Los históricos escenarios de los antiguos municipios de Bayamo, Jiguaní, Manzanillo, Campechuela y Niquero, que hoy conforman la bravía provincia de Granma, pueden jactarse de haber sido un importante espacio de tradiciones combativas y luchas revolucionarias.
Las gestas liberadoras de los cubanos tienen la notable interpretación de expresar la ancestral necesidad de la liberación político-social, en una primera época, de abatir la dominación española, y en una segunda, destruir las domésticas tiranías burguesas.
A raíz de esta centenaria lucha es que puede establecerse el paralelo histórico, una especie de lazos solidarios, entre las figuras de Antonio de la Caridad Maceo Grajales, nacido el 14 de junio de 1845, hace 180 años, y Ernesto Guevara de la Serna, conocido como el Che, quien vio la luz el 14 de junio de 1929.
Evocar las huellas de ambos combatientes singulares por los llanos del Cauto y de la Sierra Maestra es un reto y un deber. Son vidas que provocan los sentimientos de mantener un imperecedero tributo de recordación y lealtad a la obra legada por ellos.
MACEO, EL COLOSO DE LA LIBERTAD
Era hijo de los santiagueros Marcos Maceo y Mariana Grajales Cuello, quienes lo formaron en los valores del patriotismo, humanismo, respeto y amor a la justicia.
Decir Maceo es sentir el sonido de los machetes y la cadencia de los fusiles Remington o Spencer en las llanuras y montañas de la actual geografía granmense. Es hablar de El Saladillo, La Caridad, El Dátil, Puriales, Manzanillo, Santa Rita y Peralejo, como hitos de un expediente guerrero de muchísima heroicidad y lealtad a la causa independentista.
Por su valiente accionar en la defensa de Bayamo, al mando de un escuadrón de caballería, en el que peleaban su padre y su hermano José Maceo, el 16 de enero de 1869, el General en Jefe del Ejército Libertador Carlos Manuel de Céspedes firmó su ascenso al grado de comandante y pasado 10 días recibió la categoría de teniente coronel.
Después de pelear ejemplarmente en la región de Guantánamo, donde ganó el grado de coronel, fue llamado por el Presidente Céspedes para una concentración de fuerzas en Curao de Menéndez, al oeste de Bayamo. En lo sucesivo libró los combates de El Zarzal y Bueycito.
Apreciando sus grandes cualidades como dirigente militar y político, Céspedes firmó en Vihuela su ascenso a general de brigada y le dio el mando de la 2º División de Santiago de Cuba. Fue el 8 de junio de 1873, faltando poco para su 28 cumpleaños.
El jefe del Ejecutivo lo hizo a contrapelo de algunos “blanquitos” que miraron con aversión las medidas. Pero sus enemigos de clase tuvieron que reconocer que el mulato era valiente y se batía sistemáticamente. Más adelante, peleaba en Puriales de Jibacoa y en su tránsito por el sector de Guisa tuvo que contender en Hoyo de Pita y San Andrés.
Durante la lucha de independencia ganó el calificativo de Titán de Bronce por su valor en los combates, y como político revolucionario se opuso a las sediciones militares de Lagunas de Varona y Santa Rita, y a la firma del Pacto del Zanjón, que puso fin a la Guerra Grande.
Por su prestigio y solidez en los principios patrióticos y revolucionarios, muchos bayameses, manzanilleros y jiguaniseros lo acompañaron en la histórica Protesta de Baraguá, la que cerró con intransigencia y honor la década heroica.
DURANTE LA GUERRA NECESARIA
De nuevo Maceo estuvo entre nosotros a partir del 10 de julio de 1895 cuando llegó a la prefectura de Charco Redondo, con los objetivos de reorganizar las fuerzas de Bayamo y Manzanillo, y librar combates contra los convoyes españoles que se desplazaban por el valle del Cauto.
Dos días después, en la hacienda Valenzuela, celebró una histórica entrevista con el General Bartolomé Masó, al que recibió en su campamento como futuro presidente de la República en Armas.
El 13 de julio, esperó en la sabana de Peralejo, entre los ríos Mabay y Babatuaba, al suroeste de Bayamo, el paso de una columna española. No conocía que avanzaba hacia el interior de la provincia el Capitán General Arsenio Martínez Campos.
Fue una prolongada batalla, con una duración de seis horas. La corona de la victoria la ciñeron los cubanos, gracias al talento táctico y operativo del Titán de Bronce. Luego ordenó cercar a la ciudad de Bayamo con fogatas, mientras marchaba a la comarca de Holguín.
Estas tierras de nuevo se estremecieron a su paso en la ruta de la invasión a Occidente, conduciendo una columna de más de un millar de hombres con la misión de llegar hasta Pinar del Río. El 27 de octubre de 1895 estuvo en Vegas de Pestán, en el sector de Cauto Cristo. En las próximas jornadas anduvo por Tranquera y Corral Nuevo, hasta salir a Mala Noche, en el municipio de Las Tunas.
EL CHE, SEMBRADOR DE VIRTUDES
Vino al mundo en la ciudad de Rosario, en la República de Argentina, hijo de Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna, los que poseían ciertos recursos económicos, pero con ideas socialistas. En 1953, a los 24 años de edad, obtuvo su título de Doctor en Medicina, en la Universidad de Buenos Aires.
La historia del Che entre nosotros comenzó con el desembarco de los expedicionarios del yate Granma; fue el último en lanzarse al agua, junto al entonces capitán Raúl Castro. Es digna de elogio su participación en los combates de Alegría de Pío, Llanos del Infierno y El Uvero, donde sobresalió como combatiente y como médico. Desde las primeras acciones ocupaba el sitio más arriesgado, sembrando virtudes y ejemplos.
