
En el entorno guajiro de la finca Santa Martha en Jobal Arriba, del cual se siente muy orgulloso, transcurrieron los primeros años de vida del bardo y juglar masoense Eduardo Brizuela.
Su padre, un talentoso carpintero ebanista, no solo se dedicaba a la fabricación de guitarras, sino que también animaba fiestas campesinas y cumpleaños, creando así un ambiente que influyó notablemente en la formación musical de Eduardito, como todos le llaman desde entonces.
Después de completar el sexto grado, se traslada junto a su abuela materna hasta la comunidad de Mateo Romás, en Yara, donde recibió el influjo de la música de órgano y de otros formatos musicales portadores de tradiciones como la agrupación “Alegres del Paraíso”, popularmente conocida como “La Melcocha”.
“En ese nuevo entorno, junto a mis amigos del barrio, la mayoría de ellos estudiantes de secundaria, fundo mi primera agrupación de aficionados, a la que bautizamos con el nombre de “Onda Latina”, en ella comienzo a incursionar como trecero”.
“Nuestra formación era autodidacta, aprendimos más por amor y dedicación que por talento, compramos nuestros propios instrumentos e hicimos una hermandad que ha durado hasta estos días”.
Por razones de estudio, Eduardito regresa a Bartolomé Masó, esta vez a la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, donde funda su segundo piquete con el nombre de “Concentración Caliente”, un proyecto que también le sirvió para relacionarse con otros instrumentos musicales como el piano y el acordeón, este último su más fiel acompañante.
“Es el alma mía, con él yo canto y compongo mis canciones, hago mis descargas y comparto en noches de serenatas, somos más que inseparables”.
Su pasión por la música lo llevaron a abandonar el preuniversitario y a establecerse definitivamente en la comunidad yarense de Mateo Romás, la que le ha servido de patria chica y fuente universal de sus parrandas y canciones.
Más tarde ingresa en la Escuela de Superación Profesional “Manuel Navarro” de Manzanillo con la esperanza de alcanzar el nivel medio. La escuela cierra, sin embargo, antes de conseguir su objetivo por lo que solo completa el nivel elemental.
“A pesar de ese contratiempo lo que aprendí con el trombón me permitió afianzar mi puesto en la orquesta “Yamará” del municipio de Yara, donde ya había ingresado, en 1998”.
“En ella trabajé durante más de 14 años, haciendo varios arreglos y composiciones musicales. De mi autoría fueron alrededor de 20 temas, entre los que destacan “El Gallo”, “La Suegra”, “Mi vecina” y “Que le gusten”, muy populares por entonces”.
La labor musical de Brizuela, no solo se limita a fiestas y presentaciones, también destaca en la confección de piezas o partituras musicales para órganos, una actividad que comenzó como un hobby y que luego llegó a ser sustento de vida.
“En 2012, me dediqué por entero a ello, tuve la ayuda de Vladimir Tamayo, un excelente músico fundador de Yamará, sus consejos aun los tengo presentes. El tiempo libre de que disponía entonces lo aproveché para formar mi banda, a la cual se integraron muchos de los muchachos que me acompañaron en mis sueños musicales de adolescencia”.
La fiesta de celebración del 30 aniversario de la fundación de Yamará, significó un paso importante en la carrera musical de Brizuela, en ella presentó junto a su “Banda Caliente” el tema “El que pueda que lo haga”, todo un clásico de su repertorio, que rápidamente se convirtió en éxito en todos los espacios sonoros granmenses.
A partir de ese momento, Eduardito se dedicó a consolidar su proyecto musical, el que tuvo su debut profesional el 20 de julio de 2018, después de varios años actuando como aficionados en cumpleaños, fiestas campesinas y otras celebraciones culturales en Yara y municipios cercanos como Bartolomé Masó, Buey Arriba y Manzanillo.
El éxito de Brizuela con su “melcochita”, como también le llaman a su formato musical heredero de los ritmos de El Paraíso, no detuvo sus deseos y voluntad de superarse y es así como en enero de 2019 se integra a la Banda Municipal de Conciertos de Bartolomé Masó, contando tan solo con un tercer nivel en el instrumento del trombón.
“A los pocos días, me presento al proceso de evaluación nacional que por esos días se llevaba a cabo en todas las agrupaciones de este tipo en la provincia y alcanzo el primer nivel, algo muy notable si tenemos en cuenta que llevaba más de seis años sin tocar profesionalmente tan complejo instrumento”.
Desde entonces Brizuela tiene la suerte de vivir sus pasiones musicales y de frecuentar sus orígenes, donde se le aprecia como a un hijo prodigo, de esos que siempre sabe y quiere beber de sus raíces.