
Vino al mundo hace 174 años, sencillamente, como La Bayamesa, al ser estrenada por primera vez en la ventana de María de la Luz Vázquez y Moreno, más conocida por Luz, con sus versos virtuosos, el 27 de marzo de 1851.
La letra la compusieron José Fornaris Luque y Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, la música fue de Francisco del Castillo Moreno y el propio Céspedes y la entonó la vibrante voz de tenor de Carlos Manuel Pérez Tamayo.
La serenata la motivó los deseos de reconciliación de Pancho del Castillo con su bella y amorosa esposa María de la Luz, separados por las veleidades cometidas por el ilustre abogado.
La historia y la leyenda se involucran en el acabado del canto amoroso como para que el arcano de la creación siempre sea motivo de nuevos sondeos y hallazgos sorprendentes.
En cada marzo la memoria va a aquellas horas nocturnas, como de madrigales, en que los cuatro promotores culturales acudieron a la ventana de María de la Luz, en la calle San Salvador, para dedicarle en serenata los versos tiernos de la pasión desbordante.
Ninguno de los autores sospechó ni estaba en entre sus objetivos que aquella canción se apoderaría del entusiasmo multitudinario y que con el correr de los años se convertiría en símbolo y paradigma de sucesivas generaciones de enamorados de Cuba y el mundo.
ALGUNAS FALSEDADES Y AMBIGÜEDADES
A pesar de los años trascurridos, en torno a de esta pieza musical existen muchas preguntas por contestar. Aunque el historiador José Maceo Verdecia en su Bayamo, publicado en 1936, brindó abundantes datos sobre los orígenes de la emblemática canción, creó serias confusiones sobre sus compositores, la fecha de su estreno, la real edad de Luz Vázquez, los vínculos amatorios entre Luz y Pancho del Castillo y las influencias en la cancionística bayamesa de la primera mitad del siglo XIX.
Por suerte, ya no existen dudas de que la composición la realizaron a cuatro manos Fornaris y Céspedes, si bien el bardo siboneyista hizo de todo para apropiarse él sólo del derecho de autor.
Durante muchos años caminó la versión de que Pancho y Luz eran “novios”, cuando verdaderamente habían contraído matrimonio desde 1842 y al momento del estreno de la canción tenían cuatro hijos: Lucila (1843), Francisco, Leonela (1847) y Adriana (1851).
De acuerdo al testamento de Francisca Moreno y Hechavarría, firmado el 8 de agosto de 1843, dejó a su sobrina en segundo grado, la niña Lucila del Castillo, una esclava nombrada Carmen.
Durante un pleito judicial entre Micaela Moreno y su segundo esposo José Felipe Téllez Tamayo en octubre de 1844, salió a relucir que el joven Francisco del Castillo se había casado con María de la Luz Vázquez.
Acerca de la edad de la muchacha se han barajado varias fechas, entre ellas, 1831, 1834 y 1828. De ser algunas de ellas hubiera contraído nupcias demasiada niña y aun adolescente hubiera tenido sus primeros hijos.
En todos estos años había razones de peso, sociales y biológicas, para cuestionarlas. En primer lugar, la minoría de edad, cuestión en que la Iglesia católica era intransigente. En segundo lugar, el cercano grado de consanguinidad, primos hermanos, por lo que para casarse debían tramitar un expediente judicial. Y, en tercer lugar, los impedimentos de orden biológico: en una versión hubiera parido a los 8 años y en otra a los 11.
Para la solución de tan espinoso asunto hubiera sido de mucha ayuda contar con la fe de bautismo, pero su búsqueda ha sido infructuosa. Pero en auxilio de una conjetura bastante factible apareció el dato de que María de la Luz era hermana gemela de Isabel Antonia Vázquez, la esposa del abogado Pedro Felipe Figueredo, Perucho.
Depositada en los libros de Estable de la Iglesia Parroquial Mayor, hoy catedral del Santísimo Salvador, la fe de bautismo de Isabel Antonia señala que nació el 20 de noviembre de 1826. Esto establece que a la fecha del matrimonio entre Pancho del Castillo y Luz Vázquez en 1842, tenía 16 años, edad adecuada para aceptar legalmente la unión conyugal.
Por tanto, los dedos trémulos que cazaban el perfil de la muchacha, los susurros en las noches entre ambos, eran los vibrantes movimientos del marido y no de su novio. Los tremednos versos “moribundos de dicha y amor” tenían la fuerza de la plenitud amorosa.
Para ajustar los muchos contrasentidos en las fechas existentes hasta ahora, ha aparecido la insólita hipótesis de que la interpretación de la canción debió ser entre el 27 de julio de 1842 y diciembre de 1850, con el propósito de colocar en la misma escena a Carlos Manuel de Céspedes y José Fornaris.
Este lapso de tiempo la aleja del crucial año 1851, porque sus defensores no creen que la pieza surgiera en medio de una conspiración independentista en Bayamo y porque Joaquín de Agüero estaba próximo a alzarse en armas en Camagüey, contando con el auxilio de algunos patriotas del valle del Cauto.
