La victoria costó sangre

Share Button
Por Osviel Castro Medel | 19 abril, 2022 |
0
Collada, quien cumplirá 85 años en octubre próximo, vive orgulloso de ser bayamés. FOTO/Osviel Castro

Habla con tal grado de detalles que no parece que hayan pasado 61 años. Recuerda ver a un compañero con un ojo desprendido en medio de los combates, los aviones provocando sustos con su metralla, la desesperación originada por la sed o la euforia nacida con el triunfo.

“Toda guerra es impactante. Lo que más me marcó de aquellos días fue recibir la noticia de  la muerte de Marianito Tamayo y Álvaro Morales porque eran de mi tierra, Bayamo”, dice ahora con pesar Juan Collada Rodríguez, participante en la victoria de Playa Girón.

El primero tenía 21 años, el segundo había cumplido los 25 precisamente en abril de 1961, unos días antes de la agresión mercenaria, preparada por el Gobierno de los Estados Unidos.

“A Marianito lo conocía de la clandestinidad y de la lucha armada, bajo las órdenes de Orlando Lara. Estábamos destacados en el mismo batallón, en Managua, cuando se produjo el ataque.   El propio 19 de abril nos dijeron que estaba herido de gravedad y aquello fue como un balde de agua fría en la tropa”, evoca.

“El triunfo costó mucha sangre. No se puede resumir lo sucedido en el hecho de haber cambiado a los prisioneros por compotas”, repite una y otra vez este hombre nacido en 1937, como queriendo recordar a las nuevas generaciones que la historia está cargada de dramatismo, emociones y detalles poco contados.

“A mí me mataron en algún momento”, expresa con seriedad, para remarcar que en aquella época de comunicaciones escasas  de vez en cuando  circulaban informaciones falsas que aceleraban los nervios y la desesperación de la familia.

“Cuando se podía, uno pasaba un telegrama y nada más. El intercambio con los seres queridos era mediante cartas. Por eso nuestros padres a veces no podían imaginar en qué andábamos”, dice este bayamés, orgulloso de ser descendiente de un español y una cubana.

Collada no se dibuja como un héroe, sino como una persona que debió cumplir con el deber  en momentos trascendentales de la nación cubana. “Tenía 23 años y cuando llegué al lugar de las acciones, el 18 de abril, lo que más me sorprendió fue ver a muchachos más jóvenes que yo, manejando las armas antiaéreas con una serenidad increíble”.

Mira al techo de su casa, situada en la calle 32 del reparto bayamés Camilo Cienfuegos, y reflexiona en voz alta: “Una bala que te pase por encima de la cabeza da miedo, al igual que un avión B-26 vomitando ráfagas y eso no lo puede negar nadie”.

Él se refiere constantemente a la presencia de Fidel en el escenario de batalla, que fue uno de los mayores estímulos que recibieron los combatientes de Playa Girón. “No fue un jefe desde la distancia, lo vimos en el frente y eso es imposible de olvidar”.

Después del 19 de abril la misión de Collada y otros hombres de su batallón, integrado por miembros del Ejército Rebelde,  consistió en rastrear la zona próxima a las costas para capturar a mercenarios dispersos.

“En eso estuvimos varios días y lo hicimos pasando hambre y sed, que es otro de los aspectos terribles de una guerra. Cuando llegó una pipa con agua fue como una fiesta, como mismo sucedió al comer una pequeña lata de frijoles. Varios de los arrestados nos decían que ellos eran cocineros, que no vinieron a agredir a nadie, estaban muy desmoralizados”, cuenta.

Este hombre que estuvo movilizado a raíz de la Crisis de Octubre (1962) y pasaría ocho meses en Angola (1976)  es hoy uno de los 19 granmenses vivos que participaron en la victoria de Playa Girón.

Dice estar muy lejos de la perfección, haber cometido errores como todo ser humano, amar a la patria “que es más que un sentimiento por un país” y tener la dicha de conocer a su esposa de hace 30 años, Ana Llovet Ramírez, que lo ha “soportado” en las buenas y en las malas.

De formación autodidacta, considera esencial la lectura y la autopreparación, dos aspectos que le permitieron impartir clases de Táctica en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y ser más tarde dirigente en el sector tabacalero.

Sin ocultar la conmoción, expresa que cada 19 de abril le trae nostalgias y vibraciones interiores,  también alegría por el triunfo, mezclada con tristeza por los caídos, esos que deberían ser recordados más allá de una fecha puntual del calendario.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *