
Apenas alcanzaba a ver sus pies. Se sacudían con furia, como si quisieran desprenderse del cuerpo sin fuerzas tendido en el suelo. Tirado es mejor término, porque allí se desplomaba, una y otra vez, mientras el cigarrillo se consumía entre sus labios, mientras la vida se le escurría ante sus ojos y no era capaz de verlo.
De repente, ya no era el mismo. Escurridizo, silencioso, solitario, oscuro, como el color que iba tomando el rostro en la sombra de su adicción. Ya ni siquiera le importaba no despertar de aquellas sacudidas convulsivas. Tampoco que su pequeño, con temor, le viera estremecerse y botar espuma por la boca. No estaba consciente de la fiera que desataba cuando la ausencia del químico nocivo comenzaba a exacerbar los instintos.
Esta historia, con menos o más matices de tristeza, ha irrumpido quebrando el sosiego de familias y arriesgando la integridad de las vidas de los consumidores, principales víctimas de las adicciones y sus consecuencias en los hogares y en la comunidad. Daños emocionales y físicos muchas veces irreversibles, violencia doméstica, divorcios, conductas delictivas, conflictos laborales y sociales, incluso la muerte, resultan de este flagelo que, desde el triunfo de la Revolución, se combate con una visión estratégica, como garantía del desarrollo integral del pueblo.
La política activa del Gobierno de tolerancia cero ante el narcotráfico y el consumo ilícito responde al compromiso de erradicar y prevenir este mal. Las fuerzas de la Policía Nacional Revolucionaria tienen una acción protagónica en el combate para desarticular redes, impedir la entrada de esas sustancias psicotrópicas por las fronteras cubanas y sancionar, según el marco judicial, a quienes sin escrúpulos ponen en riesgo hasta a sus hijos.
En el despliegue multidisciplinar se involucran los profesionales del sistema de Salud Pública, Educación, las organizaciones políticas y de masas, estudiantiles, sindicales, los medios de comunicación, como parte de campañas y de la Operación Nacional que incluye intervenciones preventivas, charlas especializadas, barri-debates, y juicios ejemplarizantes.
También, el país destaca por el enfoque humanista del tratamiento a las personas dependientes de esas sustancias que afectan el equilibrio psíquico. Mostrarles que no están solas y rescatarlas de las garras del vicio, es parte de la esencia de la nación.
Si bien son bajos los niveles de morbilidad y los esfuerzos integrales frente a las adicciones convierten a Cuba en referente en la región latinoamericana, la incidencia actual señala que resta por hacer. Es un imperativo que todas las voces y fuerzas se unan al llamado de conciencia para que la percepción de riesgo aumente, especialmente en las nuevas generaciones, las más vulnerables a caer en la trampa de un supuesto placer que cobra luego la paz y el sosiego de la existencia.
No basta con disertaciones teóricas y llamados de atención, hay que llegar hasta el seno familiar, renovar hábitos y comportamientos, dar un enfoque preventivo a la educación desde los hogares, aprovechar cada espacio y momento para provocar la razón y el sano juicio, la responsabilidad con la vida.
El ejemplo sigue siendo aleccionador. Sin ser demasiado drásticos, exponer las experiencias de aquellos que hoy cuentan su historia, presentar testimonios de las vidas y sueños frustrados, familias rotas, puede abrir el horizonte para que la toma de decisiones sea con sensatez. Cerremos el cerco para que sean disipadas las sombras. Reafirmemos que contra las drogas se gana.