La dignidad frente al sadismo

Share Button
Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador) | 15 diciembre, 2024 |
0
Juan Manuel Márquez ganó el mérito de ser el segundo jefe de la expedición del yate Granma

La rica trayectoria revolucionaria de Juan Manuel Márquez le convirtió en una destacada figura de la lucha contra la tiranía de Batista. Desde las filas del partido Ortodoxo trazó planes con Fidel Castro, quien en el periodo del exilio en México contó con sus valiosos servicios patrióticos.

De su ejecutoria Fidel Castro manifestaba: “Juan Manuel Márquez era un muchacho muy bueno, era del Partido Ortodoxo, de las figuras jóvenes, un orador brillante, y como cuando nosotros salimos de las prisiones teníamos la idea de ampliar el Movimiento con nuevas figuras, reunimos a los que habíamos estado en el 26 de Julio con algunas otras organizaciones…”

De esta manera el héroe del Moncada habló con Márquez, porque veía en él un joven de prestigio, todo un símbolo de lo que era capaz la juventud cubana progresista de esos tiempos.  Entonces se unió a la jefatura de la Revolución y acompañó a Fidel en su recorrido de unidad y recogida de fondos por los Estados Unidos y en los preparativos de la expedición armada en México.

Con mucho orgullo Fidel apuntaba los méritos de compañero, asesinado tras el desembarco del yate Granma: “Juan Manuel Márquez que tenía ya una larga trayectoria política, revolucionaria, sana; un compañero muy bueno, muy competente, era el segundo jefe del Movimiento. Juan Manuel es un compañero que debe recordarse”.

SEGUNDO AL MANDO DE LA EXPEDICIÓN

En la composición del destacamento armado del yate Granma, Fidel dio a Juan Manuel Márquez un lugar sobresaliente, como segundo jefe del Movimiento 26 de Julio. Ahora, asumía  como jefe de Estado Mayor, es decir, el segundo al mando de la expedición con el grado de capitán.

La llegada del Granma por Los Cayuelos, en Niquero, el domingo 2 de diciembre de 1956 reinició la lucha armada contra la dictadura batistiana. Aunque exhaustos por la larga travesea, sortearon las primeras dificultades de avanzar entre un tupido manglar  y áreas pantanosas.

Desde que laaviación y los barcos batistianos detectaron la presencia del yate Granma, no cesaron los ametrallamientos en toda la zona del desembarco.Por eso, los expedicionarios apuraron la marcha hacia tierra firme.

Sin haber sostenido combates con fuerzas de la tiranía, desde ese domingo, los partes del Ejército divulgaban ficticias acciones combativas, donde daban por muertos a Fidel y Raúl Castro y Juan Manuel Márquez.

EL COMBATE DE ALEGRÍA DE PÍO

Tras un recorrido azaroso, en la mañana del miércoles 5 de diciembre llegaron a un monte cercano a los cañaverales de la colonia de Alegría de Pío, a 17 kilómetros al sur-sureste del poblado de Niquero.

No se podía seguir avanzado por temor a ser detectados por la aviación. Los expedientaros se acomodaron y otros entraron al cañaveral a cortar la dulce gramínea.

A las 4: 30 de la tarde los atacó una compañía batistiana, formada por unos 140 efectivos. Los revolucionarios se defendieron durante media hora. Los intentos de Fidel y Juan Manuel de establecer una defensa organizada no se pudo lograr. En contra tenían las adversas condiciones del terreno para una defensa y la candela dada por los militares del régimen al cañaveral para obligarlos a salir. Entonces se creó un estado de confusión, el cual condujo a la dispersión de los combatientes.

El revolucionario Universo Sánchez Álvarez, del pelotón de Raúl Castro, contaba: “Juan Manuel convenció a Fidel de que debíamos retirarnos al igual que nuestra gente y comenzamos a marcharnos paralelamente a los soldados hacia un montecito que había cerca”.

