La llegada de la imprenta a Cuba, se debe a Carlos Habré. Proveniente de Gante, hoy en la actual Bélgica, este popular personaje trajo consigo un rudimentario taller tipográfico que estableció en La Habana, del siglo XVIII, para vender impresos en su casa, cercana a la iglesia del Espíritu Santo.
De aquella papelería producida en la década de los años 20, solo se conocen: una tarifa de medicina, la lista de méritos de un cura y un breviario, aunque en 1723 imprimió Tarifa general de precios de medicinas, considerada la primera obra publicada en Cuba, tenía 29 páginas, f impresas en hojas sueltas, como era costumbre en la época, convirtiendo a la capital cubana en la séptima ciudad, de la América española, en poseerla.
Las acciones publicitarias crecieron hasta que en 1761 apareció, en calidad de libro, un reglamento militar y posteriormente,1787, aparece el que inauguró la literatura científica: el famoso Libro de los Peces, de Antonio Parra, intento literario, carente de una estrategia editorial coherente, unido al alto índice de analfabetismo que padecía nuestro país.
ROMPIENDO ESQUEMAS
El 31 de marzo de 1959, el gobierno revolucionario creó la Imprenta Nacional de Cuba, designando al frente de ella al prestigioso Alejo Carpentier, cuya impronta marcó la dinámica editorial que, en su primera edición, dispuso de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saavedra e ilustrada por los artistas de la visualidad: Pablo Picasso y Gustavo Doré.
Se inauguraba, además, la colección Biblioteca del Pueblo, con obras notables de la literatura universal, en tiradas masivas de fácil adquisición económica. Comenzaba el desarrollo del libro impreso en Cuba, con obras relevantes de Rubén Darío, César Vallejo, Pablo Neruda, Nicolás Guillén…
El favorecedor propósito incluyó una Antología de Poesía Cubana, al cuidado de José Lezama Lima, las novelas Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, A sangre fría, de Truman Capote, Un amor de Swan, de Marcel Proust y una larga lista de autores y obras entraron hasta los más recónditos hogares.
La tipografía y rotativas marchaban a ritmo acelerado y como el analfabetismo aún predominaba, se implementó, en 1961, la Campaña Nacional de Alfabetización, con aseguramientos de cartillas y manuales, a cargo de la imprenta.
En 1967 se creó el Instituto Cubano del Libro y luego un sistema de editoriales nacionales y provinciales, para jerarquizar temas y autores que, desde 1982, tributan, a la Feria Internacional del Libro, que toma como sede principal La Habana y luego las restantes provincias, con novedades , reimpresiones y reediciones, atendiendo a la capacidad poligráfica disponible cada año.
Granma cuanta con dos editoriales de apoyo a estos festejos de las letras: Orto, de Manzanillo y Ediciones Bayamo, situada en la ciudad homónima, que median también en la controversia: libro de papel VS libro electrónico. Para unos, el tradicional no sobrevivirá al tiempo; para otros el electrónico jamás superará al olor de la tinta de imprenta y el manoseo de las hojas.
Mientras se define la supremacía, los imparciales ofrecen su voto a favor de ambos y cabalgan juntos, como Sancho y Quijote, por el camino que conduce al placer de leer, aunque la resistencia al cambio continúe su rumbo.