
Para conquistar la simpatía de los cubanos más notables por su riqueza, preparación política y prestigio militar en el extinto Ejército Libertador, el Gobernador militar de los Estados Unidos, el brigadier Leonard Wood, celebró entrevistas en La Habana con los gobernadores civiles y los más ilustres veteranos del mambisado, en los primeros días de enero de 1900, hace 125 años.
Entre a los que recibieron telegramas estaba el mayor general Bartolomé Masó Márquez, radicado en l ciudad de Manzanillo. Al igual que otros veteranos de la independencia, el último presidente de la República de Cuba en Armas, sospechó que la reunión tenía que ver con el nuevo intento de instaurar un gobierno civil bajo la dominación de los Estados Unidos.
En realidad la reunión convocada tenía como objetivo básico dar a conocer que las anunciadas elecciones municipales debían celebrarse sobre la base del voto calificado, es decir, no todos los cubanos tendrían derecho a participar en los comicios. El sufragio sería ejercido por los hombres mayores de 21 años, los supieran leer y escribir y los que pudieran demostrar bienes no menores a 250 pesos. Por otra parte, tampoco podían votar las mujeres. Por tanto, cientos de cubanos serían alejados de las urnas por ser blancos pobres y negros y carecer de instrucción y fortuna.
Los mayores generales Bartolomé Masó y Jesús Rabí, los generales de división Saturnino Lora Torres y José Miró Argenter y el brigadier José Fernández de Castro, es decir, célebres mambises de Manzanillo, Bayamo, Jiguaní y Holguín, Wood los recibió en La Habana el 3 de enero de 1900. De entrada el médico entorchado les manifestó que los había citado para conocer sus opiniones sobre la próxima convocatoria a elecciones municipales y procedió a explicarles las características de quienes podían ser miembros del cuerpo electoral.
Cuando Wood precisó que los iletrados no votarían, Masó replicó: “Voto universal. Yo estoy porque voten todos los cubanos, sin limitación alguna.”En igual sentido se pronunciaron Rabí, Lora y Fernández Castro. En su intervención Miró Argenter señaló que aunque todavía el censo todavía estaba en proceso de tabulación, no necesitaba esa información para saber que miles de cubanos partidarios de la independencia quedarían fuera del padrón electoral. Por eso, argumentó que con las limitaciones apuntadas podía llegar a falsearse el anhelo de soberanía absoluta del pueblo cubano y ese peligro no podía correrse jamás.
Los campeones del independentismo presentes en coro se mantuvieron firmes en principio de que el sufragio fuese universal propuesto por Masó y la inclusión de todos los que pertenecieron al Ejército Libertador. Dejaron precisado que resultaría demasiado escandaloso privar de ese derecho a los que libertaron la patria.
Las palabras de aquella representación del ala radical de la Revolución contrariaronal arrogante militar norteño, pero logró moderarse y casi tragando hiel aseguró que había venido a Cuba con el propósito de dejar en manos de los cubanos el gobierno. Acto seguido comentó: “Para alcanzarlo es preciso que ayuden todos, sin recelos como los mantenidos por ‘El Cubano Libre’ de Santiago y otros periódicos; hacen propaganda contra el orden y la tranquilidad de los espíritus”.
El periodista catalán ante la mención del periódico santiaguero El Cubano Libre, del cual era un colaborador asiduo, le comentó a Wood con ironía que nadie había olvidado en Oriente que él siempre había mostrado un espíritu anexionista y que cuando se hablaba de independencia mostraba una sonrisa irónica; sin embargo, ahora, se presentaba ante ellos como “independiente decidido”. Con un tono picante le agregó: “Debemos felicitarnos, quizás el cambio se deba a El Cubano Libre”.
Puesto a la defensiva, el gobernador estadounidense resistió las andanadas de los patriotas. Entonces asumió una postura teatral: se colocó las manos solemnemente en el pecho y dijo: “Yo aseguró por mi honor de caballero y de militar, que por las instrucciones de mi gobierno, vamos hacia la independencia; el gobierno de la Isla se entregará a los cubanos.”
