En enero de 1957, hace 68 años la tropa rebelde guiada por Fidel Castro se disponía a librar su primer combate en la Sierra Maestra contra la tiranía de Fulgencio Batista.
Para realizar esta hazaña escogen un cuartel que estaba en construcción en la desembocadura del rio La Plata.
Los guerrilleros con una reducida tropa tenían en su poder 23 armas: nueve fusiles con mirilla telescópica, cinco semiautomáticas, cuatro de cerrojo, dos ametralladoras Thompson, dos pistolas ametralladoras y una escopeta calibre 16.
El Guerrillero heroico Ernesto Che Guevara comenta… Así fuimos acercándonos a las posiciones enemigas hasta llegar a unos cuarenta metros. Había buena luna. Fidel inició el tiroteo con dos ráfagas de ametralladora y fue seguido por todos los fusiles disponibles. Inmediatamente, se invitó a rendirse a los soldados, pero sin resultado alguno.
El ataque había comenzado a los dos y cuarenta de la madrugada y los guardias hicieron más resistencia de la esperada, había un sargento que tenía un M-1, y respondía con una descarga cada vez que le intimábamos la rendición; se dieron ordenes de disparar nuestras viejas granadas de tipo brasileño; Luis crespo tiró la suya, yo la que me pertenecía. Sin embargo, no estallaron. Raúl Castro tiró dinamita sin niple y está no hizo ningún efecto. Había entonces que acercarse y quemar las casas aun a riesgo de la propia vida (…)
Los soldados batistianos acosados por los rebeldes terminaron rindiéndose. Tuvieron tres heridos, dos muertos y cinco prisioneros. Los revolucionarios adquirieron ocho fusiles ametralladoras, mil tiros, alimentos, medicamentos y ropa.
Tras el triunfo de la Revolución, el Che escribiría en Pasajes de la Guerra Revolucionaria que: “Uno de esos soldados Víctor Manuel Maché, se incorporó después a las tropas del comandante Raúl Castro y alcanzó los grados de teniente, muriendo en un accidente aéreo ya cuando la guerra se había ganado”.
El combate de La Plata, al decir del Guerrillero Heroico, “constituyó nuestra primera victoria y tuvo cierta resonancia […] Fue un llamado de atención a todos, la demostración de que el Ejército Rebelde existía y estaba dispuesto a luchar, y para nosotros, la reafirmación de nuestras posibilidades de triunfo final”.
Raúl, según las anotaciones de su diario de campaña correspondiente al 17 de enero de 1957, respiraba ese optimismo al cual se refería el Che: “Nos despedimos de los prisioneros con un abrazo, soltamos a los civiles presos. Uno de ellos nos serviría de guía y nos encaminamos rumbo a Palma Mocha por un camino que bordea la costa. Desde lo lejos se veían arder sobre los cuarteles de la opresión las llamas de la libertad. Algún día no lejano, sobre esas cenizas levantaremos escuelas”.