En la escalera infinita del arte

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Por Granma | 25 octubre, 2025 |
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FOTO/ Tomada de Trabajadores

Fue en el habanero Parque Central: el muy joven Alfredo Sosabravo se tropezó en una caseta con las pinturas de un coterráneo suyo, Wifredo Lam; y descubrió que existía algo más allá de la vida tal y como la conocía. El universo de la plástica implicaba la posibilidad de sentir y expresar.

El muchacho nacido en Sagua la Grande, el 25 de octubre de 1930, comenzó entonces a dibujar y pintar por su cuenta. Luego estudió un breve periodo en la Escuela Anexa de la Academia de Bellas Artes de San Alejandro; y se nutrió de las enseñanzas de su mentor, Ángel Acosta León. No obstante, el autodidactismo tendría un peso fundamental en la carrera exitosa que así iniciaba.

Según escribiera en estas mismas páginas, hace unos años, la especialista Virginia Alberdi Benítez, fue la revelación del mundo interior de Sosabravo

–quien cumple hoy 95 años– y el empeño en dominar las claves para plasmarlo, lo que determinó la ascensión a los primeros planos creativos.

Artista de laboriosidad plena, que deriva en una productividad cargada de sentidos, el Premio Nacional de Artes Plásticas 1997 ha incursionado en la pintura, el dibujo, el grabado, la escultura y la cerámica. En el caso de esta última, varios entendidos lo colocan entre sus más grandes cultores a nivel mundial.

Sobre esa pluralidad de caminos creativos ha dicho: «Las manifestaciones llegaron a mí accidentalmente, y las aprovecho. Una trae de la otra, no están aisladas. Por ejemplo, provenía de la pintura y el dibujo, ello me fue útil para el grabado. Cuando comencé en la cerámica tenía mucho del grabado, después de la escultura. Algo similar ha pasado con el bronce y el vidrio. Estoy orgulloso de que las distintas manifestaciones hayan venido a mí».

Dentro de su trayectoria, fue vital integrar el taller Cubartesanía de Cubanacán; pero ninguna pertenencia ha encasillado sus realizaciones. Lo distingue el no adherirse a tendencias en boga, sino tomar de ellas aquellos elementos que pueden enriquecer el caudal de su trabajo, con la mirada –como confesara– «puesta en una escalera infinita, porque infinitas son las posibilidades del arte».

Así, logró su sello particularísimo, y fácilmente identificable, dentro del cual el color desempeña un papel esencial, como expresión de alegría, que lo mismo sirve de sostén para el humor reflexivo que para la denuncia de los más acuciantes dolores de la Humanidad.

El crítico Alejandro G. Alonso explicó: «De serenidad clásica y retortijón barroco está hecha la obra de Sosabravo, de todos los vientos que soplaron sobre nuestras tierras se nutre su quehacer; de lo que llegó en galeones coloniales y de lo profundamente sedimentado por las culturas del continente se arman signos concebidos como al azar y que, estamos seguros, cada quien interpretará felizmente a su modo, pues también, sobre el cortante filo de la ambigüedad “como todo artista genuino” opera el creador».

Y añadió: le sirven «los objetos populares; sabe reconocer en humildes implementos y en el sencillo acontecimiento, el eterno caudal motivador. Lo sofisticado y las cosas más “vulgares” integran en él una unidad inseparable. No le teme a referencia alguna, porque su práctica está guiada por la autenticidad (se ha nutrido de muchos pero el resultado es propio e inalienable)».

La naturaleza, el ser humano y la máquina se entremezclan en la visión de un hombre que saca sus motivos de la cotidianidad y los eleva a la condición de símbolos. Para constatar su fuerza expresiva, basta observar piezas como Carro de la Revolución, emplazada en el Hotel Habana Libre; Autopsia del robot, de la serie Anatomicum; Personaje frente al sol, Interacción o Vértebras verdes; pese al lugar común, hay que reconocer lo interminable de la lista.

Quienes lo conocen, aseguran que Sosabravo mantiene intacto el espíritu de la niñez, gracias a la creación. A Roberto Chile le dio algunas pistas para que lo entendamos mejor; ante sus preguntas se describió como un pintor que mira la vida con optimismo y se proyecta con esperanzas, y que ansía ser recordado como lo que es: «un trabajador del arte que busca permanentemente la felicidad».

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