
Tras vencer una ardua polémica, el primer historiador de la Ciudad de La Habana, Doctor Emilio Roig de Leuchsenring logra que, desde mediados del pasado siglo, la Ciudad de La Habana rinda tributo a Carlos Manuel de Céspedes con un monumento en el centro de la Plaza de Armas, con el cual homenajea al Padre de la Patria e iniciador de las luchas por la independencia de Cuba.
A la historia de esta estatua, que el próximo 2025 cumplirá 70 años de estar colocada en la Plaza de Armas y, que a su vez, es contemporánea con la erigida en la Plaza de la Revolución, de Bayamo, con apenas 225 días de diferencia de la habanera, nos acerca el prominente historiador y Doctor en Ciencias Félix Julio Alfonso López, de la Casa de altos estudios Don Fernando Ortiz con la conferencia inaugural del evento teórico Crisol de la Nacionalidad Cubana La guerra de las estatuas: Carlos Manuel de Céspedes contra Carlos III y Fernando VII.
“La idea de cincelar una escultura al Padre de la Patria en realidad data desde los albores republicanos, cuando se organizó la Asociación Pro monumentos. Años después, en 1919, al cumplirse el primer centenario del libertador bayamés, el coronel Cosme de la Torriente presentó al senado un proyecto de ley para festejar la efeméride el cual fue aprobado por el presidente Mario García Menocal, entre cuyos contenidos estaba erigir un monumento a Céspedes, mediante la convocatoria a un concurso internacional de artistas y con un presupuesto de 175 mil pesos.
Nada se hizo entonces, con la salvedad de que el espacio urbano de la Plaza de Armas fue rebautizado como plaza Carlos Manuel de Céspedes. Hasta entonces, en el centro de ese espacio público, se erigía la estatua del rey Fernando séptimo, figura de la monarquía española y de la política internacional del siglo XIX.
Desde las páginas de la revista Cuba contemporánea, uno de sus fundadores, Carlos de Velasco había aclamado por un monumento al mártir de San Lorenzo, y al cambio de nombre de dicha plaza. En el editorial del número correspondiente a marzo de 1921 se lee:
“Cuba contemporánea que en 1917 sugirió la idea de un homenaje al Libertador de América el inmortal Bolívar, proponiendo que se diera su nombre a la Avenida de esta capital, que entonces se denominaba De la reina, iniciativa que tuvo éxito completo al acordarse pocos meses después dicho cambio de nombre por el Ayuntamiento de La Habana, estima cumplir ahora un deber patriótico, al sugerir la idea de que se dé el nombre glorioso del iniciador de la Revolución de Yara, a la llamada Plaza de Armas de esta capital, y que sea allí, frente al Palacio que sirvió de residencia a los gobernadores generales de la Colonia, donde se erija la estatua que Cuba ha de levantar a Carlos Manuel de Céspedes”.
La idea fue presentada al Cabildo en enero de 1923 y fue aprobada y puesta en vigor el 24 de enero de ese propio año, en una ceremonia pública que contó con la asistencia del vicepresidente de la República General Francisco Carrillo y del hijo del prócer, Carlos Manuel de Céspedes y Quesada.
El historiador Miguel Ángel Carbonell quien hizo uso de la palabra en aquel acto, terminó su conmovida oración profetizando que la plaza renombrada debía servir como ágora codificadora de los sucesivas crisis políticas que había padecido la República. Desde ese día y año la Plaza de Armas se debió llamar Plaza de Carlos Manuel de Céspedes.
Al producirse el nombramiento de Emilio Roig como historiador de La Habana, en 1936, retomó los nuevos bríos del simbolismo del hombre del 10 de Octubre y tal efecto, sugirió que se bautizara como avenida Carlos Manuel de Céspedes el tramo del Malecón comprendido desde la capitanía del puerto hasta el castillo de la punta, en razón precisamente, de encontrarse al fondo de la plaza Carlos Manuel de Céspedes y teniendo en cuenta que en ella sería erigida la estatua del Padre de la Patria.
A inicios de la década de 1940 varios intelectuales promovieron sin éxito la idea de sustituir la escultura de Fernando VII por la de Céspedes.

Nuevas voces se pronunciaron a favor del Monumento a Céspedes en el Congreso de Historia celebrado en La Habana en octubre de 1942.
En 1943 Don Cosme deja constancia de su afinidad en este tema con el historiador de La Habana. Concordaron con lo anterior la Comisión de documentos edificios y lugares artísticos e históricos habaneros, la Junta Nacional de arqueología y etnología y la Sociedad Cubana de Estudios Históricos Internacionales…instituciones en las que la figura de Roig gozaba de notoriedad.
“Como un paso más en este propósito la junta nacional de arqueología y etnología, presidida por Don Fernando Ortiz, declaró en 1955 la plaza Carlos Manuel de Céspedes Monumento Nacional.
