La batalla de Bayamo: patriotismo y pujanza

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Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador) | 20 octubre, 2024 |
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En la tarde del 20 de octubre de 1868, el General en Jefe del Ejército Libertador, Carlos Manuel de Céspedes, preparó una proclama donde anunciaba: “Después de tres días de haber tenido estrechamente sitiados en su cuartel general a los soldados, defensores de la tiranía, y después de continuos y peligrosos trabajos bajo la lluvia del cielo y el fuego del enemigo, nos apoderarnos del referido cuartel…”

El hombre de La Demajagua consideraba esta victoria resultado de la constancia, la abnegación y el patriotismo del ejército cubano.

Con el ánimo de estimular la lucha independentista, el también presidente del Gobierno Provisional Revolucionario, en el citado documento planteaba: “…como vuestro General en Jefe no puedo menos que daros la gracia por él y alentaros para que continuéis marchando siempre por el campo del honor…”

Pero, ¿qué sucedió en el corazón de la ciudad de Bayamo durante aquellos tres días de duro batallar? ¿Se recogen todos los nombres gloriosos  de las hazañas protagonizadas? ¿Qué papel desempeñó el machete en las lides por el triunfo? ¿Se conocen las circunstancias que rodearon la petición pública del Himno de Bayamo? ¿Qué importancia tuvo la toma de esta urbe?

PREPARATIVOS PARA EL ASALTO

Antes de iniciar el ataque, Céspedes quiso tantear una posible rendición incondicional del teniente coronel Julián Udaeta, liberal y masón. Confió esta misión al capitán Emiliano Tamayo, quien entró en la ciudad a caballo, el sábado 17 de octubre, a las 5: 00 de la tarde, llevando una bandera blanca de parlamentario.

El jefe insurrecto participaba al de la plaza, teniente coronel Julián Udaeta, su presencia en las cercanías con una numerosa fuerza, la que crecía a cada momento, y lo invitaba cortésmente a rendirse, para evitar un inútil derramamiento de sangre. Sin embargo, el español contestó con gallardía: “Dígale usted al Señor Céspedes que primero la muerte antes que la rendición”.

El mando colonialista en Bayamo contaba, para la defensa, con 202 hombres, entre oficiales y soldados del 1º Batallón del 3º Regimiento de la Corona, de ellos 162 de infantería, mandados por el comandante Dionisio Nobel e Ibáñez, y 40 de caballería, a cargo del comandante Luis Guajardo.

Además, disponía de cien miembros de la guardia civil, unos 60 voluntarios negros y una docena de bomberos.

EL AVANCE AL INTERIOR DE LA CIUDAD

El domingo 18 de octubre, Carlos Manuel de Céspedes y Luis Marcano formaron las tropas en el ingenio Santa Isabel. En las filas resaltaba la falta de fusiles de buenos calibres, pero había gran cantidad de escopetas, machetes, sables y varas aguzadas en las puntas.

Sumando la fuerza de Perucho, que partió del ingenio Las Mangas, mil 500 patriotas atacaron divididos en seis columnas, bajo el mando de los tenientes generales Luis Marcano y Pedro Felipe Figueredo (Perucho), los brigadieres Juan Hall Figueredo y Manuel de Jesús Calvar (Titá) y los coroneles Emiliano García Pavón y Leonardo Estrada Tamayo.

A las 9:00 de la mañana, comenzaron a caminar,  simultáneamente, todas las fuerzas. Los primeros disparos sonaron en la barranca de La Mendoza, por donde avanzaba, a la vanguardia de las tropas de Marcano, la compañía del capitán Juan Fernández Ruz.

Una vez replegado el enemigo, llegaron hasta las trincheras de los voluntarios negros y los bomberos, dirigidos por el coronel Francisco Heredia. Primeramente, los arengó el abogado Esteban Estrada Céspedes, quien los conminó a unirse a los libertadores de la patria, a  sus hermanos que luchaban por la independencia. Las consignas atronaban el espacio: “¡Viva la revolución! ¡Viva Cuba independiente!”

El coronel Heredia, imperativo, ordenó disparar contra los insurrectos, pero la mayoría de sus hombres  saltaron las trincheras al grito de “¡Viva Cuba Libre!

Los que quedaron del lado de España tuvieron que buscar protección en el edificio del ayuntamiento, la cárcel y cerca del Teatro Bayamo, defendidos por el mariscal de campo Modesto Díaz. No tardaron en ser atacados por el general Marcano.

En medio de la refriega, Marcano divisó a Díaz, paisano al que solicitó la rendición de sus fuerzas. La respuesta fue: “No faltaba más”. Lo hizo porque, durante la conspiración, había manifestado a Aguilera que si estallaba la insurrección, los cubanos tendrían en él a un luchador más por la libertad.

La porfía en el sector de la cárcel la prosiguió el coronel Heredia, auxiliado por unos 15 soldados de línea. Marcano ordenó hacerles vivo fuego desde las azoteas vecinas. Una hora después, agotadas las municiones, Heredia encontró a bien rendirse.

En tanto, el general Hall destruía, a filo de machete, las defensas de la calle Mercedes (hoy José Joaquín Palma), apoyado por el grupo de bayameses de Eugenio Oduardo.

A la vez, Juan Fernández acometió por la calle de El Comercio, auxiliado por Leonardo Estrada y Emiliano García. Ellos contendieron contra la caballería del jefe español Francisco Fortún, a la que dispersaron.

