En la mañana del 15 de marzo de 1878, el mayor general del Ejército Libertador Antonio Maceo Grajales enseñó a los cubanos que la lucha por la independencia no había concluido con el Pacto del Zanjón, sino que había reservas morales para continuar en el empeño libertador. Ese día Maceo y los que le acompañaron en la protesta de Baraguá emergieron como héroes de la patria.
Aquel gesto singular de plantear directamente al general Arsenio Martínez Campos, el jefe de operaciones del Ejército español en Cuba, que no habría paz sin abolición de la esclavitud ni independencia absoluta, inmortalizó los sentimientos de patriotismo, dignidad y vergüenza revolucionaria de la magna epopeya de 1868.
Los patriotas congregados en Baraguá, unos 60 jefes y oficiales, juraron persistir en los objetivos de la independencia y la soberanía nacional, a sabiendas de que los obstáculos a enfrentar eran grandes y difíciles.
Por eso, el juramento de Baraguá trascendió como el pensamiento y la acción no de un grupo patriótico, sino como la esencia y voluntad de un pueblo de seguir sin extravíos el camino trazado desde el grito redentor de La Demajagua, ratificado en la Constitución de Guáimaro y ahora en la firmeza de aquel suceso trascendental, considerado el documento más importante de la historia cubana hasta ese instante.
Esta persistencia en la lucha liberadora, prácticamente sin municiones, dio muestras al mundo y a los zanjoneros de las vísperas, de la fuerza y justicia de la causa de la libertad cubana.
EL DESHONROSO RASTRO DE EL ZANJÓN
El libro Encrucijadas de la guerra a prolongada del historiador Jorge Ibarra Cuesta, aparecido en 2008, estudia con profundidad y objetividad las raíces históricas del pacto del Zanjón. Muchos hechos se conjugaron para minar por dentro el proyecto revolucionario. Las indisciplinas, el regionalismo, el caudillismo y las sediciones, provocaron la desmoralización en las filas patrióticas.
A ello se sumaba el desgaste de nueve años de guerra, la falta de pertrechos militares, la ausencia de expediciones armadas desde el exterior y la política “pacificadora” del general Martínez Campos, con indulto a los presentados. Los más abatidos dejaron de combatir y aumentaron las presentaciones al enemigo, incluso de unidades enteras del mambisado.
Antes de bajar el fusil sin ninguna garantía, los firmantes del pacto prefirieron algunas migajas: la posible autonomía política, la libertad de los esclavos que pelearon en el Ejército Libertador, la creación de partidos políticos y el desembargo de los bienes a los patriotas.
Lo sucedido en el potrero de El Zanjón fue una momentánea desviación de la ruta de la libertad, la cual se supo rectificar a tiempo.
No se trataba de seres perfectos, sino de hombres y mujeres que vivieron, lucharon y a veces tuvieron sus diferencias en los contenidos y las formas y métodos del camino para alcanzar la independencia y establecer la República cubana. No obstante, en la mayoría de ellos primaron, por encima de todo, el combate con absoluta entrega para hacer a Cuba libre.
Los cubanos vivimos con la gratitud y la admiración a los padres fundadores, luchadores estoicos por la independencia, convencidos como Fidel Castro de la necesidad de estudiarlos y admirar sus grandezas patrias.
LOS HECHOS DE MANGOS DE BARAGUÁ
El general Antonio Maceo conoció de los detalles del Pacto del Zanjón por medio de una comisión formada por el brigadier Rafael Rodríguez y el comandante Enrique Collazo Tejeda y de plano se negó a aceptar los términos del mismo.
En un encuentro con el mayor general Máximo Gómez, quien lo visitó antes de partir hacia Jamaica, el líder santiaguero mantuvo la misma postura y le expresó su pesar por dejarlo solo en la lucha que venían librando juntos desde 1868.
Entonces surgió la iniciativa de entrevistarse con Martínez Campos, asunto que consultó con Gómez. La idea era ganar tiempo para reorganizar las fuerzas e incentivar el envío de expediciones desde el exterior.
Para llegar a la entrevista con un frente rebelde unido, Maceo se dirigió a los jefes orientales, muchos de los cuales se sumaron a su intransigente actitud. A su llamado patriótico acudieron el mayor general Manuel de Jesús Calvar, los coroneles Félix Figueredo Díaz, Silverio del Pardo Pacheco, Leonardo del Mármol, Pablo Beola Almarall, Flor Crombet Tejeda, José Guillermo Moncada, Modesto Fonseca Milán y Limbano Sánchez Rodríguez y los tenientes coroneles José Maceo Grajales, Fernando Figueredo Socarrás, Quintín Bandera Betancourt, Leonardo Mármol Tamayo, Juan Rius Rivera, José María Rodríguez, Arcadio Leyte-Vidal y José Medina Prudentes, entre otros de menor categoría.
