La mujer bayamesa: poesía desde el corazón

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Por Claudia Anabel Arévalo Ayala( estudiante de Periodismo) y Ernesto Joaquín López Avilés( estudiante de periodismo) | 21 marzo, 2022 |
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Foto Luis Carlos Palacios

A lo largo de la historia de la Villa San Salvador de Bayamo, se han destacado un sinnúmero de artistas y escritoras de gran talento, entre ellas destacan tres con el don de la composición.

Una de esas plumas exquisitas es Úrsula Céspedes Orellano de Escanaverino, sobre quien escribiera Don Juan J. Remos en el libro Poesías, de 1948: “Úrsula es una poetisa eminentemente sentimental y canta lo que a su corazón alienta”.

Conocida luego en el mundo literario como La Calandria, vino al mundo en la finca Guajacabito, cerca de Bayamo, el 21 de octubre de 1832. Era hija de Doña Bárbara Orellano y Don Manuel Céspedes, hacendado con grandes porciones de tierra dedicadas a la ganadería.

Como era costumbre, realizó los primeros estudios en la comodidad del hogar, donde aprendió francés y cultivó su amor por las letras y la música. Heredó la pasión por la poesía de su hermano José María Céspedes Orellano, también escritor. Sus incipientes composiciones aparecieron en 1855 en el Semanario Cubano y El Redactor, ambos pertenecientes a Santiago de Cuba.

La niñez transcurrida entre bosques, acompañada de su guitarra, la marcó para siempre, por ello la naturaleza y la familia eran fuentes constantes de inspiración, evidenciada en sus versos: “Yo he nacido en el campo y fue mi cuna/De verdes ramas y laurel tejida, /Y fue mi alma infantil sin pena alguna/Al canto de las aves dormidas”.

Hacia el año 1854 se trasladó a Las Villas y allí conoció al señor Ginés Escanaverino, con quien contrajo matrimonio tres años después. Junto a Escanaverino colaboró con las publicaciones: La Regeneración, fundada por él, y con La Antorcha, de Manzanillo. Además, creó el colegio Santa Úrsula, luego de obtener su título de maestra en 1858, para enseñar a las niñas de Bayamo.

Sus poemas, contenidos en los libros Ecos de la Selva (1861) y Cantos Postreros (1875), este último, un homenaje de Ginés tras su muerte, son expresión de la sencillez y ternura de una mujer comprometida con su familia, la Patria y la poesía que agitaba su corazón.

Del valor sentimental de su obra, plasmó el Padre de la Patria en el prólogo al libro Ecos de la Selva: “Úrsula no es la poetisa del arte que canta con la cítara en la mano: es la poetisa de la naturaleza que canta como las aves y que suspira como los céfiros: en sus composiciones la cabeza es poca cosa y el corazón es todo… Por eso sus versos, a pesar de los defectos de que adolecen, arrebatan y seducen: ella pinta lo que siente, pero lo hace con tanta verdad de colorido, que su sentimiento se trasmite como el fluido magnético al corazón de los que oyen sus acentos inspirados”.

La Calandria, seudónimo utilizado como firma, murió en Santa Isabel de las Lajas, el 2 de noviembre de 1874, enferma y tras haber perdido a su padre, a cuatro de sus hermanos y a los bienes materiales que poseía su familia, a causa de la guerra independentista. Falleció así la Úrsula de alma pura y sentimientos nobles, aquella que deseaba, tal como dice su epitafio: “Tierra empapada en el llanto de sus hijos, un árbol y una flor”.

LIANA

Pocos sabrían reconocerla por su nombre propio, mas, sí por el seudónimo de Liana de Lux, utilizado a la hora de publicar sus poemas en la revista manzanillera Orto, María Luisa Enriqueta del Carmen Milanés, nació en la finca Hato Abajo, perteneciente a Jiguaní, hija de la educadora María de la Luz García Lorente y el general de las guerras independentistas, Luis Milanés Tamayo.

Instalada, posteriormente, en Bayamo, gracias a la posición económica de la familia y en consonancia con las costumbres y el pensamiento de la época, María Luisa estudió latín, francés e inglés, también manualidades, pintura y música. Todo esto la llevó a desarrollar una fuerte pasión por el arte, especialmente por la poesía.