A FILO DE MACHETE

Perdidas las defensas exteriores, el teniente coronel Udaeta ordenó al comandante Luis Guajardo salir con una sección de caballería. En la Plaza de Santo Domingo, chocaron con los hombres de Titá Calvar y Perucho Figueredo, quienes les cargaron al machete. La pelea fue ardua, con muertos y heridos de ambas partes. A la media hora de pendencia, el enemigo quiso volver grupas, pero estaba prácticamente cercado por los patriotas.

El joven bayamés Luis Bello Rondón enfrentó con su machete al jefe español. Fue un duelo violento, en el cual Guajardo recibió un amplio tajo encima de la nariz y la mandíbula. Esta última, ante el temor de que se le desprendiera, la sujetó con una mano. Entonces los españoles, unos a caballo y otros a pie, corrieron hacia el cuartel. Detrás dejaron cinco muertos y siete heridos.

PLAZA DE LA REVOLUCIÓN

A las 10: 00 de la mañana, solamente faltaba rendir el cuartel de Infantería, sometido a un pertinaz asedio por las fuerzas de Perucho Figueredo.

El general-presidente Céspedes llegó a caballo hasta la Plaza de Isabel Segunda, donde fue aclamado por el pueblo con los gritos de ¡Viva Cuba libre! Ante el bello espectáculo de la alegría de los bayameses, respirando los puros aires de la libertad, expresó: “Esta es la plaza del pueblo, la plaza de la Revolución”.

EL ATAQUE AL CUARTEL DE INFANTERÍA

El asedio del cuartel resultó prolongado, aunque el cerco se le cerraba cada vez más. Los intentos de Céspedes, Marcano y Perucho Figueredo de alcanzar la rendición, no se concretaban.

En medio de la lid, llegó la noticia de la salida de una columna colonialista desde Manzanillo hacia Bayamo. Era el batallón de San Quintín, integrado por unos 500 efectivos, al mando del teniente coronel Juan López del Campillo.

Por orden de Céspedes, los generales Díaz y Aguilera le cerraron el paso al refuerzo en el arroyo Babatuaba, el día 19, a las 7: 00 de la mañana.  El enemigo regresó derrotado a Manzanillo.

De nuevo, se le enviaron a los sitiados ofertas de una capitulación honrosa y la noticia de la derrota del refuerzo en el arroyo Babatuaba. Pero Udaeta prefirió seguir en la porfía, con el plan de salir a viva fuerza hacia Manzanillo.

Entre las acciones para rendir el cuartel estuvieron quemar la fortaleza y caerle a cañonazos, pero al realizar el segundo disparo explotó la pieza. El incendio fue apagado por un fuerte aguacero.

A causa de los muchos muertos y heridos y con el cuartel a punto de desplomarse, a las 11: 00 de la noche comenzaron las negociaciones para la rendición, llevadas a cabo por los generales Luis Marcano y Bartolomé Masó. Las bases contemplaron el respeto de las vidas de los derrotados, garantías de tratarlos como prisioneros de guerra y el traspaso a la Revolución de todos los recursos materiales del batallón.

En las 40 horas de la batalla de Bayamo, los cubanos sufrieron 15 muertos y 25 heridos. Las fuerzas españolas tuvieron 10 muertos y 20 heridos. En poder de los rebeldes quedaron 500 carabinas Minié, 300 tercerolas, 276 cajas de balas de unos 10 mil tiros, y 100 caballos. Además, obtuvieron 200 machetes, sables, lanzas y mochilas de campaña.

SIGNIFICADO DE LA VICTORIA DE BAYAMO

El martes 20 de octubre, el pueblo de Bayamo amaneció de fiesta, degustando el sabor de la libertad. A media mañana, el general Perucho Figueredo llegó montado a caballo hasta la plaza de la Iglesia Parroquial. A la diestra marchaba, en un hermoso corcel, su hija Candelaria Figueredo, vestida con traje de amazona de color blanco, una banda tricolor y un gorro frigio punzó. La muchacha llevaba entre las manos la enseña patria.

Erguido sobre la montura de su caballo, Perucho gritó con voz enérgica: “¡Bayameses, viva la libertad! ¡Viva Cuba independiente! ¡Viva la Patria!” El pueblo coreó estas consignas y, como obedeciendo un mandato, gritaba al poeta y músico: “¡La letra, Perucho! ¡La letra!”

Ya la patria tenía música y letra del Himno de Bayamo y un concepto esencial: “Morir por la patria es vivir”.

La captura de Bayamo, a sólo 10 días del alzamiento de La Demajagua, tuvo un extraordinario impacto político, militar, moral y psicológico, poniendo de relieve la pujanza de la insurrección cubana y su capacidad combativa. Era el mejor mentís a la reaccionaria propaganda española e integrista que acusaba la insurrección de ser una “gavilla”, unos bandoleros e incendiarios, sin líderes de prestigio y sin programa político.

En la citada proclama del 20 de octubre de 1868, el General en Jefe Céspedes concluía con las palabras siguientes: “Soldados, nuevos triunfos alcanzaremos todavía si continuamos como hasta aquí llenos de valor y de patriotismo: trabajos y privaciones infinitas nos esperan a que no estamos acostumbrados; pero todo lo puede la voluntad y yo espero que siempre marchemos hacia delante a la voz de ¡Viva Cuba! y ¡Viva la Libertad!”

Fuentes: Fernando Figueredo: La toma de Bayamo (1892);  Antonio Miguel Alcover: Bayamo: su toma, posesión e incendio. Reseña histórica y comentarios oportunos (1902); Bernardo Callejas: Batallas mambisas famosas (1979); Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo: Escritos (1982).

 

 

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