De su actuación en la epopeya liberadora Fidel Castro evocaba: “…siempre, todo el tiempo que lo conocimos, se caracterizó por su extraordinario arrojo, por su absoluto desprecio al peligro, por un gesto siempre, en cada momento difícil y de peligro, de hacer las cosas más difíciles y más peligrosas. Y así lo hizo en numerosas ocasiones durante toda nuestra lucha. Lo hizo en la Sierra Maestra, lo hizo en Las Villas”.
Luego de El Uvero quedó al cuidado de seis heridos, entre ellos el entonces capitán Juan Almeida Bosque, a los que salvó la vida. Pero, al mismo tiempo, el dirigente comunista y campesino Francisco Tamayo (Pancho) le fue sumando hombres en la zona de Dos Brazos de Peladero, en la vertiente sur de la Sierra Maestra.
De esta manera conformó una tropa de 34 efectivos, con la que regresó al reencuentro con Fidel en las cercanías del Pico Turquino.
El alto mando rebelde, atento a las cualidades de sus jefes y oficiales, descubrió en el Che Guevara un valioso dirigente revolucionario, por lo que comenzó a estimularlo y a acrecentar su prestigio. En tal sentido, Fidel señaló: “Y sobre todo, en la medida en que íbamos apreciando sus magníficas condiciones de combatiente y la posibilidad de que pudiese servir a la Revolución en tareas o misiones de la mayor posibilidad estratégica, tratábamos de preservarlo de los riesgos de caer en algún combate de no mucha importancia estratégica”.
El 18 de julio de 1957, por sus méritos, fue ascendido al grado de capitán y creada la segunda columna guerrillera, la que Fidel puso bajo su mando. Llevó estratégicamente el nombre de Columna No. 4, para confundir al enemigo.
Pero cuatro días después, le fueron entregadas las estrellas de Comandante. Entonces recibió la misión de operar independientemente hacia el este del Pico Turquino, extendido su radio de acción por Minas de Bueycito (Buey Arriba), Bueycito, Bayamo, Guisa, Jiguaní, Baire y Contramaestre, entre otros puntos.
No hay un solo rincón de la Sierra Maestra que no guarde un recuerdo del accionar del Che guerrillero, médico, maestro, diarista, periodista, poeta, fotógrafo, como devoto del humanismo y la justicia social.
UNA LUCHA HEROICA
Durante la jefatura de la Columna No. 4, el Che dirigió los combates de Pinar Quemado, Pino del agua, Malverde, El Hombrito, Alto de Conrado, San Miguel y Severiana, entre otros. En ese tiempo creó varias instituciones: hospital, escuela, panadería, zapatería, el periódico El Cubano Libre y la emisora clandestina Radio Rebelde.
Desde El Hombrito movió la Comandancia para Pata de la Mesa y creó otra con carácter temporal en La Otilia, a la vista del cuartel enemigo en Minas de Bueycito.
El 18 de abril de 1958 al Che le asignaron nuevas misiones por parte de la jefatura suprema: trasladar a la Comandancia General de La Plata el periódico El Cubano Libre y la emisora Radio Rebelde, redactar la Ley de Reforma Agraria, crear aeropuertos en la cuenca del río La Plata y en los llanos del sur de Campechuela, y asesorar los entrenamientos militares en la Escuela de Reclutas de Minas del Frío.
Pero una vez desencadenada la Ofensiva de Verano de 1958 contra la Sierra Maestra, asumió el mando de la Columna No. 8 Ciro Redondo, la que operó activamente en el sector noroeste de la serranía. A su gloria se sumaron los combates de San Lorenzo, El Tabaco, Minas del Frío y Las Mercedes.
Hombre esencial en la estrategia del triunfo rebelde, el 21 de agosto de 1958, Fidel le dio la misión de trasladar su columna, reforzada con nuevos pelotones, desde la Sierra Maestra a la provincia de Las Villas. En esa región clave para el éxito de la Revolución, actuaría como líder de todas las unidades del Movimiento 26 de Julio.
Por tanto, estuvo entre nosotros 21 meses de la insurrección, hasta que condujo su aguerrida tropa hacia Occidente a través de Yara, Manzanillo, Cayamas y Río Cauto, en medio de los embates del ciclón Ella.
EL SIMBOLISMO DE MACEO Y DEL CHE
El Titán de Bronce y el Guerrillero Heroico simbolizan, a pesar de las distintas épocas vividas, la bandera en alto, el rechazo a la opresión y el objetivo principal de la liberación nacional de Cuba. Detrás del fusil germinaba la voluntad de alcanzar el triunfo o perecer en la demanda.
Muchas páginas hermosas escribieron Maceo y el Che en las tierras del Cauto, el Guacanayabo y la Sierra Maestra en aras de la independencia absoluta y el bienestar popular y democrático.
Ellos son nervios vitales de la historia de los granmenses, cuya obra entre nosotros crece todos los días.
FUENTES: José Luciano Franco: Antonio Maceo: apuntes para una historia de su vida (1975); Froilán Escobar y Félix Guerra: Che, Sierra adentro (1988); Briceño Perozo: Antonio Maceo: la voz del huracán (1991); Jon Lee Anderson: Che Guevara, una vida revolucionaria (1997); María del Carmen Ariet (comp.): Che, pensamiento político (1998); y Ernesto Guevara: Diario de un combatiente. De la Sierra Maestra a Santa Clara (2011).