Considerada autora del primer manifiesto feminista de Cuba, entraba constantemente en discordancia con su padre, un hombre orgulloso y autoritario al que apodó El Káiser.

Su vida como poetisa fue fatídica; sus pensamientos emancipadores se ahogaban en un mundo dominado por hombres negados al cambio. Todo ello, aparejado a las constantes infidelidades de su esposo, hacía de Liana una mujer atormentada por esas circunstancias.

Cansada de vivir a la sombra de los dictámenes de la  sociedad y ante la negación de su padre a dejarla ir a México para ampliar su horizonte literario y femenino, María Luisa se disparó en el pecho con un revólver calibre 38, el 9 de octubre de 1912.

Aunque fue trasladada hacia Santiago de Cuba, con el fin de salvarle la vida que poco amaba, resultó imposible, y falleció tres días después. Sus restos fueron traídos a Bayamo, donde aún reposan bajo “una piedra grande y sin pulir”, como pedía en el epitafio copiado en su tumba, en la que solo aparece su seudónimo, Liana de Lux.

Su obra, enmarcada entre el modernismo y el posmodernismo, cuenta con más de 200 poemas, hallados muchos por el investigador Alberto Rocasolano en los archivos del escritor Max Henríquez Ureña. Posterior a su muerte, la revista Orto le dedica un número completo a su vida y obra.

Es esta bayamesa por adopción un paradigma para las mujeres de la actualidad. Una joven que en versos plasmó no solo sus infortunios, sino la noble aspiración de libertad femenina.

LA NOVIA DE BAYAMO

Proveniente de una familia de músicos, en la cual sobresale su tatarabuelo Manuel Muñoz Cedeño, considera que lo suyo es la poesía, aunque confiesa que su creación es una manera de hacer música, debido a las peculiaridades del ritmo y la rima.

Lucía Muñoz Maceo brotó en Bayamo, tal como lo hacen las bellas flores de su jardín, el 2 de septiembre de 1953. Graduada, en 1980, de Letras en la Universidad de Oriente (Santiago de Cuba) y ganadora de disímiles premios literarios, entre los que destacan el Frank País y el Rubén Martínez Villena, revela que su pasión surgió cuando era una niña, amor del que nació su primer poema titulado La niña y la mariposa, luego del dolor vivido al ver muerta una de las mariposas que revoloteaban su patio.

Encantada por el don que reside en ella, considera que la poesía no tiene explicación: “Es un momento, cuando se detiene el tiempo y es necesario escribir lo que vino a la mente, si no se corre el riesgo de que jamás regrese y no nazca una nueva creación poética”. Luchadora incansable desde el quehacer artístico por los derechos de las féminas en la sociedad cubana, admira considerablemente a sus coterráneas Liana de Lux y Úrsula Céspedes: “Para mí son dos figuras significativas, que aportaron ideas nuevas. Ejemplos, sin dudas, para cualquier escritora”.

Mujer de sentimientos profundos y sensibilidad a flor de piel, es conocida como la Novia de Bayamo, y como crítica tenaz de la violencia hacia la mujer: “Felizmente, nunca he sido víctima de violencia, pero la he visto en conocidas mías. Me costó trabajo elaborar esos textos, porque tuve que ponerme en el lugar de esas personas”. El objetivo del poemario sobre esa temática, aún inédito, es denunciar los abusos y manifestar de forma artística el dolor de esas féminas.

Amante de la historia literaria de la Ciudad Monumento, recuerda el motivo que la llevó a consolidar su trabajo aquí. “Yo quería quedarme en esta ciudad, pues era muy apegada a mis padres, y quería que lo poco o lo mucho que alcanzara como escritora, lo lograra desde Bayamo. Además, era mi anhelo descubrir las obras ocultas escritas en mi ciudad durante tantos años y luego develarlas”.

Sobre la composición también refiere: “No es un camino fácil, hay que organizar el tiempo, sacar el espacio y poner mucho sacrificio. Hay que hacerlo todo para que la creación literaria llegue a feliz término”.

Paradigmas de amor y consagración por la poesía son estas tres féminas. Eternas enamoradas del arte que encandila el alma y los sentimientos, mediante el cual ponen de relieve que la mujer bayamesa escribe desde lo más profundo del corazón.

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