El lado oscuro del fútbol

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Por Prensa Latina (PL) | 25 agosto, 2025 |
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FOTO/ PL

Santiago de Chile – Los disturbios durante un partido de fútbol entre Universidad de Chile e Independiente, de Argentina, trajeron a la luz una vez más el histórico problema de la violencia enraizada en ese deporte prácticamente desde su nacimiento.

En los graderíos del estadio Libertadores de América, de la ciudad de Avellaneda, las imágenes fueron impactantes, primero con los chilenos lanzando objetos hacia los aficionados locales en la plataforma baja y luego la respuesta brutal de la barra brava argentina.

Ante la inacción de la policía y la guardia de seguridad del recinto, grupos armados con palos y objetos cortopunzantes atacaron a los de la visita, varios fueron despojados de sus ropas y 19 sufrieron heridas, dos de ellos de gravedad.

La magnitud del caso rebasó el ámbito deportivo y ambos gobiernos debieron tomar cartas en el asunto. El presidente de Chile, Gabriel Boric, envió a Argentina al ministro del Interior, Álvaro Elizalde, para ocuparse de los lesionados y detenidos y conversar con autoridades del vecino país.

El titular anunció la formación de una mesa de diálogo destinada a tratar el tema y buscar vías para eliminar la violencia en las canchas de Chile, Argentina y toda la región, donde constituye una verdadera plaga.

No se trata de una tarea fácil, porque los grupos violentos ocupan espacios mucho más allá de lo futbolístico y crearon una zona oscura que nada tiene que ver con la competencia, el sano entretenimiento, ni el deporte.

Recientemente, el ministro de Seguridad de Chile, Luis Cordero, calificó por primera vez a las barras bravas como “organizaciones criminales”, luego de un partido aquí por la Copa Libertadores entre Colo Colo y Fortaleza, de Brasil, donde dos jóvenes perdieron la vida.

En esa ocasión grupos violentos ingresaron por la fuerza al Estadio Monumental, lo cual creó una avalancha donde murieron un adolescente de 13 años y una joven de 18, atrapados entre hinchas exaltados y la policía que intentaba controlarlos en las afueras del recinto.

UNA HISTORIA GENERALIZADA

El arquitecto ecuatoriano y especialista en sociología del fútbol, Fernando Carrión, afirma que este fenómeno se manifiesta en varias dimensiones en relación con el balompié y la primera de ellas es la violencia en la cancha.

En un estudio titulado “Fútbol y Violencia, las razones de una sinrazón” el autor indica que la violencia en el campo tiene como actores a jugadores, entrenadores, árbitros y dirigentes y se concreta en confrontaciones verbales, simbólicas y físicas totalmente visibles.

Pone como ejemplo el fuerte cabezazo en el pecho propinado por Zinedine Zidane contra Marco Materazzi en la final del Mundial de 2006 entre Francia e Italia, que desembocó en la expulsión del primero y la victoria de la squadra azzurra en el torneo.

El manejo mediático llevó a que Zidane fuera considerado como un héroe nacional en Francia y Materazzi un villano, mientras en Italia ocurrió todo lo contrario, pero en la discusión el tema de la agresión pasó a segundo plano.

Está además la violencia en los estadios, donde los protagonistas son los espectadores, como ocurrió hace unos días en Argentina, un fenómeno donde se conjugan varios factores.

Uno de ellos es que muchos aficionados van a los recintos no tanto a disfrutar del deporte, sino a hacer una especie de catarsis personal.

“El hincha con espíritu gregario no razona sino se apasiona tanto que es solidario con los suyos y agresivo con los otros; por eso lo único que le interesa es aplastar al adversario”, precisa Carrión.

Ejemplo de estos extremos ocurrió en Reino Unido con la proliferación de los hooligans, grupos que se extendieron con diferentes nombres por varios países de Europa donde dejaron un rastro de daños, heridos y muertos.

Una medida efectiva para controlar la situación fue el denominado “informe Taylor” británico, donde se recomendaron reglas que tuvieron resultados positivos.

“Todos sentados (asientos numerados); todos identificados (cada cual en el asiento por el cual pagó); todos separados (diferentes lugares para locales y visitantes); y todos vistos (cámaras de video por el estadio)”.

A pesar de estas iniciativas, ha sido muy difícil impedir que se llegue al siguiente nivel, que es la violencia en los bordes, es decir, la que ocurre fuera de los estadios, donde incluso puede confundirse con la violencia social, precisa el especialista.

Claro ejemplo de esto fue la muerte de los dos jóvenes en las afueras del Monumental antes del partido entre Colo Colo y Fortaleza, cuando los disturbios ocuparon el área externa de la instalación y calles aledañas del barrio donde está erigido.

FACTORES EXTERNOS

Un tema complicado en este asunto es la eventual penetración del crimen organizado en un deporte que mueve miles de millones de dólares o euros en fichajes, venta de mercaderías, entradas y, quizás el dato más sensible, las apuestas.

Carrión señala que para el narcotráfico el fútbol es una enorme tentación en materia de lavado de dinero, sin dejar de lado actividades ilícitas como la venta de protección personal, tráfico de pasaportes o personas y secuestros.

Por otra parte, el sociólogo de la Universidad de Chile, Rodrigo Figueroa, precisa que hay otros factores que explican los estallidos en los estadios.

Uno de ellos es la creación de una especie de cultura muy violenta en las barras bravas, con manejo de códigos, rituales y consignas que identifican al rival como un enemigo al cual hay que humillar o estigmatizar en grado extremo.

Aunque Figueroa no lo menciona, otros analistas aquí advierten sobre el poder que tienen estos grupos a nivel local, en sus comunidades, así como en su relación con los directivos de los clubes a los cuales presionan de diferentes maneras.

Son totalmente diferentes y ajenos a quienes van a disfrutar el partido, a vivir la experiencia de apoyar a su equipo en competencias tan importantes como la Copa Sudamericana, dijo el académico.

SOLUCIONES COMPLEJAS

Al igual que ocurrió en Europa en las décadas de los 70 y 80 de la centuria pasada, las respuestas a este fenómeno en América Latina requieren de un compromiso serio de cada país, y de todos en conjunto, para salvar a un deporte que está muy arraigado entre la población.

Como dijo el ministro chileno Álvaro Elizalde, la propuesta es proteger al fútbol de la violencia en toda la región y eso requiere esfuerzos internos y colaboración internacional.

Hace falta crear marcos legales adecuados, compartir información sobre los miembros de las barras bravas identificados y, sobre todo, elaborar planes de contingencia común bien definidos, con orientaciones claras sobre cómo actuar en cada caso.

Las direcciones de los clubes deben cumplir su parte de responsabilidad para evitar desmanes que alejan al aficionado normal y a las familias de los recintos.

Como señaló Rodrigo Figueroa, “sin público en los estadios, se muere el deporte”.

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