Un concurso con lo que vale y brilla del movimiento escultórico cubano daría vida a la escultura del prócer bayamés.
“El jurado encargado de examinar las maquetas del concurso estuvo integrado por el historiador Manuel Isaías Meza Rodríguez, la profesora de modelado Isabel Chapotín, el arquitecto José María Bens Arrate, el ingeniero Carlos Maruri y el pintor Enrique Caravia Montenegro; como resultado se premió la obra del escultor y profesor Sergio López Meza, por su ejecución artística y la interpretación de la figura histórica del Padre de la Patria.
“Finalmente, el domingo 27 de febrero de 1955, a las 11:00 de la mañana y precedida la ceremonia por una salva de artillería, la escultura de Céspedes fue develada, más de ocho décadas después de su sacrificio supremo por la Patria.
“En el acto, hablaron el alcalde Justo Luis del Pozo, y pronunció un extenso discurso el doctor José Manuel Cortina. También estuvieron presentes el General Enrique Loynaz del Castillo, el presidente del Consejo de Veteranos, el Coronel Garriga; el Coronel Cosme de la Torriente, el historiador de la ciudad Emilio Roig y otros investigadores.
“De manera simbólica la bandera que cubría la estatua fue recogida por cuatro alumnos de las escuelas municipales: dos niñas y dos niños, blancos y negros, en alusión a la confraternidad racial que se había logrado en los campos de batalla durante la década heroica”, destaca Alfonso López, quien figura, además, entre los participantes del programa televisivo Escriba y Lea, de la Televisión cubana.
POLÉMICA TRAS LA EDIFICACIÓN DE LA ESTATUA
Momentos previos a la inauguración de la estatua y posterior a su emplazamiento, las polémicas se tornaron más ásperas, entre periodistas, intelectuales, funcionarios públicos y personas diversas así como corporaciones de la sociedad civil que sin importar su signo ideológico o militancia política tomaron partido entre el bando de quienes saludaban el hecho como algo positivo para el sentimiento patriótico y el progreso cívico, y quienes optaban por reprobrarlo aludiendo a razones históricas, urbanísticas, estéticas y hasta turísticas.
Entre los principales detractores estuvo Julio Le Riverend, quien se desempeñaba como director técnico de la dirección de Patrimonio Nacional; el profesor universitario Salvador Bueno, el Presidente de la Sociedad Económica Amigos del País, el cultísimo doctor Antonio María Eligio de la Puente, el periodista Ramón Vasconcelos ; el destacado profesor y ensayista Jorge Mañach, la etnóloga Lidia Cabrera, el Consejo Nacional de Veteranos de la Independencia y Gastón Baquero, periodista del diario La Marina quien arremetió con críticas agresivas y palabras altisonantes como:
“Un crimen más contra la Cultura. Por fin llevaron a la realidad el absurdo empeño de echar abajo la vieja estatua de Fernando VII para colocar en su sitio una moderna de Carlos Manuel de Céspedes.
“Es el triunfo de la barbarie sobre la cultura. Se siente cuando contemplamos llenos de estupefacción esta arremetida contra lo antiguo, contra el estilo, contra la Historia. Estamos aproximándonos a una época dominada por las ordas”.
A favor estuvieron la Logia de Cuba, la logia Capitán Capdevila número 19, la logia Habana, la logia Carlos Manuel de Céspedes y La Orden Caballeros de la Luz; la Academia de la Historia, Juan J.Remos y otros historiadores que fraternizaban con Roig, entre ellos Conrado Walter Massaguer, quien expresó:
“Cuando Fernando VII usaba paletó no soñaba que su efigie iba a ser tan discutida allende los mares, pero después de 120 años de haber estirado la real pata se va a enmusear al mediocre monarca español que metió muy a menudo la ya mencionada extremidad; lo sustituirá nuestro heroico Carlos Manuel de Céspedes, el presidente mártir de Cuba libre.Triunfó Justo Luis y triunfó Emilito Roig en contra de los que querían que el rey cretino continuara allí para ser fotografiado por los turistas picarones”.
Después, Emilio Roig, como corresponde a un historiador, escribió el libro Biografía de la Primera estatua de Carlos Manuel de Céspedes, en la que dejó constancia de los avatares de ese proceso con ejemplos demostrativos de la ardua cruzada periodística y política que tuvo que librar.
“La historia da muchos giros inesperados. En verdad, nadie le dice el nombre Céspedes a la Plaza de Armas, ni a la Avenida que circunda el borde interior de la bahía, sin embargo, su escultura sobresale con señorial hidalguía al centro de la plaza y se le rinde homenaje por la Oficina del Historiador de La Habana cada año, en víspera del 10 de octubre, y es mirada de soslayo desde su lugar subalterno por los dos monarcas, Carlos III y Fernando VII, contra quienes Céspedes ganó una pelea póstuma”, sentenció Alfonso López.