La batalla por la luz

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Por Anaisis Hidalgo Rodríguez | 8 noviembre, 2024 |
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De izquierda a derecha, Leonardo Cabrera Aguilera y Adonis Esteban Fuentes Liens FOTO/Frank Espinosa Fonseca

Desde hace cuatro décadas, Adonis Esteban Fuentes Liens, un hábil técnico en redes y sistemas, ha tejido su trayectoria en la Empresa Eléctrica de Granma. A lo largo de los años, ha asumido diversos roles, pero sus colegas coinciden en que, como celador, es un verdadero maestro.

Un agudo olfato, comparable al de un sabueso, le permite desentrañar los problemas ocultos en las líneas eléctricas, sin importar cuán enrevesada sea la madeja de cables, y su sapiencia como celador de líneas eléctricas, lo torna casi imprescindible cuando de huracanes se trata.

Su pericia y buen ojo, le posibilitan identificar rápidamente los puntos críticos que podrían estar afectados por las inclemencias del tiempo y tomar decisiones acertadas en momentos de crisis, asegurando que la energía se restablezca con prontitud reduciendo el impacto en la vida diaria de las personas.

Tras su diagnóstico, las brigadas de linieros se mueven a reparar las averías, que luego deben  ser certificadas en aras de evitar futuras interrupciones cuando se restaura el servicio.

En este sentido, desempeña un papel esencial el ayudante de grúa Leonardo Cabrera Aguilera, encargado de hacer los hoyos para el hincado de los postes de tendido eléctrico, igualmente la descarga y el izaje de estos para que los linieros restablezcan las líneas.

Su piel, curtida por 27 años de trabajo en la Eléctrica, experimenta la reincorporación laboral tras la jubilación, el sol picante sobre la espalda y ese revitalizador trabajo en equipo.

 LA REALIDAD

En San Antonio del Sur los estragos fueron colosales. El agua penetró con fuerza inundando todo a su paso. Las casas, una vez refugios cálidos, se convirtieron en pozos de lodo y el barro se adueñaba de cada rincón, en tanto sus moradores luchaban con palas en una batalla casi perdida contra la naturaleza.

“Es desgarrador observar cómo la vida de las personas se desmorona en un instante y sus pertenencias, acumuladas durante años, se desvanecen en un parpadeo, sin esperanzas de recuperarlas”, comenta Cabrera Aguilera.

Como hojas arrastradas por el viento, las pertenencias ahogadas en un mar de agua, desvanecían consigo los más hermosos recuerdos.

En las aceras, las vestimentas y los equipos electrodomésticos yacían buscando el escaso consuelo del sol que, intermitente, asomaba su nariz entre las nubes grises, mientras la lluvia continuaba.

MANOS A LA OBRA

El acceso a estos rincones remotos fue una sumatoria de dificultades; los caminos, serpenteantes y desgastados, se tornaban casi impenetrables en el corazón de las montañas.

“Cada paso era un desafío, cargábamos recursos a cuestas y guiábamos los bueyes por senderos inaccesibles, sin embargo, con determinación y esfuerzo, avanzamos lentamente y restablecimos el servicio en algunas comunidades; en otras, la naturaleza nos cerró las puertas, tornando sus caminos intransitables”, narra Cabrera Aguilera.

“Las afectaciones fueron bastante serias en las líneas, los transformadores y las acometidas. Trabajé con un equipo muy joven que despunta por su unidad y disciplina, lo cual permitió, en poco tiempo, restablecer el servicio de San Antonio del Sur; posteriormente, nos trasladamos para Baracoa. Allí cogimos un ramal de la línea bastante engorroso que logramos sacar en gran medida”, precisa el celador Adonis Esteban Fuentes Liens.

EL RELEVO

Apenas un día entre su regreso de Guantánamo y su partida hacia La Habana, tiene el joven liniero Ariel Mulet Armas para dedicar a su esposa e hijos. Su labor, cual silencioso ladronzuelo del tiempo familiar, exige una entrega total y un sacrificio que, pese a todo, le hace persistir en este oficio.

Ariel Mulet Armas FOTO/ Frank Espinosa Fonseca

“Me apasiona lo que hago, confiesa, aunque a veces el peso del trabajo nos arrebata los momentos que debería compartir con mis dos hijos, Thiago y Noé, que son mi vida. El sacrificio de mi labor se hace evidente, pero la satisfacción de contribuir es innegable.

“Cuando a uno le toca palpar de primera mano los destrozos que un huracán causa en la vida de las personas, es imposible no sentir opresión en el corazón. No obstante, uno debe sobreponerse y enfocarse en la tarea, que es restaurar el servicio eléctrico.

“En Guantánamo, las jornadas fueron maratónicas, desde el amanecer hasta la noche, enfrentando lluvias constantes que complican aún más la faena; sin embargo, uno se adhiere a las medidas de seguridad y protección porque sabe que hay alguien en casa que nos espera”, comenta Mulet Armas.

DEBER CUMPLIDO

Como ríos que encuentran su cauce, los linieros granmenses  restauran el servicio eléctrico. Con el cierre de cada barrio llega la mayor alegría que pueda tener este colectivo y cuya satisfacción les recuerda, que juntos, son capaces de superar cualquier tormenta.

El contingente granmense, conformado por 52 hombres, entre estos, linieros, despachadores, mecánicos, celadores, técnicos de operaciones, personal de servicio y director, devolvieron, en San Antonio del Sur, el servicio a más de seis mil 800 clientes e instalaron alrededor de 234 bancos de transformadores.

Posteriormente, se trasladaron hacia Baracoa, donde laboraron durante cuatro días hasta su desmovilización este lunes.

Como un coro que celebra la vida, volverán las familias  y los amigos a reunirse bajo la luz, recordándonos que no solo ilumina, sino que también nos hermana.

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