El avance se realizaba unas veces a pasos rápidos y otras a rastras. Delante marchaba Fidel, luego Márquez y detrás Sánchez. Sin embargo, cuando trataban de alcanzar un segundo montecito, Juan Manuel quedó rezagado.

Fidel pidió a Sánchez que saliera a buscarlo. A gatas lo hizo por entre las malezas, pero no dio con su compañero. Lo llamó varias veces pero no tuvo respuestas. Regresó junto a Fidel y le dio la lamentable noticia de que Márquez había quedado sólo detrás.

Después de haber disparado sus balas contra los batistianos, Juan Manuel Márquez se alejó de Alegría de Pío. A ciencia cierta no se sabe todavía los parajes por donde anduvo. Lo que si demostró fue sagacidad para burlar durante varios días las postas de los militares del régimen, los que cubrían todos los caminos.

CAPTURADO Y TORTURADO

El sábado 15 de diciembre,a las 3: 00 de la tarde, al deambular  por la zona de Las Palomas  se cruzó con el campesino Ignacio Fonseca  Rodríguez. Andaba con las ropas echas jirones y el cuerpo arañado de las zarzas. A pesar de su débil estado físico le preguntó por el camino para llegar a la Sierra Maestra. Una vez indicado un trillo, el guajiro corrió a informar en Mameycito al guardia rural Francisco Moreno de la presencia en la zona de uno de los hombres llegados con Fidel en la expedición armada. Sabiendo que andaba desarmado y en pésimo estado corporal, salieron a buscarlo.

Lo encontraron  entre la maleza en Estacadero,a 13 kilómetros del poblado de Niquero. Allí lo hicieron prisionero y le despojaron de su reloj y una cartera. Lo condujeron a la cercana casa de Manuel Matamoros, donde manifestó: “Yo soy Juan Manuel Márquez  y soy abogado”.La esposa de Matamoros, María Josefa Pérez le dio a beber agua, se lavó un poco y le ofreció boniatos  y carne de res. En todo momento mantuvo su entereza y dignidad. El guardia Moreno le preguntó que a qué había venido y respondió: “Nosotros vinimos a defender una causa”.

Luego llevaron al habanero para Juba del Agua, donde estaba una fuerza mandada por el teniente Mario de la Cal Herranz, condiscípulo suyo  en el Instituto de Mariano, quien nada hizo para preservarle la vida.

Por teléfono La Cal informó al capitán Caridad Fernández, jefe del Escuadrón  No. 12 de la guardia rural de Manzanillo, de la captura de Juan Manuel Márquez, ya dado por muerto en los partes de la tiranía desde el mismo día del desembarco del yate Granma.

El sanguinario Caridad, apodado por el femenil Cachita, no tardó en llegar, acompañado de tres soldados. Entonces lo montó en su jeep y salió rumbo a Niquero. Pero no llegaron a ese cuartel, sino que siguieron hasta la entrada de la finca La Norma, a 12 kilómetros del citado poblado. El chofer, por orden de Cachita, dejó la carretera y avanzó unos 45 metros dentro de la propiedad.

En el trayecto le vejaron, le dieron golpes hasta hacerlo sangrar y cobardemente le anunciaron su pronta muerte. Entonces los esbirros bajaron violentamente al prisionero y lo lanzaron contra el suelo. Desde ese momento lo golpearon salvajemente y lo dejaron por muerto en la orilla de un cañaveral.

De seguido el capitán Fernández se dirigió al puesto militar de San Ramón, donde llegaron en las primeras horas de la noche.Allí instruyó al jefe de ese puesto, subordinado suyo, sargento Valdés sobre el final del detenido. Por eso, montaron en una camioneta, ahora tripulada por elsoldado Celso Modesto Torres González y los guardias Arnaldo Jiménez Jiménez y Pitágoras Ferros Cámbara. Además, montó el joven Blas Antonio López Vega, un ayudante de la cocina del puesto, a quien el sargento Valdés ordenó llevar un pico y una pala.

