfica Popular y con el apoyo del escritor José Antonio Fernández de Castro, entonces agregado cultural cubano en la tierra azteca, obtuvo otra beca para estudiar en Estados Unidos.
Inicialmente residió en Nueva York, donde trabajó como empleado en una fábrica de cajas de cartón y de maniquíes, impartió clases de Español y ejerció como guía de museos, mientras asistía, con irregularidad, a la Art Students League, donde realizó algunas litografías.
En1943, se radicó en Brooklyn y, en plena Segunda Guerra Mundial, decidió ingresar, como voluntario, en el ejército norteamericano, para participar en la lucha contra el fascismo.
De estas experiencias, se desprendió su colección de tintas Apuntes de la guerra, una rica galería de personajes relacionados con el drama bélico, auténtico testimonio plástico de carácter histórico, revelador del impacto y la trascendencia social de tan fatídico acontecimiento.
Estas obras reflejaron elementos de su formación como caricaturista: la sobriedad del color limitado al uso del blanco y del negro, la austeridad de la línea, la neutralidad de los fondos y la economía de recursos expresivos.
Al concluir la contingencia bélica, regresó a Brooklyn y comenzó a trabajar como traductor al Español de textos para comics, en las agencias United Press y King Features, labor que continuó desempeñando hasta su retiro, 38 años después.
NUEVA ETAPA
Tras abandonar la escultura por motivos de enfermedad, comenzó a pintar los primeros óleos y gouaches figurativos de aparente ingenuidad, como El gato en la alfombra, La vaca y el ternero y La mesa con botella, cargados de elementos de nuestra realidad cotidiana.
De 1950 a 1951 realizó los primeros cuadros abstractos e incursionó en la literatura. En 1990 la Editorial Letras Cubanas publicó su libro Seis horas y más, testimonio en el que relata las vivencias como voluntario en el ejército de los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial.
Con esta obra obtuvo el Premio de la Crítica, conferido por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).Otros títulos de su autoría son Memorias sin título (1994), Café frente al mar (2000), Páginas de mi diario (2005) y los poemarios Música barroca (1992) y La corbata roja (1996).
VIGENCIA
Este ilustre manzanillero, fallecido el 24 de diciembre de 2002, en La Habana, atesoró la distinción Por la Cultura Nacional, la medalla Alejo Carpentier, el Premio Nacional de Artes Plásticas, el reconocimiento social de los cubanos y el nombre de la galería del Comité Municipal de la Uneac que, en Manzanillo, eterniza la integralidad de uno de sus artistas más valiosos.