El siguiente tema abordado fue el de las proyecciones de obras públicas. Como todavía flotaba en el aire la sensación de victoria cubana frente a la dominaciónnorteamericano, resultó para los veteranos muy animado y hasta las vieron como unos buenos trabajos que había que emprender lo más pronto posible.
Pero en la práctica de su política, Leonard Wood no tuvo en cuenta las opiniones de Masó y sus acompañantes en relación con establecer el sufragio universal. En los informes que trasmitía a la Casa Blanca, cínicamente, comunicaba que todos los líderes prominentes, cuya oposición y descontentos pudiesen provocar temores estuvieron acorde con las bases electorales expuestas. Al secretario Root le decía: “Se les ha dicho cuáles serán los requisitos del sufragio y se han marchado satisfechos y dispuestos a aceptar las bases propuestas”.
Por supuesto, una jugarreta tan socarrona, tendría sus consecuencias cuando a la hora de informar oficialmente al público se apareció con el sufragio limitado, dejando fuera una inmensa cantidad de votantes, cuya mejor opción sería iniciar una guerra contra los ocupantes que vulneraban sus derechos ciudadanos.
VISITA DEL GOBERNADOR WOOD A MANZANILLO
Desde Manzanillo, el 18 de enero, Masó redactó una carta al brigadier Wood en la cual le expresaba que el pueblo de Oriente esperaba y confiaba “en las leales promesas del Gobierno Americano” de que se marchaba hacia la independencia absoluta.
Asimismo, Masó abrigaba las esperanzas de una pronta evacuación de las fuerzas militares de los Estados Unidos y laboraba para que se cumpliera ese propósito contenido en la Resolución Conjunta. Aunque había trascurridos casi dos años desde aquella solemne declaración del congreso estadounidense, el ejercicio del sufragio para elegir las autoridades municipales le alentaba en el sentido de coronar la independencia.
De pronto, el 21 de enero el brigadier Wood llegó al puerto de Manzanillo en el yate Kanawha y sostuvo encuentros con los ex autonomistas y los hombres de negocios vinculados al colonialismo español, mostrando que sus mayores favoreces los tributaba a los más conservadores y proanexionistas. Le satisfacía apreciar que, ante la inminencia de las elecciones municipales, muchos admitían sus dudas sobre si los cubanos estaban listos para asumir responsabilidades de Estado. Le era grato oír decir a los conservadores que no tuviesen apuro en dejar la Isla.
De nuevo, el general Masó recordó a Wood sus compromisos con el pueblo cubano y la imperiosa necesidad de que el voto tuviera un verdaderocarácter popular.
IMPOSICIÓN DE LA VOLUNTAD YANQUI
El 18 de abril de 1900, el Gobierno Interventor publicó la Orden Militar número 164, en la cual dispuso las regulaciones que habrían de regir los primeros comicios municipales en la Isla. La celebración de los mismos los fijó para el 16 de junio de ese año para los cargos de alcaldes, tesoreros y jueces municipales, quienes desempeñarían sus funciones por el plazo de un año.
pero en su cuerpo normativo limitó el derecho de sufragio a los varones mayores de 21 años que tuviesen instrucción, fuesen residentes en el término municipal por un mínimo de 30 días y contasen con bienes muebles o inmuebles con una tasación mínima de 250 pesos. Asimismo, se facultó a ejercer el voto a todos los hombres que hubiesen servido en el Ejército Libertador.
Una vez más, los intervencionistas desecharon en la Ley Electoral los criterios de la mayoría de las personalidades más caracterizados de la Isla sobre el carácter universal del voto. Por supuesto, estos actos de injusticias airaron los ánimos de un amplio sector del movimiento independentista. En lo particular, el general Masó consideró que era un engaño a las aspiraciones del pueblo y a los que más se sacrificaron en los campos de batalla contra la dominación española.
FUENTES: República de Cuba: Memorias del Senado de la República de Cuba, 1902-1904 (1918); Rafael Martínez Ortiz: Cuba: los primeros años de la independencia (1921); Rufino Pérez Landa: Bartolomé Masó Márquez: estudio biográfico documentado (1947); José Pardo Llada: Bartolomé Masó: el presidente vetado por lo yanqui, (1960); Rolando Rodríguez García: Cuba: las máscaras y las sombras. La primera ocupación (2007).