SOBRE LA AUTORÍA DE LA CANCIÓN
En marzo de 1851 Bayamo todavía no contaba con imprentas ni periódicos, por los frenos impuestos por las autoridades coloniales. La tradición oral era el mejor vehículo para la comunicación social. Esto podrá explicar el por qué durante tanto tiempo letra y música de La Bayamesa circularon con alteraciones y peor aún, como anónimas.
Ante estas lamentables transformaciones, José Fornaris prometió en julio de 1856 sacar la canción a la luz en breves días en el periódico Floresta cubana, ya que la conservaba “escrita por sus autores”.
Sin embargo, en los números siguientes de esta publicación habanera no apareció nada referido la bella canción bayamesa. De manera, que la pieza siguió transitando por revistas y cancioneros con otras adaptaciones y otros supuestos autores.
LA LOCACIÓN DE LA CANCIÓN
El otro punto de discusión está relacionado con la ubicación real de la famosa ventana de Luz Vázquez en el perímetro urbano de Bayamo. El historiador José Maceo Verdecia en el libro Bayamo brindó dos locaciones: en la calle San Salvador (hoy Carlos Manuel de Céspedes) y en la calle San Francisco (actual Máximo Gómez), de la barriada de San Francisco.
De acuerdo al padrón de fincas urbanas de Bayamo de 1867 la casa de María de la Luz Vázquez estaba en San Salvador marcada con el número 89.
De acuerdo a documentos de la época se ha podido determinar que tenía poco más de 25 metros de frente y 23 de fondo, con un área total de 578 metros cuadrados. Después de la quema se conservaron durante largo tiempo las rejas de hierro de las ventanas, cuatro cuartos interiores y la cocina.
Sin embargo, el historiador Enrique Orlando Lacalle, varios años después, señalaba como escenario del suceso otro lugar: la residencia “de la respetable señora doña María Candelaria Moreno y Hechavarría”, la madre de Luz Vázquez y en estado de viudez.
Esta casa también estaba situada en la calle San Salvador, con el número 88, pero en la acerca del frente, junto a la casa donde vivía Carlos Manuel de Céspedes, la conocida como dos columnas.
En algunas descripciones se ha señalado erradamente que el hecho ocurrió en el “balcón” de Luz Vázquez, sin saber distinguir la ventana de enrejado, por donde se podía asomar el rostro. Por ningún lado había muros exteriores, ni plataforma, ni balaustres ni las columnatas propias de los miradores o palcos.
DESTINO DE LOS AUTORES
Francisco del Castillo falleció antes de 1862. El 31 de mayo de 1862 Luz Vázquez acudió a la escribanía de José María Cardona por haber recibido 50 pesos de su esclava María de Jesús Moreno por la libertad de una hija desde el vientre. En el documento del contrato se recoge que ella era “viuda de esta naturaleza y vecindario”. Por eso, quedan sin argumentos los que señalaban que Pancho se había trasladado a España en 1867 y que allá murió de tuberculosis o los que, sin fuente alguna, decían que murió durante la guerra de independencia.
Carlos Manuel de Céspedes tuvo el honor de comenzar la guerra de independencia de Cuba en su ingenio azucarero La Demajagua, ganó el título de Padre de la Patria, fue el primer presidente de la República cubana y murió combatiendo contra los españoles el 27 de febrero de 1874.
José Fornaris creó el movimiento literario conocido como siboneyismo, viajó y residió en varios países europeos y murió en La Habana el 19 de septiembre de 1890.
Carlos Manuel Pérez Tamayo se desempeñó como procurador público en Bayamo, se alzó en octubre de 1868, llegó a ser jefe del departamento del interior del Gobierno Provisional de la Revolución, canciller de la República y murió de fiebres perniciosas en marzo de 1870.
María de la Luz Vazquez quemó su casa y marchó con sus hijos a las montañas de Guisa. Perseguida por fuerzas españolas, fue hecha prisionera, junto a sus hijas, en 1870. Recluidas en las ruinas de su otrora mansión, la condicionaron con tablas y tejas, manteniendo su sala, cuatros y cocina. Allí, a los pocos días, murió Adriana entonando las notas del Himno de Bayamo, y poco después su madre, sin haberse podido precisar día y mes del deceso de ambas.
FUERZA E INFLUJO DE UNA CANCIÓN
La simbólica ventana fue inaugurada por las autoridades de Bayamo, bajo el la guía del historiador José Carbonell Alard, el 12 de enero de 1975, en el aniversario 106 de la quema de la ciudad. Hasta allí llegó en ronda trovadoresca el pueblo bayameses, movido por lo consideraban un paradigma de amor para todos.
En definitiva, ese canto simbolizaba el patriotismo, la creación y el amor de un pueblo que comenzaba a cristalizar sus sentimientos y convicciones de patria y nacionalidad propias. Además, constituía un suceso cultural de tono mayor protagonizado por hombres solares de la nación.
Así, La Bayamesa creció como síntesis y pujanza la canción romántica y trovadoresca bayamesa, como canto inmortal de la pasión por la amada, el amor ardoroso a la patria y la felicidad de todos los tiempos.
FUENTES: José Fornaris: Poesías (1888); José Maceo Verdecia: Bayamo (1936); Zoila Lampique Bernal: Música colonial cubana en las publicaciones periódicas 1812-1902 (1979); y Ludín Fonseca García (comp.): La Bayamesa: 165 años de un canto (2017).