El día escogido acudió a los Mangos de Baraguá Martínez Campos con un imponente grupo de dirigentes militares españoles. De esta manera pudieron Maceo, Calvar y los dos Figueredos rechazar las bases del Pacto del Zanjón. Ellos sentaron como principios para la paz la independencia y la libertad de todos los esclavos.
Como Arsenio Martínez no tenía potestad para contraer un nuevo convenio, comprendió claramente que no se entendería con aquellos bravos luchadores. Entonces el militar español realizó la pregunta decisiva: “¿Volverán a romperse las hostilidades?” La decisión infalible brotó de los labios de Maceo: “¡Volverán a romperse las hostilidades!”
Sabiendo que perdía la posibilidad de la firma de la paz total con los rebeldes cubanos, Martínez Campos contraatacó con agudeza: “No quiero abusar de la situación de ustedes: comprendo que aquí hay jefes de regiones apartadas que antes de principiar operaciones deben hallarse en sus respectivas zonas. En este caso ¿qué tiempo cree usted que necesita para que vuelvan a romperse las hostilidades?”
La respuesta de Maceo fue centellante: “Ocho días”. Es decir, el jefe de operaciones enemigo comprendió cabalmente que el 23 de marzo de nuevo los campos cubanos serían escenarios de nuevos combates. Esta sentencia puso punto final al encuentro.
LA CONSTITUCIÓN DE BARAGUÁ
A partir de Baraguá se redactó una nueva Constitución, en asamblea presidida por el brigadier bayamés Silverio del Prado Pacheco. La carta magna estableció un Gobierno provisional compuesto por cuatro miembros, con funciones legislativas y ejecutivas.
Todos sus integrantes comenzaron la lucha en octubre de 1868: Manuel de Jesús Calvar, presidente; Fernando Figueredo, secretario; y Leonardo Mármol y Pablo Beola, vocales. Para el puesto de general en jefe fue designado el general Vicente García, mientras el general Antonio Maceo asumía el mando de Oriente, la región más convulsa en aquellos momentos.
A pesar de la voluntad de lucha de los libertadores, la guerra no pudo sostenerse mucho tiempo. La concentración de numerosos batallones colonialistas en la región oriental obligó a los mambises a sistemáticos enfrentamientos, prácticamente sin recursos bélicos.
Por su parte, Martínez Campos mantuvo su política de conducir las hostilidades con respeto de la población de los campos y los propios combatientes.
En medio de aquellas condiciones adversas el Gobierno mambí decidió enviar al general Maceo al extranjero en misión especial: el acopio de recursos necesarios para mantener la beligerancia.
La emigración cubana no respondió a la altura que se esperaba y el propio Maceo aconsejó al general Calvar que cesara la guerra por el momento.
EL LEGADO DE BARAGUÁ
No puede escribirse la epopeya independentista sin que aparezca el día luminoso de Baraguá. Los patriotas que la protagonizaron emergieron de la famosa entrevista como hombres de luz, ejemplares e íntegros.
El general Maceo y sus acompañantes simbolizaron en aquel momento el proceso de radicalización ideológica de la Revolución y aumentó el protagonismo de las masas populares en el devenir histórico del movimiento independentista.
Hoy, frente a la campaña de descrédito contra la Revolución y los valores que defendernos, se alza el gesto magnífico de Baraguá.
La colonización cultural dirigida a sepultar nuestras legítimas identidades y confundir a las nuevas generaciones, no puede tener otra respuesta que los sentimientos de nacionalidad y cubanía, ambos plasmados en Baraguá, como expresión del pensamiento y la acción de los hijos de esta tierra y su alto grado de conciencia nacional.
El férreo bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos es una dolorosa realidad, y por ello, mayor es la decisión de persistir en la defensa de los principios y valores revolucionarios.
En fin, los sucesos de Baraguá dotaron a la lucha revolucionaria de continuidad con sus ideas invendibles de igualdad, justicia, independencia y soberanía.
FUENTES: Fernando Figueredo: La Revolución de Yara 1868-1878 (1967); Hortensia Pichado: Documentos para historia de Cuba (1971); José Luciano Franco: Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida (1975) y Rolando Rodríguez: La revolución inconclusa. La Protesta de Baraguá contra el Pacto del Zanjón (1999) y Jorge Ibarra Cuesta: Encrucijadas de la guerra prolongada (2008).