UN ASESINATO ATERRADOR

Todavía Juan Manuel estaba con vida, pero sin poder moverse. Al muchacho le dieron la orden de cavar una fosa junto al cañaveral a la derecha. El revolucionario se quejaba de las heridas y golpes recibidos.

El muchacho regresó informar que había concluido de hacer el hueco. Entonces le ordenaron: “Sal de aquí, después te alcanzamos”. Desde la cama del  vehículo, cuyas luces estaban encendidas, el joven vio arrastrar el cuerpo de Juan Manuel hasta el borde del hoyo. Fue entonces que Celso Torres le realizó un disparo con el revólver en el cuerpo y dos en la cabeza.

Así, de manera sádica los sicarios del régimen acabaron con la vida del ilustre abogado y dirigente revolucionario. Había cumplido el 3 de julio anterior 41 años de edad.

Este crimen merece dos rectificaciones: una, que el capitán Fernández dejó al revolucionario casi muerto en la finca La Norma; segunda, que su asesinato fue obra del soldado Celso Modesto Torres y dos guardias de San Ramón.

EL MÁS DEVOTO HOMENAJE

El 24 de abril de 1959, durante su estancia en Nueva York, el Comandante en Jefe Fidel Castro pronuncio un discurso en el Parque Central, donde recordó a su compañero de ideales y luchas revolucionarias.

Entonces, el Máximo Líder de la Revolución expresó: “Al contemplar aquí esta inmensa muchedumbre, al hablar aquí hoy, mi pensamiento se eleva hacia aquel que fue mi compañero de organización del Movimiento 26 de Julio en el exilio; mi pensamiento se eleva a quien fue compañero de esta jornada; mi pensamiento se eleva a aquel orador formidable; a aquel compañero que hacia poner de pie a la multitud, con su palabra vibrante: Juan Manuel Márquez”.

Manifestó que no estaba presente físicamente, pero la obra que había iniciado la vivían todos; vivía en el recuerdo y en los frutos de su sacrificio.

En bellas palabras agregó: “Juan Manuel Márquez, a ti debeos dedicarte hoy el mejor recuerdo, el más devoto recuerdo y el más sentido homenaje, porque aquí está tu compañero que siguió la lucha, aquí está tu compañero que te recuerda y te echa de menos”.

LA ACLARACIÓN DEL CRIMEN

Durante muchos años se desconoció el real destino de Juan Manuel Márquez. Pero la verdad se fue abriendo paso poco a poco. El testigo ocular, Blas Antonio López, vecino de San Ramón, en 1987 decidió hablar a pesar de mortal amenaza que pendía sobre él: “Si dices algo de esto, te la arrancamos”.

El investigador histórico y cartógrafo Otto Hernández Garcini, de la Oficia de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, contaba: “El joven, que lo presenció todo escondido detrás del yipi, fue testigo excepcional de aquel crimen y mediante su testimonio pudo reconstruirse”.

El investigador encontró una causa ventilada en Manzanillo, donde estaban involucrados tres de los asesinos de los expedicionarios. Uno había sido condenado a muerte, pero los otros dos, por diversas irregularidades cometidas en el proceso, quedaron en libertad al ser sobreseída la causa.

Para juzgar a los culpables se abrió la Causa F-14 de 1987.Con el deber cumplido Otto Hernández subrayaba: “Profundicé en el hecho y logré que estos individuos que pensaban haber burlado la justicia, pagaran por sus crímenes”.

FUENTES: Fernando Inclán Lavastida: Apuntes biográficos de Juan Manuel Márquez (1982); Pedro Álvarez Tabío: Diario de la guerra. Diciembre de 1956-febrero de 1957 (1986); Heberto Norman Acosta: El retorno anunciado (2011); Pilar Quesada González:Mártires del Granma. Por siempre inmortales(2011);Juan Soto Valdespino: Mártires del Granma (2012); Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado: La epopeya del Granma (2016).

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *